Monthly Archives: August 2015

Objeción denegada una canción de 31 minutos

Después de vivir 3 años en España, el jueves pasado llegué a México. Antes de venir a Monterrey, estuve un par de días en el Distrito Federal.

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Nuestra vista en el Patrick

El viernes por la noche quedé de hacer “algo mexicano” con mi mejor amigo, que casualmente también se encontraba en dicha ciudad.

Decidimos ir a emborracharnos al Tenampa, en plena plaza Garibaldi. Obviamente, entre tanto tequila y tantos mariachis (entre tanto pinche México), el plan se nos fue de las manos y terminamos en el Patrick Miller. ¡Tremendo!, (creo recordar que) el lugar estaba llenísimo, y que era más fácil conseguir una cerveza que bailar. Por ende, decidimos huir de la multitud y quedarnos en el segundo piso, sencillamente, charlando y disfrutando del extravagante paisaje que se despliega en este lugar.

Una de las veces que atravesé la multitud para ir al baño, (creo recordar que) me encontré a Aurea María Fuentes Morales. A Aurea la conozco por un buen amigo, y también por diferentes profesores del ITAM (escuela donde actualmente estudia la carrera en derecho), (creo recordar que) no hablamos casi nada, pero (creo recordar que) me dio mucho gusto verla.

Mis asociaciones mentales son más alegres que el ambiente del Patrick, pues al ver a Aurea recordé que hace un par de meses me envió un video a mi correo que me podría interesar. Y en efecto, me interesó y mucho, pero vi el video, y después de verlo, lo olvidé por completo. Tanto que ni le agradecí a Aurea el detalle. En fin. Espero este post reivindique lo malagradecido que fui.

imgresAurea me contaba que fue a ver el show de 31 minutos y que estos cantaron una canción sobre abogados. Para aquellos que no los conozcan 31 minutos es una serie muy exitosa de televisión chilena, protagonizada por muppets. Comedia, parodias, burlas, todo eso, combinado con crítica social. El programa es bastante bueno, entretiene mucho y tiene canciones súper pegajosas.

El video es un videoclip. O sea, mmm o es sobre una canción. Y la canción se llama Objeción denegada y la interpreta un muñeco llamado Juan Pablo Sopa. Es un rap, más bien reggaetón. Y bueno, se explica sola: Abogacía y palabras, hermetismo, lenguaje rebuscado decir mucho pero no decir nada, estrategias lingüísticas para comunicarse entre ellos mismos y mantener una distancia con quienes requieren sus servicios.

Ya lo he dicho, qué tan añeja y rancia estará la profesión, que los abogados siguen usando latín, aun cuando la Iglesia católica lo ha dejado de hacer. Idiotas.

Mis amigos abogados chilenos me dicen que allá en su país la canción fue un éxito. Que cuando estuvo de moda, y mucho tiempo después, se cantaban Objeción denegada cuando decías que estudiabas derecho, o cuando empezabas a hablar de un tema jurídico. Hahaha, por eso me caen re-pinche-bien los chilenos, bueno por eso y por Parra (por los Parra, mejor dicho), por Huidobro, por Lihn, por Bolaño (aunque este era mexicano), ah y bueno también por el Diablo Núñez, y por la Coca Mendoza. Por eso, no por Allende (Isabel, no Salvador), Jodorowsky, Beto Cuevas, o el puñetas del Chupete Suazo.

A continuación el video. Y abajo del mismo la transcripción de la canción.

¿Como está su señoría Y todo el público en la sala?
Alza la mano si tú eres inocente.
Alza la mano si tú eres culpable.

Yo soy un Abogado muy profesional
He dedicado mi vida entera estudiar
Fui el primer alumno en la Facultad
Defiendo a mis clientes con habilidad
Pero el Juez no confía en mí.

Porque hablo como idiota
Porque hablo como idiota
Porque hablo como idiota.

Cansado de rechazo me fui a otro país
Quería mas respeto, quería ser feliz
Estudié como un loco aprendí otros idiomas
Para entrar a trabajar al bufete del lugar
Pero todos se reían de mí.

Porque hablo como idiota
Porque hablo como idiota
Porque hablo como idiota.

Defendí a un inocente con pruebas irrefutables
El caso estaba claro él no era el culpable
El jurado se burló, el fiscal me humilló
Y en la cárcel mi muchacho terminó.

Como idiota… Me dijo el Juez
Como idiota… Y el actuario
Como idiota… Y la prensa
Como idiota… Y la gente
Como idiota.

Y yo les digo algo Nunca voy a cambiar
Yo hablo como quiero como se me da la gana
Si no le gusta no es mi problema
El problema es de la gente que no es buena.

Como idiota… Como quiero
Como idiota… El más sabroso
El habla como idiota… El más hermoso
Como idiota… Es mi derecho
Como idiota… Está en la constitución
Como idiota… ¡Protesto, protesto!
El habla como idiota… ¡Culpable, culpable!
Como idiota… Objeción
Como idiota… Al lugar
Como idiota… Denegada
El habla como idiota… ¡Silencio en la sala!
Como idiota… El habla como idiota.

 

Sobre Mario Alberto Becerra Pocoroba, abogado que no extorsiona sino que negocia

Me enteré de la noticia por el Facebook del buen @jmartinreyes y el comentario que realizaba al video que acompañaba el post, que era el siguiente:

“Dos sujetos llegan con el representante de la empresa constructora y le dicen con toda claridad: o cooperan o les paramos la obra. Quieren elevadores nuevos, otro jardín, renovadas plantas de emergencia y cuatro calderas (también nuevas). “En pocas palabras, quieren dinero, cabrón”, dice uno de ellos. Nada más y nada menos que 5 millones de dólares.

¿El crimen organizado extorsionando a la iniciativa privada? ¿Autoridades corruptas pidiendo sobornos? No y no.

Al parecer son los abogados de un puñado de cívicos vecinos de Polanco, quienes nos muestran cómo se hacen negocios en este país. Bien triste.”

Y sí, la verdad es que bien pinche triste. Sin la menor intensión de resumir el caso entiendo que este trata sobre la construcción de 122 departamentos en el Distrito Federal. Hasta ahí, pensaría que todo bien. Que para alcanzar dicho fin no hará falta más que seguir los requisitos legales establecidos y sencillamente cumplir con los mismos. Pero esto, obviamente en México no es así.

Uno de los muchos problema del sistema jurídico mexicano radica en los involucrados y los intereses en juego. En quiénes accionan el sistema para la consecución de sus fines. ¿Igualdad ante la ley?, ¿no discriminación?, ¿debido proceso?, ¿transparencia?, sí, todo eso está muy bien en el papel, plasmado en numerosas leyes desconocidas, de carácter programático, pero al momento de la verdad, esto no se sostiene, y, por lo general, tampoco existe. Serán más importante los actores involucrados, las relaciones de poder, la influencia, la corrupción, chantajes… Todos y cada uno de esos problemas “culturales” (como hace unos meses dijo el presidente Peña Nieto) guían nuestro sistema.

Para hacernos una idea de las personas que están detrás del caso, a continuación los tres principales involucrados:

  • María Asunción Aramburuzabala, propietaria de la inmobiliaria Abilia. Consejera propietaria de Grupo Modelo y considerada la mujer más poderosa de México.
  • Teresa Adriana Pérez Romo, coordinadora del grupo de vecinos habitantes del condominio contiguo al terreno donde la inmobiliaria busca construir un conjunto de departamentos, empresaria, ¡ah! y también esposa del presentador de televisión Joaquín “El ticher o (El juay de rito)” López Dóriga.
  • Mario Alberto Becerra Pocoroba, abogado de los vecinos y socio fundador y director general del bufete Becerra Pocoroba, ex diputado del PAN en la LXI legislatura, y (agárrense) rector de la Escuela Libre de Derecho (ELD) de 1998 a 2004.

Ni este es un blog de chismes de alta alcurnia, ni tampoco de denuncia social, ni de crítica política, ni creo que sea el espacio más idóneo para escribir algo sobre las acciones de los involucrados. Este es un blog de abogado que estudia a los abogados y como tal, vale la pena hacer algún comentario sobre el ejercicio profesional de Becerra Pocoroba.

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El ejercicio de un importante número de abogados en México, y en muchos otros lugares, antes que regirse por el mismo derecho legislado, o bien por difusos códigos deontológicos, o divergentes estándares morales, encuentra afinidad con las relaciones personales, con las relaciones de poder.

A ver, de entrada que un abogado se apellide “Pocoroba” ya es tan simbólico como pintoresco para dejar de contratar sus servicios. Chistes aparte. Que el abogado Becerra Pocoroba pida esa cantidad de dinero es por algo. Es porque conoce sus influencias, conoce frente a quien se enfrenta, y también conoce cuánto puede obtener de beneficios, no por nada este abogado no solo imparte derecho fiscal en la ELD, sino también tuvo el honor de presidir la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados en 2009. Cómo alguien dedicado sistemáticamente a defender grande empresas frente al gobierno puede garantizar imparcialidad al momento de ejercer su cargo. El chiste se cuenta solo.

Después de que se difundiera el video, y los abogados de la señora Aramburuzabala hayan denunciado la extorsión de la esposa de López Dóriga y los involucrados, el abogado Becerra Pocoroba dijo:

“No estoy extorsionando a nadie ni hago nada fuera de mi ética profesional”. No era extorsión, era “una negociación”.

“Una negociación”. Viejo patético. Siguiendo su lógica, quienes torturan no torturan sino que negocian para obtener información. Quienes ejercen chantaje no ejercen chantaje sino que negocian a través de amenazas para obtener un beneficio.

“Nada fuera de mi ética profesional”. Claro. Su ética profesional es tan amplia, pero tan amplia que caben también cualquier tipo de acciones. Incluso aquellas que no sean éticas.

Cómo un tipo así puede llegar a ser rector de una escuela de abogados, y más de una escuela como la ELD. Cómo un tipo así puede ser profesor de derecho fiscal. Cómo un indecente, un caradura de estas magnitudes puede tener un despacho tan importante como el que tiene. Cómo personas pueden contratar a un abogado así. La respuesta la tiene el afamado grupo de pop Timbiriche: EME – E – ACENTO – EQUIS – I – CE – Y – O. Es decir, desarrollándote jurídicamente en México.

Cuando algunos distraídos juristas y los siempre idiotas legisladores están impulsando reformas para colegiar, para hacer obligatorios códigos éticos, incluso para que los abogados vistan togas para resignificar la profesión, yo pienso en casos como el que ahora comento, y me dan ganas de que me abracen.

Qué haría yo, si fuera…

  • Yo. Lo que estoy haciendo. Difundir e intentar criticar.
  • Su alumno. Dar de baja su clase.
  • Su institución académica: Fijar una postura pública.
  • Su cliente. Despedirlo y demandarlo por daño moral.
  • Su colegio de abogados (si tiene). Interponerle algún recurso.
  • Su nutriólogo. Recomendarle una dieta.
  • Su partido. Volver a invitarlo de legislador. Parece que al PAN le viene bien este tipo de personas.

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Luis Lloredo

El pasado día miércoles 22 de julio de 2015, en el café Tipos Infames cerca de Malasaña, en Madrid, tuve la oportunidad de entrevistar a Luis Lloredo (Madrid, 1983).

DSC00454-300x200Luis Lloredo Alix, es doctor en Filosofía del Derecho y Derechos humanos por la Universidad Carlos III de Madrid, se desempeña como docente investigador en la Universidad Autónoma de Chile, donde actualmente, en el marco de un proyecto FONDECYT, encabeza una investigación sobre el concepto de autonomía del derecho y una propuesta de reconceptualización del Derecho en los términos de la teoría de los bienes comunes.

A Luis lo conocí en septiembre de 2012, justo recién cuando llegué a España, durante mis primeras clases del Máster en Estudios Avanzados en Derechos Humanos en la Carlos III. Me impartió la materia de “Historia de los derechos humanos”, haciendo énfasis en el período de la Revolución Francesa. Desde su entrada al salón de clases en Getafe, me llamaron la atención dos cosas:

  • Una, su edad: Era un tipo (relativamente) muy joven comparado con algunos viejos (y añejos) profesores que nos dieron clases durante los primeros días.
  • Dos, que traía tres libros bajo el brazo, uno de ellos: La invención de los derechos humanos de Lynn Hunt. Yo había encontrado el libro de Hunt unos meses antes y me pareció una de las mejores obras que leí sobre derechos humanos. Me gustó demasiado, de hecho, hoy en día, probablemente, siga afirmando que es el mejor texto que haya leído sobre el tema. El único problema que le encuentro es que no imagino cómo dicho libro puede transmitirse al momento de enseñar derechos humanos. Es decir, no lo visualizo ni como un libro de texto, ni como un manual para un curso de esta materia. Son tantos los datos y las anécdotas, que a veces creo que antes que una obra propiamente científica, la clasificaría dentro del apartado de narrativa. No sé.

523363El caso es que comenzó la primera clase de Luis y, solo unos minutos después, quedé sorprendido porque, antes que estar presenciando una clase de historia, la persona que tenía frente a mí me estaba haciendo interesarme por la historia. Era como si el libro de Hunt cobrara vida en el aula. Antes que una aburrida, monológica, e inerte clase magistral (muy pero muy habituales por las aulas españolas), Lloredo exponía sus ideas de manera dinámica. Recuerdo que conforme pasaba el tiempo yo me contrariaba al escuchar la historia de los derechos humanos desde una óptica tan diferente como interesante. Más que una historia, Luis relataba una historia alternativa de lo ocurrido, una contra-historia. Antes que sumergirse en la clásica división de poderes, en los conocidos fundamentos del contrato social, o la típica y cursi historia de cómo el pueblo de Francia provocó la abolición de una monarquía absoluta, Luis contaba (como si él mismo lo hubiera presenciado) desde los problemas con el juego que tuvo Voltaire, la compleja vida de Olimpia de Gouges, pasando por los vicios y la vida anti-ilustrada de Rousseau, hasta la literatura, la pintura, el teatro, y la difícil manera de vivir en dicha época. Todo esto al mismo tiempo que llenaba la pizarra con apellidos de autores que recomendaba leer y relacionándolo todo con cuestiones culturales de épocas actuales.

Por principios, suelo sentarme en los últimos lugares de los salones de clases (ojo, digo suelo, pues pueden existir excepciones, pero por lo general me encuentro mucho más cómodo estando alejando del docente). Bueno, pues al finalizar la primer clase, vi mis notas en mi computadora (¡que eran casi 11 páginas!) y descubrí que estas no solo tenían notas al pie, sino que las notas al pie a su vez tenían otras notas al pie, y algunas de estas contaban con otras referencias que referían a otros textos y otras ideas. Era como la película Incepcion pero en mi procesador de texto. Releí lo que escribí y, al segundo día, fui a sentarme a la primera filas del salón para que no se me pasara detalle de su clase. Al tercer día, y último de dicho bloque de la materia, cuando recién llegó al escritorio, lo abordé y me presenté, le agradecí por sus clases, le pregunté por alguna bibliografía (ahora mismo no recuerdo por qué, pero sé que me recomendó Historia cultural del dolor de Javier Moscoso), y como el pinche, incorregible, absurdo, y lamentable caradura que soy le dije: “Profesor Lloredo, el día de hoy no me puedo quedar a su clase porque voy a escuchar una charla de Javier Marías en el centro de Madrid”. Luis me dijo que ningún problema y que disfrutara la velada.

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El día que escapé de la clase de Luis para escuchar a Javier Marías

Ahora que vuelvo a lo acontecido, y que pienso lo que hice, me doy cuenta no solo de que no valgo madres (eso ya lo tengo bien claro y asimilado), tampoco del tamaño de mi desvergüenza, mucho menos de que a pesar de que la charla estuvo bien, Javier Marías cada vez me gusta menos y me parece más facha, sino simplemente que decirle a Luis que me iba de su clase es probablemente uno de los gestos más grandes que he tenido con un profesor dentro de un salón de clases. Pues invariablemente, si una clase no me gusta, o me parece aburrida, o tengo algo mejor que hacer (sea cualquier excusa que oscile entre ir a escuchar hablar a un escritor, dormir, o tomarme una cerveza con alguien), sencillamente me paro y me salgo del aula. Eso…, o que estoy tratando de expurgar una culpa que cargo desde 2012 y justificar mi pinche actitud tan pinche frente a Luis.

Para mí, Luis es un fuera de serie. No soy nadie para decirlo, pero creo que su obra es una de las pocas en las que la Filosofía del Derecho en Iberoamérica puede tener futuro.

La teoría del derecho de Luis Lloredo es una de las pocas, por no decir la única, que no me parece asilada, ni monótona. Que no me aburre, ni me parece, por decirlo de alguna manera, elitista. Sus escritos son reflejo de un proyecto comprometido y arriesgado, antiformalista diría yo, aunque muy pero muy disciplinado, riguroso, y metodológico. Quien fuera el último discípulo de Gregorio Peces-Barba, no solo es capaz de hablar cinco idiomas, o de escribir sobre indignación y teoría del derecho, o sentimientos y constitucionalismo, o “paradigmismo” y iuspositivismo, sino también, y por encima de todas esas cuestiones (que al final del día son menores), es capaz de empoderar a uno cuando ya nadie más cree en ti. De confiar en los demás, y de ser humilde. Alguien bondadoso y dispuesto a ayudar a los demás para hacer de esto algo mejor. Eso para mí habla más que de un gran filósofo del derecho, de una persona extraordinaria.

Está quedando muy pero muy melosa esta entrada, derrama miel en cada párrafo. No era mi intención, y puede que se crea que a mi querido profesor, amigo, y director de tesis doctoral (aunque no precisamente en ese orden) le estoy haciendo la barba en México, la pelota en España, pero no es así. Es sencillamente que a Luis le estaré profundamente agradecido por presentarme una visión diferente del derecho, y por hacerme creer en lo que investigo.

Agradezco a Luis por haberme recomendado que leyera a Jhering, y también a González Vicén, por decirme que no pierda de vista a Michel Onfray, que al escribir cosas jurídicas tenga presente a Foucault, por invitarme a indagar primero sobre los Critical Legal Studies, y después sobre abogacía, por su infatigable bolígrafo rojo al momento de corregirme, y sus siempre pertinentes intercambios epistolares. Pero más allá de todas esas cosas, le agradezco a Luis por su amistad, y por permitirme aprender de él, y algún día, quizás (aunque muy pero muy lejano), por qué no, pueda llegar a considerarme su discípulo.

Ya escribí mucho y no era la idea. A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Luis Lloredo.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Luis Lloredo (LLl): Grandes juzgados. Una imagen que tengo de hace muchos años de un tribunal, al que fui con un profesor de derecho procesal, con todas las paredes de madera, puertas ocultas tras la madera, y muchas pero muchas togas. La sensación era de encierro, claustrofóbica. Y tiene mucho sentido, porque la sala estaba diseñada ex profeso para producir esa impresión. Creo que es una imagen bastante ilustrativa de la percepción que mucha gente tiene acerca del derecho. Una percepción que, por lo demás, me parece correcta: el derecho funciona como una caja negra que tiene vetado el acceso a la mayoría de la ciudadanía y que suele generar inquietud y angustia.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

LLl: Ally McBeal. Ahora mismo también diría Alicia Florrick, porque estoy enganchado con The Good Wife.

3. Estudiaste la carrera en Humanidades y después el posgrado en Filosofía del Derecho, pero una vez ya en el mundo jurídico, comenzaste Derecho. ¿A qué obedeció dicha decisión?

LLl: Comencé a estudiar Derecho cuando terminaba la carrera de Humanidades. A partir de tercero o cuarto curso de esta licenciatura, comencé a cursar asignaturas jurídicas, aprovechando las asignaturas que entonces se llamaban de libre configuración 

Derecho era una de las cosas que había descartado por completo, junto a Ingeniería y Medicina, pero en el primer curso de Humanidades tuve una asignatura de Teoría del Derecho. Contra todo pronóstico, me gustó mucho, y de repente descubrí que el Derecho era una actividad y una disciplina bastante más interesante de lo que parecía a simple vista.

Tenía la sensación de que con la carrera de Humanidades el futuro laboral se tornaba complicado, que había que especializarse, o que dentro de Humanidades había que estudiar alguna materia en concreto, hacerse con un perfil algo más específico. Aquello me gustó y comencé a estudiar asignaturas de Derecho para ver si me continuaban gustando.  

En líneas generales, así fue, aunque he de confesar que dichas asignaturas de Derecho me siguieron gustando porque las fui estudiando bajo la óptica de la carrera de Humanidades. Por ejemplo, cuando estudié Derecho Mercantil leí, desde una perspectiva sociológica-histórica, o incluso económica, “El Burgués” de Werner Sombart. Desde una perspectiva literaria también leí “El Hereje” de Miguel Delibes, y así pude aprovechar mucho más las asignaturas jurídicas. En general, me solían gustar las llamadas “partes generales”, en las que se estudian los fundamentos de una disciplina jurídica en concreto, su surgimiento y su evolución histórica, sus implicaciones socio-políticas, sus principios vertebradores… En las partes especiales también se encuentran a veces joyas inesperadas, perspectivas interesantes, pero en general me solían resultar más aburridas.

En definitiva, creo que la única manera de estudiar el Derecho de una forma adecuada, generando profesionales responsables y críticos, pero también eficaces, es hacerlo desde la perspectiva humanística. El Derecho no es sino una cara de las Humanidades, una manifestación cultural más, del mismo modo que lo son el cine, la literatura, la ciencia, la técnica… Por eso es tan lamentable el aislamiento en el que se suelen concebir a sí mismos los juristas y en el que se forma a los futuros abogados en la mayoría de las facultades jurídicas del mundo.

 ¿Acaso te has planteado ejercer como abogado?

Hubo una época, hace un montón de años, en la que me lo llegué a plantear. Pero era un poco por la presión de qué iba a ser de mí después de estudiar la carrera de Humanidades. Pero nada, aquello duró unos meses y poco más.

Eso sí, debo decir que a veces he tenido envidia de los abogados ejercientes, sobre todo al hablar con abogados en Chile, que es donde estoy ahora, cuando me cuentan casos y estrategias que utilizan con sus clientes, y también cuando me cuentan anécdotas forenses. En esas ocasiones, a veces me da un poquito de envidia. Pero tampoco es una cosa que me tiente enormemente.

4. ¿Deben los abogados saber historia?

LLl: Obviamente. Si entendemos al abogado en tanto que jurista en sentido amplio, entonces la respuesta es muchísimo más fácil, porque si tú quieres entender el Derecho que tienes, tienes que entender su historia. No hay otro camino. Esto es una consecuencia del historicismo en sentido lato. El historicismo no es solo una corriente del siglo XIX, sino que lo llevamos injerto en nuestra forma de mirar el mundo. El historicismo surgió entonces, pero llegó para quedarse con nosotros: la teoría de la evolución de las especies es historicista; la teoría de la evolución de la tierra es historicista; el mito del progreso es historicista; nuestra concepción de la identidad es historicista. Cualquier fenómeno que nos proponemos estudiar comienza con una “Historia de…”, el Derecho Civil, el Derecho Mercantil, el Derecho Administrativo… Y cualquier Derecho que estudiemos lo hacemos comenzando de esa manera, para entender por qué existe ese Derecho y no otro, y también para desvelar el sesgo ideológico de alguna de estas ramas, o de un determinado enfoque en particular. Nada mejor que el Derecho Mercantil como ejemplo: se trata de una rama del Derecho que surge en el siglo XVI como prerrogativa de una clase social ascendente, la burguesía, que presiona activamente para obtener una jurisdicción propia, independiente de la regulación general que ofrecía el Derecho civil. Después, en el curso de la Revolución francesa, se intenta “domesticar” esa rama bajo la pauta del principio general de igualdad, pero sin demasiado éxito. Hoy en día, el Derecho mercantil vuelve a ser la prerrogativa y el privilegio de las grandes empresas transnacionales (los mercaderes de hoy), que desean desarrollar sus negocios con la menor intromisión posible del Estado y con independencia total de las reglas de la democracia. Esto solo se entiende bien cuando adoptamos una mirada histórica de largo alcance.

Ahora bien, si pensamos en el abogado en el sentido del foro, yo creo que también es imprescindible la historia. Si el abogado tiene algo de sentido histórico, puede armar mejores estrategias, puede recurrir a la historia del derecho, a la intención del legislador en su momento, o puede hacer caso de la dinámica histórica de determinadas legislaciones, o de la historia jurisprudencial de algún problema, y a partir de ahí argumentar. En general, si un abogado conoce bien la historia de la comunidad en la que se desenvuelve, estará más capacitado para comprender los intereses de su cliente y los sesgos ideológicos con los que se encontrará al ponerse frente al juez, o al rebuscar entre el material normativo que le ofrece la legislación vigente. Por la misma razón, estará más capacitado para llevar a cabo una argumentación creativa, para ver posibilidades donde a primera vista no parece haber sino un muro infranqueable.

De hecho, tanto para juristas en sentido amplio, como para abogados forenses, es importante subrayar que la historia sirve para volvernos creativos. Te ayuda a descubrir conexiones que no están en la superficie inmediata, te ayuda incluso a interpretar mejor a la persona que tienes enfrente, o a tu propio cliente. La historia en la abogacía sirve porque te ayuda a desdogmatizar muchas cosas, a ponerte en el lugar del otro. Cuando, por ejemplo, aprendes que en el derecho ruso no existió la separación entre derecho público y privado hasta bien entrado el siglo XIX, o cuando te das cuenta de que el liberalismo y el pensamiento democrático surgen en contextos dispares, de la mano de autores muy distintos, relativizas muchos de los lugares comunes que nos venden en los manuales al uso y en el discurso dominante. Lugares comunes que, por supuesto, están allí para afianzar el statu quo y para hacernos creer que no existen formas alternativas de pensar la realidad.

Por supuesto, no estoy hablando de la historia como algo lúdico o puramente ornamental, la historia no vale para ponerle ribetes y lazos de colores al estudio que uno hace, sirve para hacer crítica a una determinada ideología. Hay una cierta tendencia a hacer historias totalmente funcionales al orden establecido, señalando selectivamente hitos del pasado en sucesión escalonada, como peldaños cada vez más perfectos hasta nuestro mundo actual, como si existiese una línea que conduce ininterrumpidamente desde la barbarie del pasado hasta la civilización actual. No me refiero a ese tipo de historia, sino a la historia que se compromete con la crítica de la ideología y es capaz de reconocer que la Ilustración, por ejemplo, fue un periodo de luz en bastantes aspectos, pero también el momento fundacional del desastre ambiental y del neocolonialismo contemporáneos. Me refiero al tipo de historia que, al estudiar la Revolución francesa, habla de Olimpia de Gouges y de los derechos de las mujeres, y que denuncia el carácter patriarcal de la organización jurídico-política que nos legaron.

5. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

LLl: Me da un poco igual, la verdad. Quizás no hace falta pero tampoco lo veo tan importante. Si me ponen ante la dicotomía de decir sí o no, te contestaría que no. Me parece importante aproximar el derecho a la experiencia cotidiana, pero no sé si esta sea concretamente la estrategia a seguir.

6. A diferencia de otros operadores jurídicos como el juez o el legislador, la figura del abogado no se encuentra teorizada dentro de la Filosofía del Derecho. ¿A qué crees que obedezca esto? ¿No pensarías que dicho estudio corresponde tradicional y propiamente a la sociología jurídica?

LLl: Yo creo que no. Tengo la impresión de que existen muchos asuntos importantes para legos y juristas que tienen vínculos con el Derecho desde diferentes puntos de vista, que sin embargo se relegan sistemáticamente a la sociología jurídica. Algo que no cabe en el canon de la teoría jurídica, en el catálogo precocinado de temas, autores y problemas que encontramos en la mayoría de los manuales, se dice que corresponde a la sociología del derecho. Esto ocurre con el abogado, con la temática del derecho y el poder o con las cuestiones de género…

Si hay algo que tiene que ver con el Derecho, y de manera directa, es precisamente la figura del abogado. Por lo tanto, este debería ser tratado por la Filosofía del derecho.

Creo que la no tematización del abogado se debe a que la Filosofía del derecho, tal y cómo la conocemos hoy en día (siguiendo la estela de González Vicén, como aquella disciplina que surge en tanto que manifiesto y correlato académico del positivismo jurídico) se formó de manera un tanto autoritaria, en el sentido amplio del término. Se forjó como una disciplina que servía para delimitar el concepto de Derecho en relación con el Estado, y exclusivamente en relación con este. Derecho, entonces, sería todo aquello que es producido por el Estado, descartando por lo tanto al derecho canónico o al derecho de aquellas comunidades que, aun figurando dentro de los límites geográficos del Estado, no representan la cultura hegemónica del mismo. Incluso, hubo autores del siglo XIX que descartaron al derecho internacional como derecho en sentido estricto. Todo eso, sin lugar a dudas, tiene un punto autoritario. Desde ese planteamiento, el derecho se percibe en sentido vertical, como una cadena que conduce desde el legislador, que produce el derecho, hasta el ciudadano, que lo recibe. Todo el discurso de la soberanía popular, según el cual el legislador es investido de autoridad por la ciudadanía, casi nunca es más que pura parafernalia, por lo menos en lo que se refiere a la teoría jurídica, porque la propia ciudadanía no suele ser objeto de tratamiento por su parte. Es un punto ciego de la teoría. El único punto de quiebre posible de ese juego vertical es el juez, que es casi siempre percibido como alguien que puede desvirtuar la voluntad del legislador. Yo creo que la filosofía jurídica comenzó a tematizar el momento judicial porque interesaba limitar las potestades del juez, para no desvirtuar esa voluntad original del legislador, que es donde, digamos, radicaba la potencia del Estado.

Incluso aquellos autores que intentaron impugnar ese punto de vista del derecho (estoy pensando en los diferentes antiformalismos del siglo XX), cayeron, yo creo, en la trampa de fijarse de forma casi exclusiva en el juez. Ahí tienes la doctrina del derecho libre, que pensaba en un juez más creativo, o la doctrina de Gény de la libre investigación científica, que abogaba por un juez un poco más libre en la elección de fuentes; ahí tienes también a Philipp Heck, que planteaba únicamente la problemática del juez. En ese sentido, creo que hay una inercia epistemológica debida a la circunstancia política de cómo surgió el positivismo, de la mano del auge del Estado moderno como ente monopolizador de la fuerza. Para hablar del abogado, en efecto, haría falta sofisticar ese modelo vertical, que por cierto encuentra un momento álgido en la metáfora de la pirámide kelseniana, y ver el derecho como una red, como un ente difuso, lleno de puntos de repetición y de centros de producción. Uno de estos puntos, especialmente interesante por su posición dentro del juego del proceso y de su cercanía al ciudadano, sería el abogado.

7. Entre estrategias lingüísticas, procedimientos complicados, infinidad de normas, parecería que el derecho se encuentra rodeado de barreras y obstáculos para que una persona que no tenga un mínimo de conocimientos jurídicos acceda al mismo. Este aislamiento del derecho ha generado graves problemas estructurales de índole democrática, y de acceso a la justicia. Sin embargo, por otro lado, indispensablemente se necesitan técnicos especializados para desplegar el potencial del mismo. ¿Pueden hacer los abogados algo para contribuir a desmonopolizar el derecho? ¿O acaso serán ellos mismos parte del problema?

LLl: Yo creo que la abogacía es parte del problema, en el sentido de que gran parte de los abogados que se licencian cuentan, hoy en día, con una visión un tanto acrítica. Esto es así porque la enseñanza del derecho está constituida justamente para eso, para formar profesionales que no se planteen su función social, que no hagan crítica ideológica del derecho, ni de las profesiones jurídicas. En general, los abogados aprenden a comportarse como élites y a desenvolverse de forma corporativa, como un gremio que ostenta buenas dosis de poder social Ese poder social se sustenta, precisamente, en el manejo de un lenguaje extraño, en el cultivo críptico de ciertas tradiciones, de ciertos ritos y en el levantamiento de barreras intelectuales. Evidentemente, hablo de la abogacía en tanto que institución, no en relación con personas concretas. Hay, sin duda, muchísimos abogados comprometidos con la justicia y con los problemas sociales. Sin embargo, estructuralmente hablando, creo que son parte del problema.

Desde ese punto de vista, habría que desprofesionalizar y destecnificar el derecho. Porque como tú bien decías en el planteamiento de la pregunta, en muchas ocasiones el abogado, o el notario, o el juez, mantiene relaciones chamánicas con los ciudadanos. Es decir, son personas que manejan un lenguaje tremendamente abstruso, que se visten de forma extraña, que te reciben en un despacho cuya disposición física, decoración, etcétera, configura en muchas ocasiones relaciones de poder, incluso entre la ciudadanía y la persona que hipotéticamente debería estar para servirla, y que en última instancia generan sensaciones de miedo, de hostilidad, de extrañamiento frente a la ciudadanía.

Eso se puede corregir con una reforma del lenguaje jurídico, que no necesariamente debe capitanearse desde arriba, sino que quizás debe plantearse desde la base. Eso también puede cambiarse con una reforma de las altas judicaturas, siguiendo por ejemplo la senda de Bolivia, que ha introducido la elegibilidad de los miembros del tribunal constitucional, y también, y sobre todo, a través de una reforma de los estudios jurídicos, fomentando otro tipo de abogacía, más preocupada por su papel social, introduciendo asignaturas de política, de sociología, incluso de artes, de literatura, de cine, de ética, de filosofía en sentido amplio. Todo esto es muy difícil, es un reto muy complicado porque hay mucha resistencia en la profesión, pero es un reto que hay que abordar

8. Tú has criticado la obsesión dentro del grueso de la teoría del derecho contemporánea por el estudio de los vínculos entre derecho y moral, ya que estos tienden a diluir las relaciones entre derecho y política. Sin embargo, para el caso de los abogados parecería que la moral juega un rol primordial dentro de su actuar, incluso más que la política. ¿Qué opinas al respecto?

LLl: Es muy complicado pero pienso que la distinción entre moral, política y derecho no es tan férrea. Pienso que a veces aquello que denominamos moral en verdad es política. Pienso que aquello que llamamos derecho en realidad es política, o está ribeteado por la política, o tiene, digamos, un componente político.

Lo que sucede es que cuando lo denominamos moral, esta tiene un aura distinta y produce una percepción distinta en el oyente al que nos estamos dirigiendo. Yo creo que una percepción un tanto anestesiante. Cuando planteamos la disputa entre derecho y moral y nos obsesionamos tanto con esta, creo que estamos viendo el problema, a veces, con cierta candidez.  

Me parece que lo que ocurre más a menudo no es que sucedan problemas morales, sino problemas políticos. Problemas políticos en el sentido de intromisión del poder ejecutivo en la independencia de la justicia, problemas políticos en el sentido de que hay que aplicar normativas que son políticamente indeseables (pensemos en el caso de la reciente Ley Mordaza que se ha aprobado en España), problemas políticos en el sentido de que las altas cortes deciden problemas de naturaleza fuertemente política, como por ejemplo el aborto. Podemos abordar la cuestión del aborto como un problema ético, pero yo creo que es un problema político que involucra una estructura social patriarcal. Entonces, si se reduce a una perspectiva moral, se subjetiviza el problema, se diluye su naturaleza colectiva y se nos anestesia respecto a nuestra responsabilidad frente a ello, como si no se tratara más que de un problema de conciencia individual

Traído al tema de la abogacía creo que, muchas veces, los problemas de los abogados son problemas políticos y no problemas morales. Es verdad que muchas veces el abogado se puede ver en una tesitura éticamente complicada de tener que defender a una persona que a todas luces parece un criminal indeseable. Evidentemente ahí se sitúa en un problema ético, desde la perspectiva subjetiva del abogado. Pero si salimos de la perspectiva subjetiva del abogado y lo pensamos en un sentido mayor, también se está planteando ahí una problemática profundamente política, que es la del Estado de derecho, que involucra aspectos tan nucleares como el derecho de toda persona a tener una defensa, o el sentido de la política criminal de un gobierno. Estos son problemas políticos porque se produce una transición prácticamente invisible entre el terreno de la moral individual y el terreno de la moral colectiva.

A continuación, te diré una serie de nombres o conceptos y, por asociación, me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

España Deslealtad
Philipp Heck Una figura trágica. Originalmente tuvo ideas interesantes pero terminó ligándolas con el nacional-socialismo
Temuco Soledad, lluvia, pero también cariño
Alicia Florrick Un personaje apasionante que me sorprende a cada rato
Latinoamérica Muy complicado. A veces me siento tentado a pensar que es el futuro, pero en realidad esa es una idea paradójicamente eurocéntrica: la eterna idea de El dorado, de Latinoamérica como algo exótico
Cantabria Sentimientos muy contradictorios. La región de mi padre. Mi infancia
Fernando Broncano Admiración
Positivismo jurídico Felipe González Vicén. Algo en lo que creo que debemos seguir pensando. Un paradigma en el que todavía estamos insertos, pese a que algunos crean que no
Universidad Carlos III Originalmente mi casa. Un lugar en el que fui muy feliz, pero que al día de hoy me ha decepcionado.
Asterix Un clásico, mi clásico
Jhering Mi otro clásico. Un personaje apasionante que todos los estudiantes de derecho deberían leer, por lo menos “La lucha por el Derecho”
Felipe González Vicén Un autor que me ha marcado muchísimo. Alguien a quien me hubiera gustado conocer
Chile Mi país de acogida. Aunque a veces me enerve un poco por ser un país fuertemente neoliberal y autoritario en muchos sentidos, le estoy muy agradecido
Gregorio Peces-Barba Uno de mis maestros, una persona a la que tenía muchísimo cariño, pese a que en algunas ocasiones se comportaba de forma un tanto caciquil
México El país más hospitalario en el que me he encontrado nunca
Derecho Disciplina interesante si se estudia bien, con una perspectiva humanística. Profundamente aburrida de otra manera
Madrid Mi ciudad, de la que estoy enamorado, y sobre todo desde que vivo lejos de ella. Me sorprende en cada esquina

Sobre el próximo presidente argentino que no será abogado

El domingo pasado hubo elecciones primarias en Argentina para elegir al próximo presidente de la nación. Entre las distintas opciones políticas, al final, los dos candidatos que tienen posibilidades reales de enfrentarse en una segunda vuelta (durante los próximos meses) para ocupar La Casa Rosada son:

  • Screen Shot 2015-08-11 at 12.38.04 PMDaniel Scioli (pronúnciese Sioli), abanderado del Frente para la Victoria, el partido de la actual presidenta Cristina Fernández.
  • Mauricio Macri, candidato de una coalición política (de tintes conservadores) denominada CAMBIEMOS.

La verdad es que de la actual política argentina sé más bien puras cosas confusas. Para empezar el voto es obligatorio, luego a cada rato surgen nuevos partidos, una agrupación política de derecha se llama PRO, el peronismo no termino de asemejarlo al priísmo, el kirchnerismo sigue vivo sin ningún Kirchner a la cabeza, después no entiendo la naturaleza de la Cámpora, y para finalizar tengo amigos de izquierda que no votan a la izquierda y amigos de derecha que votan a la izquierda, en fin…

Lo poco que sé es que Macri me suena porque cuando (hace montones, pero montones de años) fui a Buenos Aires, recuerdo que este se andaba candidateando para ser presidente del club de fútbol Boca Juniors (de hecho es probable que si busco entre mis pertenencias de mi infanciadolencia encuentre una banda para la cabeza azul y amarilla con el apellido de Macri, si la encuentro no prometo una foto, prometo quemar dicha indumentaria).

De Scioli (pronúnciese Sioli), qué después de un mes de decirle “Chioli”, e incluso “Skioli”, supe que en su peculiar apellido la ce, al igual que la hache en idioma no argentino, es muda. Que es la derecha de la izquierda de lo que en Argentina se entiende como izquierda, o algo así, y poco más.

Da igual todo esto, el caso es que por primera vez desde que finalizó (de facto) la dictadura, Argentina tendrá un presidente ¡QUE NO ES ABOGADO!

Mauricio Macri estudió ingeniería civil en la Universidad Católica Argentina, y Daniel Scioli (pronúnciese Sioli), mmm Scioli (pronúnciese Sioli) fue deportista (piloto naútico) y luego empresario, creo que inició la Licenciatura en Comercio, en la Universidad Argentina de la Empresa, pero no la terminó, hace poco la retomó pero no me queda claro si ya se licenció o no.

Acá un grafiquito que encontré en un periódico argentino pretenciosamente llamado “Ámbito financiero”, donde se muestran las profesiones de los últimos presidentes y presidentas de Argentina:

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Para finalizar posteando un par de memes sobre “esa” creencia que si una persona no abogada gobierna un país, este será un lugar próspero y feliz. Vuelvo a insertar la imagen por aquello de la mala memoria, y porque es más falsa que la justiciabilidad de los derechos sociales en México.

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Bueno. Que por primera vez en mucho tiempo no exista un presidente abogado en Argentina no solo me emociona pues es un poco sobre lo que estoy estudiando, sino que también, suma puntos a mi favor, o bueno más bien (utilizando un pinche lenguaje adecuado para un trabajo académico) me ayudará a sustentar lo que intento probar. Pues una de las hipótesis que estoy tratando de desarrollar en la tesis es: Que la mala fama de la que gozan los abogados en el imaginario colectivo no única y necesariamente se corresponde con ejercicio de su profesión…, sino a algo más. A algo mucho más amplio. A algo que va por otro lado, ¿a la cultura jurídica puede ser?, ¿al propio derecho tal vez? Quién sabe, pero creer que de la profesión de la figura del primer mandatario depende enteramente la buena salud un Estado, y la completa dirección de las políticas públicas, es tan absurdo como creer que de un delantero depende por completo el resultado de un partido (aquí es donde levanta la mano Diego Armando Maradona y destruye mi hipótesis).

Por acá dejo el link al artículo del diario que hago alusión, no lo copio pues es más bien expositivo, y la verdad últimamente se me anda pasando la mano escribiendo entradas muy largas. Y para finalizar, bailemos al ritmo de Cristina Fernandez (el vime lo descubrí gracias al TW de @inconsistente).

Pobreza y justicia por Ana Laura Magaloni Kerpel

Ayer sábado 8 de agosto escribió, en los distintos periódicos del Grupo REFORMA, Ana Laura Magaloni sobre pobreza y justicia en México. Una editorial tremenda, además de crítica y bastante aguda, construida a partir de una narrativa tan amena como sensata.

El punto central de la profesora del CIDE se puede resumir en que ser pobre equivale a vivir fuera de la ley. Pero no en el sentido de focalizar la problemática en quienes de alguna u otra manera tienen que sortear al sistema jurídico para sobrevivir, sino, precisamente, en el sentido opuesto. Es decir, en la invisibilidad de las personas pobres para los aparatos de justicia, en aquellos, utilizando un término que me parece profundamente esclarecedor y poético, huérfanos jurídicos.

“Concesiones graciosas” llama Magaloni a los apoyos sociales, a las migajas con las que papá gobierno trata de apaciguar y anestesiar a millones de personas en condiciones de pobreza en México. Concesiones graciosas, concesiones cojas, huecas, obtusas, que poco sirven para materializar los derechos que los legisladores, de forma intencional, programáticamente inscriben cada sexenio  en la constitución.

Me queda claro que EL tema (sí así con mayúscula) de este siglo, de los años venideros (no solo en México, sino en gran parte del mundo) es pobreza y desigualdad. Sobre este deberán girar la gran mayoría de los aspectos teóricos a desarrollar… Abogacía, por ejemplo.

El último párrafo de la editorial de Magaloni creo que refleja a la perfección esto que digo: ¿Por qué los pobres no tienen abogados? ¿Por qué las defensorías de oficio es un tema menor? ¿Por qué los ricos, los que tienen capacidad económica para comprar, no sé si los mejores abogados, pero sí los más influyentes y, acaso, los más formados, son los que ganan los juicios? ¿Por qué un pobre no conoce sus derechos? Porque, como bien dice la autora, sería algo amenazante. Algo que no conviene.

Las respuestas no creo que solo vayan de la mano del tema de pobreza, sino también de un aspecto propio de la cultura jurídica, de su hermetismo, de su hegemonía, de su falsa apariencia, del lenguaje, de sus operadores, de un montón de fenómenos que no solo se encargan de difuminar derechos, sino que también se encargan de minarlos para que solo un séquito de orgullosos, e incestuosos, especialistas aparenten saber que los manejan.

La lectura de la columna de opinión sobre la que escribo, solo es posible encontrarla si uno es suscriptor del Grupo REFORMA. Por tanto, les presto mi ejemplar. También añado la liga a la TED Talk que hace alusión la autora al inicio del artículo. Subrayo las ideas que me resultaron más interesantes, que en este caso son casi todas. Tremendamente lúcida y certera, como siempre, la profesora Magaloni.


Screen Shot 2015-08-09 at 9.29.14 PMPobreza y justicia

En una interesantísima TED Talk, Gary Haugen, un abogado defensor de derechos humanos, cuenta, con historias concretas de personas en distintas partes del mundo, la estrecha relación que existe entre la pobreza y la falta de instituciones de ejecución de la ley (policías y tribunales).

Por ejemplo, Haugen reseña la historia de Venus, una mujer viuda de Zambia, que tuvo que ver morir a su hijo por falta de alimentos, porque, al fallecer su esposo, un señor que vivía en su comunidad la despojó de su casa y su tierra sin que ella pudiese defenderse. Venus y sus hijos se quedaron sin siquiera recipientes para transportar agua.

O la historia de Griselda, una joven guatemalteca que recibió ayuda del Gobierno para poder estudiar, pero sus sueños de prosperar a través de la educación se arruinaron cuando de camino a la escuela fue violada por varios jóvenes de su comunidad sin que la Policía y el Ministerio Público interviniesen para castigar a los responsables.

Estas historias, entre muchas otras, según Haugen, ayudan a comprender uno de los elementos que explican el fracaso de las políticas de alivio a la pobreza en el mundo.

Ninguna de esas políticas atiende un aspecto central de lo que significa la pobreza: vivir fuera de toda protección de la ley y, por lo tanto, no poder defenderse frente al abuso, la violencia o los actos ilegales de otros. No hay manera en que las personas y las familias prosperen desde esa orfandad jurídica.

Los resultados del informe del Coneval sobre la medición de la pobreza 2014 muestran claramente el fracaso de nuestras políticas de alivio a la pobreza. A pesar de todos los programas existentes, la pobreza aumentó de 53.3 a 55.3 millones de personas entre 2012 y 2014. La pobreza extrema prácticamente quedó igual: pasó de 11.5 a 11.4 millones de personas en ese mismo periodo.

Estos resultados deben obligarnos a repensar el problema y a redefinir las políticas en este ámbito. Y creo que, siguiendo el argumento de Haugen, es indispensable que las políticas de desarrollo social atiendan la marginalidad jurídica de los millones de personas que viven en pobreza.

Hasta ahora los apoyos del Gobierno en educación, alimentación, vivienda, salud, entre otros, son concesiones graciosas del Estado para las personas que viven en pobreza. Si esos apoyos no llegan o los servicios públicos son de mala calidad, los afectados no cuentan con la información y la asesoría jurídica que les permita promover amparos y defenderse en tribunales.

Es más, ni siquiera existe, como política pública, la idea de difundir que cada uno de esos servicios públicos forma parte del catálogo de derechos constitucionales de los ciudadanos y que, por tanto, es posible reclamar jurisdiccionalmente su cumplimiento.

La democracia en México no cambió la concepción de que la política social es un instrumento de control y de construcción de redes clientelares de los gobiernos estatales y federal. Quizá por ello no se ha logrado que el Estado sea capaz de proveer un conjunto básico de servicios públicos de calidad que no estén condicionados por nada y que les permita a los pobres prosperar.

La marginalidad jurídica de los pobres no sólo tiene que ver con los servicios públicos. También existe en la relación con otros individuos. ¿Qué puede hacer una persona que vive en pobreza para defenderse del abuso y atropello de otros?

Son historias de todos los días los estafadores que venden a los pobres terrenos que no están en regla y se salen con la suya, las madres solteras que no pueden cobrar la pensión al padre de sus hijos, los jornaleros que son esclavizados por agroempresarios propietarios de las siembras, las costureras que son explotadas por las empresas de confección de ropa, las trabajadoras del hogar sin horario, prestaciones ni sueldo digno, y un larguísimo etcétera.

Ninguna reforma judicial hasta la fecha ha buscado derribar las enormes barreras de acceso a la justicia de los millones de personas que viven en pobreza en México. Empoderar a la gente y darle instrumentos de defensa frente al Estado y frente a otros debería ser una tarea prioritaria de las políticas sociales.

Sin embargo, por una razón que no logro explicarme, una cuestión tan básica como darles abogados a los pobres en México parece un asunto invisible, irrelevante o, quizá, amenazante.

¿Cómo actúa un abogado cuando se queda sin trabajo?

‘Ex-abogado, trabajará por muchísimo dinero’


Viñetas sobre abogados.