Monthly Archives: October 2014

Viñetas sobre Halloween y los abogados

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Fiesta de Halloween – ¿De qué vienes vestido?, De abogado de quiebras.


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Películas de terror para abogados – El cliente no pudo pagar


6cfbde5caf7c5d5a8f0e9c73b397285b¡Está vivo! Rápido, llama un abogado de patentes.

 

Merchandising sobre abogados No. 3

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“Yo ya doy miedo… Soy abogado”

La camiseta está cara, cuesta 27 euros, y la encontré en Zazzle, también está disponible en otros colores.

Los abogados y la justicia por Mauricio García Villegas

Hace 10 días Mauricio García Villegas escribió sobre abogados en su columna quincenal en el periódico colombiano El Espectador.

He de confesar que la primera vez que leí el artículo, no sabía que lo escribió García Villegas. De hecho, el inicio del mismo me pareció un poco pedante y estuve a punto de abandonar su lectura. Pero no lo hizo. Y por el contrario, al continuar leyéndolo lo descubrí bastante pero bastante agudo y por tanto bien ameno e interesante.

En el artículo, el autor del conocido libro La eficacia simbólica del derecho además de pronunciarse a favor de regular la profesión de los abogados en su país, que es Colombia, realiza una pertinente argumentación sobre la misma donde involucra temas de desigualdad educativa, de ética, además de tomar en consideración factores cuantitativos sobre la profesión y circunstancias políticas coyunturales.

El artículo no es el típico (y aburridísimo) artículo sobre medios de regulación en la abogacía que propugna soluciones milagrosas, o que acaso diagnostica un tema sobrediagnosticado. Y es que valga la pena mencionar que  Mauricio García Villegas es, a mi consideración, uno de los nombres indispensables hoy en día al momento de abordar temas de teoría crítica y sociología jurídica, no solo en Latinoamérica, sino a nivel mundial.

Me calló, no doy más spoilers. A continuación, lo que escribe el autor en cuestión sobre la regulación de los abogados en Colombia. El artículo es de acceso libre, y acá encuentran el link. Subrayo las ideas que me resultaron más interesantes (que son casi todas).


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Los abogados y la justicia

Por ejemplo, es una lástima que en una sociedad no haya buenos filósofos ni buenos médicos; pero que un filósofo diga pendejadas por no haber recibido una buena formación, no es tan grave como que un médico opere a un paciente sin saber lo que hace. Por eso, el Estado se debe preocupar más por lo segundo que por lo primero. Con los abogados ocurre lo mismo que con los médicos; como son parte esencial del engranaje de la justicia, que es algo esencial en la vida de una sociedad, no deberían ir por ahí litigando como se les antoje.

En el caso de los abogados el Estado debe vigilar dos cosas. En primer lugar, la calidad de sus conocimientos. Esto se puede hacer a través de un examen de Estado o a través de colegios de abogados (de afiliación obligatoria) que evalúen periódicamente a sus afiliados. Lo segundo, es la ética profesional del abogado. Esto también lo pueden hacer los colegios de abogados o lo puede hacer un tribunal disciplinario políticamente independiente y éticamente intachable.

Estos son controles elementales que se utilizan en casi todos los países democráticos. En Colombia, sin embargo, con una de las tasas de abogados más altas del mundo (354 por cien mil habitantes), estas ideas simples y razonables nunca se han podido llevar a la práctica. No es que no se hayan propuesto, es que cada vez que se proponen, sus opositores, en la academia jurídica y en los círculos políticos (dos mundos demasiado cercanos en este país), ganan la partida. La semana pasada el ministro Yesid Reyes propuso que los abogados tuvieran que pasar un examen de Estado antes de ejercer la profesión y de inmediato saltó un buen número de decanos de facultades de derecho para descalificar la medida, con el consabido argumento de la autonomía universitaria.

El examen de Estado para los abogados se justifica sobre todo en países que tienen una educación muy dispar, como es el caso de Colombia, con facultades de derecho buenas, regulares y malas. Que todos los egresados de esas facultades puedan ejercer la profesión sin ningún control, es un absurdo que muestra cómo en este país los abogados funcionan más como un grupo de interés que como una profesión asociada con la justicia. El control disciplinario, por su parte, también funciona mal, dado que, como se sabe, la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura ha sido, en buena parte, capturada por intereses políticos y corporativistas.

Como los diplomas de las facultades de derecho tienen un valor tan distinto (dadas sus diferencias en términos de calidad), en Colombia hemos creado un mecanismo informal de homogeneización de esos diplomas: se trata de las maestrías ofrecidas por algunas facultades de prestigio en las grandes ciudades, sobre todo en Bogotá. Así, quien obtiene su título en una facultad mediocre y desconocida, hace luego una maestría en una universidad reputada y se presenta como egresado de esta última (una especie de lavado de título). Esto ha conducido, además, a la mercantilización de los posgrados, muchos de ellos de pobre calidad, lo cual es una expresión adicional de la falta de control de la que vengo hablando.

Se habla mucho por estos días de la crisis de la justicia y de las innumerables propuestas para remediar sus males. Eso está bien, sin duda, pero no deberíamos olvidar que la justicia también depende de la educación legal y de la ética profesional, dos cosas que, dicho sea de paso, se refuerzan mutuamente, para bien o para mal.

Viñeta de Trino “Pinchis abogados por eso nadie los quiere”

Hace dos semanas en su tradicional tira “Fábulas de Policías y Ladroenes“, publicada en los distintos periódicos mexicanos del Grupo REFORMA, el conocido caricaturista Trino hizo alusión a los abogados (y a su facilidad para adaptarse a cualquier situación presentada, independientemente de su moralidad, o incluso su legalidad).

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Agradezco al buen Alejandro Posadas, profesor del ITAM y doctor por Duke, que me hizo llegar la viñeta.

En ese sentido toda contribución, en su formato de fotos, viñetas, artículos, chistes, lo que sea…, ¡bienvenida siempre!

 

No existe un premio Nobel de economía, existe un supuesto premio Nobel de economía. No existe un premio Nobel de derecho, ni existe un supuesto premio Nobel de derecho

nobel-medalQuímica, física, medicina o fisiología, literatura y paz. Estos son los únicos 5 campos que Alfred Nobel señaló en la versión final de su testamento de 1895 para instituir un premio anual dirigido a aquellas personas que durante el año anterior “hayan aportado el mayor beneficio a la humanidad”.

No obstante la existencia de un premio comúnmente denominado “Nobel de economía”, no existe como tal el premio Nobel de economía. Pues dicho premio fue instituido en por el Banco Central de Suecia en 1968 utilizando como pretexto la celebración de su tricentenario.

A pesar de que fue creado con un nombre parecido (Premio en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, fundador del Premio Nobel), confeccionado con diferencias estéticas mínimas en comparación con las otras medallas otorgadas y con una cantidad de dinero que, aunque no patrocinada en su totalidad por la fundación Nobel, resulta de un monto similar a las demás; el supuesto premio Nobel de economía, a lo largo de los años, ha ido generando una percepción de uniformidad entre todas las categorías premiadas.

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Medallas a detalle.

Percepción falsa, pero percepción al fin, que equipara a la economía con las otras disciplinas laureadas, para encarecer su significación y su preponderancia.

Philip Mirowski, profesor de la University of Notre Dame, especialista en historia y filosofía de la economía, afirma que una de las principales razones de incluir tal premio (que suele ser bastante desconocida) fue que a finales de la década de los sesenta, en medio de una gran disputa política en Suecia, el Banco trató de ser una entidad más independiente respecto al gobierno en turno o los sindicatos y sobre todo en relación a la rendición de cuentas. Para apoyar tales postulados, más allá de buscar un soporte político, lo que se pretendió fue erigir una percepción científica creíble de la economía para lograr su cometido.

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Friedman y Pinochet, en 1975.

Hasta 2013, de las 74 personas laureadas, en las cuarenta y cinco ediciones que se ha entregado el galardón, solamente una ha sido mujer, 43 han nacido en Estados Unidos y alrededor de una cuarta parte de los mismos son provenientes de la llamada “Escuela de Chicago, liderada por Milton Friedman, cuyos antecedentes lo sitúan como el principal artífice y divulgador de la doctrina neoliberal contemporánea.

Y es que parece olvidarse que en aquella época las teorías económicas neoclásicas no gozaban de la aceptación y difusión global que obtuvieron a partir de los premios. El catapultar proposiciones específicas como dogmas económicos a partir de los efectos posteriores provocados por el galardón, como principal institución internacional de reconocimiento y excelencia científica, se encargó de guiar a la opinión pública y posicionar portavoces dentro de una profesión que carecía de ellos. Así, la economía, al equipararse con las otras disciplinas laureadas, encareció su significación y preponderancia. En fin.

En ese sentido, no existe un premio Nobel de derecho. Tampoco existe en supuesto premio Nobel de derecho. O acaso un galardón que celebre universalmente a esta disciplina.

A diferencia de la arquitectura donde existe el Premio Pritzker, o la Fields Medal para descubrimientos sobresalientes en el campo de las matemáticas, en el área del derecho no existe un galardón al respecto que cuente con una importante tradición que lo avale o con un respaldo internacional mayoritario.

Sin embargo, siempre hay un sin embargo, cabe hacer mención que justo en 2012 se instituyó la entrega cada 2 años de los Premios Tang, galardones de origen taiwanés, fundados por Samuel Yin (empresario, filántropo y considerado, según la última edición de la lista que publica la revista Forbes, como la novena persona más rica en el mundo) y respaldados por el instituto de investigaciones académicas más importante de China, la Academia Sínica.

28356_9560400.128.8128CL4H_2013資料照片_copy1 Estos premios fueron ideados para reconocer, con una suma de dinero mayor que la de los Premios Nobel, las investigaciones novedosas en distintos campos, que contribuyan a la creación de otra era dorada en la historia de la humanidad.

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Gráfica de los premios con más cuantía en el mundo.

Ahora bien, agárrense, dentro de las categorías premiadas se encuentra la denominada “Estado de derecho”, cuyo objetivo es promover: “que en última instancia, el derecho, tanto en la teoría como en la práctica, corone la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible con el fin de servir al bien común de la humanidad y la naturaleza”.

albie-sachs¿Será acaso este premio el que dentro de algún tiempo pueda ser llamado el premio Nobel de derecho? Quién sabe. De entrada parece que no. Esto, porque el primer galardón entregado (hace solo un para de meses) fue para Albie Sachs, ex juez de la Corte Constitucional de Sudáfrica que bien antes de distinguirse propiamente por su actividad intelectual o por desarrollar teóricamente postulados jurídicos de aspiraciones transversales, su actividad se ha desplegado preponderantemente en el campo de la tutela jurisdiccional de los derecho o propiamente dentro del activismo de los derechos humanos.

Yo hubiese esperado nombres como Posner, Ferrajoli, Atienza, Alexy, Boaventura, MacKinnon, Cançado Trindade…

No sé. Pero si lo que se pretende es celebrar y propulsar el activismo en la materia, tal vez pero solo tal vez, antes que crear otro premio, sería más adecuado seguir promoviendo otros galardones, como por el ejemplo el premio Martin Ennals para Defensores de los Derechos Humanos.

¿Cuántos abogados han ganado el premio Nobel de literatura?

Recién finalizó la semana de entrega de unos de los premios más mediáticos (¿y prestigiosos?) del mundo. No me refiero a los premios Oscar, sino a los premios Nobel.

Este 2014. El de literatura lo ganó el novelista francés, de origen italiano, Patrick Modiano. Significando que, por quién sabe cuántos años consecutivos, Haruki Murakami (otra vez) no ganó.

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No existe un premio Nobel de derecho. No obstante, a lo largo de la historia de los premios han sido distintas las personas laureadas que han cursado estudios en derecho.

Me centraré en el premio Nobel de literatura. Pues además de las influencias recíprocas entre derecho y literatura, es bien conocido que un gran número de personas que han comenzado estudiando derecho, terminan escribiendo literatura, o bien sencillamente abandonando la primer carrera, o por el contrario, utilizándola como trampolín para ejercer el oficio de la escritura, o incluso adecuándola y haciéndola compatible con otras actividades afines.

Y es que tanto literatos como juristas tienen el común denominador de ser personas que profesan y cultivan las letras, aunque en sentidos opuestos (sin que esto necesariamente sea incompatible).

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Neruda no estudió derecho, aunque siempre estuvo relacionado con el mundo de la diplomacia. Precisamente se le atribuye a él quien haya sido quien sonsacó a Paz para que no se titulara como abogado y se involucrara de lleno en la literatura.

A continuación, presento las personas (dentro de los 111 premios Nobel de literatura que se han entregado en 107 ocasiones desde 1901 hasta 2014) que han iniciado estudios formales de derecho y que han ganado el Nobel de literatura.

De antemano, es pertinente señalar que la lista es engañosa. Pues no por decir que hayan estudiado derecho, significa que hayan ejercido propiamente la profesión, o de plano terminado la carrera. De ahí que con un asterisco se señalan aquellos que iniciaron sus estudios para ser abogados pero a la postre prefirieron abandonarlos.

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La lista es de elaboración propia. Cualquier corrección o enmieda es bienvenida.

Respondiendo a la pregunta de ¿cuántos abogados han ganado el premio Nobel de Literatura? Hasta 2014, la respuesta, en sentido estricto, sería ninguno. A caso se podría decir que Theodor Mommsen quien era romanista y catedrático de derecho en distintas universidades en Europa. Sin embargo, respondiendo en sentido amplio, se podría afirmar que 17, de los cuales 6 abandonaron la carrera en derecho y 11, sencillamente, nunca ejercieron o más bien prefirieron dedicarse por entero a la creación literaria.