La continua proyección por gran parte de la cultura de masas y distintas manifestaciones artísticas y sociales respecto a configurar una mala imagen del abogado, casi siempre empatada con la ignorancia, la insaciable ambición, o lo absurdamente problemático; dejan entrever que algo habrá de verdad en eso. El menosprecio en el estudio y teorización que la doctrina científico-jurídica le ha otorgado al abogado como agente fundamental en la consolidación de un estado democrático, en contraste con otros operadores jurídicos; infieren una supuesta irrelevancia del mismo en el mundo actual.
No por nada, Luigi Ferrajoli afirma que la singular desproporción entre la vasta literatura, no solo jurídica sino también sociológica y filosófica-política dedicada a los jueces y los fiscales (FERRAJOLI, Luigi, “Sobre la deontología profesional de los abogados”, en GARCÍA PASCUAL, Cristina (coord.), El buen jurista. Deontología del Derecho, Tirant lo Blanch, Valencia, 2013, p. 204.) e incluso a la figura del legislador y a la propia sociedad civil, contrasta con la que analiza a los abogados y así devela, más que un descuido intencional, un menosprecio respecto a su figura en sociedad.
La existencia de este blog se justifica al intentar identificar en el abogado, a través del estudio de su figura desde diferentes perspectivas, una serie de posturas divergentes y contradictorias que en detrimento de su función social, impactan hoy en día directamente en la salvaguarda de los derechos humanos.
Eso, todo eso, está muy bien. Pero la verdad es que este blog sencillamente también existe a manera archivero electrónico, memoria, diario, psicólogo, cápsula del tiempo, etcétera…, respecto a la investigación que estoy realizando sobre el tema.