El afamado cuento Ante la Ley de Franz Kafka me parece uno de los mejores ejemplos que se han ideado para explicar la lógica del funcionamiento de cualquier sistema de justicia. Aunque no es momento de explayarme sobre dicho relato, me parece tan cruda como verídica la idea que ronda el escritor nacido en Praga respecto al hermetismo, violencia, ajenidad e indiferencia que entraña la impartición de justicia. La eterna espera del campesino que se presenta ante las puertas de la ley custodiada por ese tétrico guardián barbado, viene a desmentir determinados conceptos preconcebidos sobre la justicia preconcebida como algo de acceso universal, de rápida y eficiente diligencia, y articulada sobre la base del respeto de otros derechos.
Bueno pues Kafka ideo ese cuento en 1915. Hace ya más de cien años. Y aunque se pueda decir que las cosas han cambiado, lo cierto es que resulta difícil hablar de que enfrentar al derecho, apercibirse ante las puertas de la ley, sigue siendo una actividad más bien hermética y repleta de turbias complejidades.
La revictimización que sufren las personas al interponer sus pretensiones ante tribunales, el fuerte componente clasista dentro de las estructuras del propio sistema, la indiferencia e ignorancia de muchos funcionarios jurisdiccionales, los engorrosos trámites, lo arraigado del formalismo en nuestra cultura, el aislamiento de la disciplina jurídica, etcétera, etcétera, etcétera…, son múltiples y diversos fenómenos que difícilmente pueden modificarse, ya no digamos de la noche a la mañana, sino cada tantos años.
El lenguaje como componente fundamental dentro del ejercicio del derecho, resulta clave no solo para establecer un mínimo común denominador con relación a nuestros vínculos relacionales, sino también para forjar las dinámicas sobre las que se despliega este fenómeno. Sobre esto se ha escrito mucho, sin embargo, parecería que de forma continua la agravada tecnificación del lenguaje sirve como excusa para anclarnos en lo anacrónico y lo añejo. No por nada se dice qué aun y cuando la Iglesia Católica ha dejado de usar el latín, nosotros los abogados lo seguimos manteniendo.
Cuando le pregunté a Justice Cossío sobre este tema y la impartición de justicia en México, me respondió: “creo que existe un discurso sobre el lenguaje claro, sobre accesibilidad, pero creo que no se ha transformado en lo más mínimo. Creo que seguimos teniendo pésimas sentencias, pésimas demandas. Un lenguaje crecientemente defectuoso“. No se equivoca.
Hace días salió a circulación un comic sobre la importancia de la Justicia Abierta ilustrado por mi paisano regiomontano, el buen Guffo Caballero, e ideado y compuesto por la magistrada María Silva y el magistrado Carlos Soto, donde en dieciséis páginas, de la mano de un martillito (yo prefiero llamarle así, pues su nombre correcto (mallete) es más bien un tanto feo) y una lupita, se trata de evidenciar la importancia de utilizar ciertos principios guías al momento de impartir justicia.
Después de leer el comic, me parece que este se puede dividir en tres apartados que a continuación reseño de forma bastante sucinta. En la primera se realiza un repaso por ciertas ideas que es importante socializar y propulsar para mejorar el sistema de justicia en cualquier sociedad que aspire a su consolidación democrática, así como también se proponen algunos mecanismo para involucrar a la sociedad al momento de impartir justicia. Después, en un segundo momento, se enlistan seis beneficios puntuales de la Justicia Abierta, que van desde mejoras económicas hasta el fomento de capacidades intelectuales y el fortalecimiento de principios institucionales. Por último, y aunque solo en una página pero muy importante, se realiza un breve diagnostico sobre este tema en México, a la vez que se describen un par de acciones para impulsarlo.
Pues bueno, yo no sé si esto se pueda medir, se pueda categorizar, o incluso si se pueda traducir en beneficios concretos para nuestro entorno jurídico-político. Quién sabe, ojalá. Lo que por el momento sí puedo hacer es alegrarme por pensar otras formas de pensar el derecho, porque estos esfuerzos valen la pena por su pretensión de socializar lo que hacemos más allá de nosotros mismos.
Idear nuevos esquemas sobre los que podamos convertir al campo jurídico en un campo menos hermético y asilado, es una tarea muy pero muy compleja (que a algunos se les hace aburrida y a otros les parece algo pueril) que conlleva comunicarnos mejor para que podamos entendernos, exigir, criticar y reflexionar sobre nuestra propia comunidad.
A continuación replico de forma íntegra el trabajo de Guffo, María y Carlos.