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8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Sergio López Ayllón

El pasado martes 29 de enero de 2019, en el Centro de Investigación y Docencia Económica, CIDE, tuve la oportunidad de entrevistar a Sergio López Ayllón (Ciudad de México, México 1960).

Sergio López Ayllón es abogado y doctor en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con estudios de posgrado en la Universidad de Derecho, Economía y Ciencias Sociales de París (París II). Desde 2013 funge como Director General del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), institución en la que ha sido Secretario General, Director de la División de Estudios Jurídicos y profesor e investigador. Asimismo fue investigador y Secretario Académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

En definitiva para quienes intentamos estudiar la profesión jurídica en México desde la sociología del Derecho los textos que, hace ya algunos años, Sergio López Ayllón y Héctor Fix-Fierro escribieron sobre abogados resultan una referencia obligada para poder tener una perspectiva general sobre un tema que resulta urgente pensar y repensar, un tema que, por lo general, pasa inadvertido ante la enorme cantidad de juristas que se centran exclusivamente en una óptica normativista de este fenómeno. Según recuerdo, además de esclarecedores y provocadores, el profundo influjo que tuvieron sus papers marcaron la ruta para trazar unas coordenadas mínimas sobre la abogacía en el país. Saber cuántos abogados existen, su incremento cuantitativo y su decremento cualitativo, conocer a qué se dedican, qué es lo que leen, dónde estudian, etcétera, en definitiva, nos hacen detenernos un momento ante la innumerable cantidad de leyes y de sus incesantes reformas y reflexionar en torno a sus aplicadores.

Cuando podamos estar en posibilidad de comprender que Derecho y operadores jurídicos son productos concomitantes, tal vez, dejemos de sacralizar esta idea tan idílica como falaz que se tiene respecto a nuestro ámbito de estudio y trabajo. Y es que eso es, precisamente, lo fundamental. Saber que así como el Derecho no es algo perfecto, ni sacro, ni impoluto, algo que, por el contrario, es a todas luces perfectible, razonable y que debería estar en constante comunicación con otras disciplinas, también habrá que tener en mente que quienes lo operan están sujetos a una serie de circunstancias contextuales.

Y ahí creo que se encuentra una de las principales virtudes de Sergio, no solo en su trabajo intelectual desde lo jurídico, el cual refleja una amplia conjunción de abordajes multidisciplinares y temáticas variadas, sino también en su actuar cotidiano, en el ejercicio práctico de la profesión. Al compartir diversos amigos en común, en distintas épocas e instituciones, todos coinciden en su sagacidad y su asombrosa intuición para detectar problemáticas y eventualmente encontrar soluciones prácticas. El afamado dicho que afirma que “cuando uno va, algunos ya fueron y vinieron”, no es broma que yo se lo he escuchado aplicado a Sergio aumentado y refinado en más de un par de ocasiones. De ahí que valga la pena nunca perderlo de vista, leyéndolo y escuchándolo, estando al pendiente de su trabajo como académico, como funcionario y como intelectual público. En sus facetas que, a diferencia de muchos otros que lo intentan, ejecuta con una maestría propia de alguien que sabe y disfruta lo que hace.

Agradezco a Sergio López Ayllón su tiempo para tener esta fructífera charla sobre abogacía. Por su capacidad para sintetizar y socializar un fenómeno tan complejo como el Derecho pero, sobre todo, por su disposición para construir mejores prácticas jurídicas que eleven no solo la calidad de sus operadores sino también la de toda una futura generación de profesionistas que enmarcan su trabajo dentro de una misma comunidad política.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Sergio López Ayllón.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Sergio López Ayllón (SLA): Gangster.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

SLA: Mi tío.

3. Si tuvieras la oportunidad de poder volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar Derecho?

SLA: Sí porque me ofreció un enorme horizonte de posibilidades, de conocimientos a partir de la simplicidad del Derecho. El Derecho al final tiene que ver con todo y creo que pude aprovechar esa amplia variedad de espectro para introducirme en muchas cosas que, de otra manera, difícilmente hubiera podido realizar..

4. Una de las principales recomendaciones del Informe en materia de justicia cotidiana que hace tiempo realizó el CIDE, y que tú coordinaste, se enfocó en “revisar los programas de formación de abogados y regular el ejercicio de la profesión jurídica”. Me centro en esta última parte, porque parecería que el tema de la colegiación (en específico la colegiación obligatoria) se ha querido posicionar como la panacea para el gremio.

Después de varios intentos fallidos de reforma en la materia, ante una profunda desigualdad en el acceso a la justicia, y un creciente distanciamiento de los operadores jurídicos de la realidad social, ¿no crees que la colegiación generaría otro “cuello de botella” en las dinámicas de la profesión? En general, ¿cuál es tu opinión sobre la colegiación de los abogados?

SLA: Comparto, o más bien creo, que no hay que sobrevalorarla. La colegiación es una herramienta que puede ser útil si está acompañada de otra serie de condiciones. En este momento yo no he sido partidario de la colegiación y menos de la colegiación obligatoria. Creo que hay que trabajar otras vías que tienen que ver en primer lugar con mecanismos de certificación de los abogados que salen de las muchísimas escuelas de derecho y que difícilmente cumplirían con requisitos mínimos de conocimientos. Creo que hay que fomentar la colegiación pero hay que restructurarla de manera tal que no sea un mecanismo que genera una barrera de acceso, sino que sea un mecanismo de certificación de la calidad profesional y fomento a la educación continua de las personas que están colegiadas. Si hacemos esto probablemente en una década o más podríamos pensar si la colegiación obligatoria es una alternativa razonable. Lo que estoy convencido es que tenemos una profesión jurídica de muy baja calidad en promedio y que la mejora de los mecanismos de operación jurídica, de las instituciones jurídicas, pasan por la calidad de los recursos humanos y de la calidad de la formación de los abogados y que una parte de la explicación de por qué no tenemos un estado de derecho sólido tiene que ver con la baja calidad de la profesión jurídica

5. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

SLA: En general en contra. No me aparece que corresponda a un patrón cultural que haga sentido en el medio jurídico mexicano. Soy un poco más favorable al uso de la toga en la judicatura, no en la profesión.

6. Considerando que el potencial de la licenciatura en Derecho se encuentra relacionado con el hecho de que la economía y la política se rigen en términos jurídicos, ¿qué opinas de que, por lo general, lo cuadros políticos de las clases dirigentes tradicionalmente se encuentran conformados por abogados? Es decir, ¿necesitamos más abogados en la administración pública, o por el contrario sería bueno que otros profesionistas conformen la misma?

SLA: Necesitamos mejores abogados en la administración pública, abogados que conozcan de administración pública, que conozcan de economía, que conozcan de ciencias políticas, que conozcan de regulación, que sepan negociar e innovar… Abogados con otro tipo de habilidades que hoy no tienen los abogados promedio en la administración.

7. En esta serie de emblemáticos trabajos que en 2005 realizaste con Héctor Fix-Fierro respecto a los abogados en México, una de sus conclusiones señalaba que la profesión jurídica mexicana, “si es que existe, no desempeña ningún papel significativo en el proceso de legitimación institucional ni en el gobierno general de la sociedad”.

Quince años después, te pregunto, ¿podrías seguir sosteniendo dicha afirmación o, por el contrario, crees que ya se puede hablar del surgimiento de un sentido efectivo de solidaridad “orgánica” en el gremio?

En cualquier caso, ¿cuál crees que debería su papel de los abogados bajo el actual contexto político que estamos viviendo?

SLA: Hay algunos elementos que me hacen pensar que sí hemos avanzado en esa dirección: todavía de manera incipiente, el rol distinto de los abogados, de las barras de abogados, el papel de los jueces constitucionales, el papel de algunas clínicas del derecho. Creo que encontramos indicios donde la profesión jurídica empieza a jugar ese papel que debió haber jugado hace mucho tiempo y que es el utilizar las herramientas jurídicas para la protección de los derechos y para la consolidación del Estado democrático. Entonces, sin ser extraordinariamente optimista, veo algunos signos alentadores.

8. No tengo la menor duda de que el CIDE ha sido una de las instituciones en México pioneras en la innovación educativa. Por lo menos, en el ámbito jurídico sus métodos de casos y, en general, el sello del trabajo interdisciplinar que los caracteriza ha podido ir permeando no solo distintas generaciones de profesionistas, sino también otros espacios educativos.

Sin embargo, estamos en un país en el que “uno de cada tres universitarios cursa estudios de derecho o contaduría, y en muchos casos el graduado llega al mercado laboral con paupérrimos niveles de habilidades y conocimientos”.  

En ese sentido, te pregunto, ¿qué se te ocurre para diversificar la elección de una carrera en México? O más bien, ¿es deseable que se diversifique? O, en todo caso, ¿qué alternativas imaginas para elevar la formación de los profesionistas en México?

SLA: En general creo que la educación universitaria tiene que modificar ya su modelo. Seguimos manteniendo el modelo de disciplina en estancos, donde hay poca comunicación y poca intercomunicación entre las diferentes disciplinas. Creo que necesitamos una reforma comprensiva de la educación de licenciatura que permita más movilidad, que permita más interdisciplinariedad y evidentemente pienso en el derecho. El derecho debería, como el modelo americano, ser más una etapa terminal de especialización que una disciplina que corre una sola dirección de 4, 5, 6 años. El mundo se está moviendo a velocidad vertiginosa en las nuevas habilidades que requieren los profesionales y yo creo que todo el sistema se va a tener que adaptar a estas disposiciones mucho más rápido de lo que usualmente somos capaces de reaccionar.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Sociología del Derecho Deber
Universidad Paris II Francia
Alejo Carpentier La consagración de la primavera
CIDE Energía
María del Refugio González Maestra
NAFTA La mejor Universidad
Derecho administrativo José Roldan
UNAM Mi casa
Constitución El ideal
Sistema Nacional Anticorrupción Una quimera
Piano Música
Impunidad Guerra
José Barragán Mi profesor
SCJN Mis amigos
Vino tinto Vida
Justicia Cotidiana Una promesa
Jorge Carpizo Un maestro
Derecho Paz
Justicia Lo indispensable
México Mi patria

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Luisa Reyes Retana

El pasado miércoles 30 de enero de 2019, en su casa en la colonia Roma, tuve la oportunidad de entrevistar a Luisa Reyes Retana (Ciudad de México, 1979).

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Luisa estudió Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y cuenta con un posgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Berkeley, en California. Después de pasar varios años ejerciendo la profesión, destacando su paso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), desde hace tiempo se ha desempeñado en el mundo de la Literatura, donde ha sido cofundadora de Sicomoro Ediciones y coeditora de la revista Animal. También ha colaborado en Arte al Día, La Tempestad y el semanario Frente. Hace un par de años, su novela “Arde Josefina” ganó el Premio Mauricio Achar / Literatura Random House.

Balzac afirmó que “la novela es la historia privada de las naciones” , y esto resulta más que evidente pues, como diría Javier Cercas la literatura no es solo eso que necesitamos “para vivir de mentira lo que no pudimos o no quisimos vivir de verdad, para enriquecer nuestras vidas, para ensayar el futuro y prepararnos para él o protegernos de él, para vivir del todo” sino que también representa la más sincera queja de una sociedad agobiada por la injusticia , ya que al hacer explícitos los riesgos de un tiempo concreto, escribir se convierte en una forma de protestar. “Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia que implica la libertad”, alguna vez escribió o dijo algo así un afamado Nobel español (cito de memoria, quizá me equivoque), pero, en definitiva, las posibilidades de creación, de imaginación, a través de la escritura denuncia contra lo que nos inquieta quedarían ampliamente reducidas.

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Conocí a Luisa, o más bien, el libro de Luisa, o sea a una parte de Luisa, una Navidad que mi amigo Javier Martín me regaló “Arde Josefina”. Tenía un vuelo por delante y decidí llevármelo conmigo. La verdad es que me gustó, no lo pude soltar durante todo el camino, y, para ser sincero, lo que más me había sorprendido es como al ser abogada podía escribir tan bien su primer novela. ¡Vamos!, mucho del tiempo del trabajo que realizo lo dedico a leer cosas que escriben abogados y, no es por nada, pero, por lo general, la prosa resulta bastante estándar, por no decir aburrida, con muchos problemas de sintaxis, y prácticamente tendiente a pasar desapercibidos a los anales de la historia entre un montón de cosas escritas por abogados. Lo que encontré en el libro de Luisa, sin todavía conocer su background, probablemente, fue una novela inteligente, bien pensada, que me conmovió, con algunos destellos jurídicos, habrá que decirlo, una novela sucinta, incluso diría breve pero precisa, que sabe condensar lo necesario para detonar ciertos elementos en sus lectores. Creo. No lo sé, igual es lo lindo de la literatura, que no del Derecho, lo subjetivo, que cada quién pueda hacer un juicio de valor al respecto, o no, no es cierto, eso claramente no es lo que diferencia una disciplina de otra, pero por ahí iba la idea.

En fin, no abordaré en este post el intrincado tema de literatura y Derecho, de Derecho y literatura, que en este espacio, ya se han plasmado algunas ideas, y que ojalá un día pueda hacerlo con mayor calma y rigurosidad, por el momento simple y sencillamente ojalá que como gremio no olvidemos que somos una profesión de letras. Que lo importante no es escribir una novela, o una demanda, o una sentencia, o un paper, sino escribir una buena novela, demanda, sentencia, paper, o lo que sea, pero de calidad. Luisa, es un claro ejemplo de que se pueden hacer las dos cosas. O más bien un tremendo precedente de que cuando se respeta y se le dedica tiempo a la escritura, los resultados serán satisfactorios.

Agradezco a Luisa su disposición y su tiempo para charlar, así como también le doy las gracias por el atrevimiento por escribir ficción (o mejor dicho, buena ficción), por contar sus historias y hacernos no solo imaginar otros escenarios en este mundo sino también más y mejores posibilidades en el uso de nuestro lenguaje.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Luisa Reyes Retana.


1.- ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Luisa Reyes Retana (LRR): Ha cambiado varias veces (lo primero que me aparece en la mente cuando escucho la palabra “abogado”). Cuando decidí estudiar derecho, imaginaba voces autorizadas para hablar sobre el significado específico de la palabra “derecho”. Pensaba en el Juez Bernardo Sepúlveda Amor, en mi abuelo, Oscar Reyes Retana. Me parecía el inicio una profesión avocada a la justicia. Conforme pasaron los años, he asociado la palabra también a una profesión avocada al dinero, a los negocios. Luego empecé a escuchar el sonsonete del desprestigio de la profesión y distorsionó mis conceptos medio puristas. Más tarde me pareció una palabra demasiado masculina, en un mundo masculino en el que las mujeres batallamos el doble y obtenemos la mitad. Recientemente, la palabra me habla de la habilidad de abogar, de argumentar, de pensar en soluciones.

2.- Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

LRR: Olga Sánchez Cordero y Carlos Reygadas.

3.- Si tuvieras la oportunidad de volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar Derecho?

LRR: En las mismas condiciones, creo que sí. Aunque quizá pude aprender a pensar en otros términos estudiando otra cosa, me siento muy apegada a mis estructuras de pensamiento. Hay una ventaja interesante en el absurdo de elegir la abogacía (una profesión que, en esencia, te hace titular de problemas ajenos) que consiste en que los obstáculos se vuelven elementos de complejidad, incluso enriquecen el panorama de un jurista en el ejercicio de su profesión. El conflicto es la materia y se desarrollan una buena variedad de habilidades para tratarlo. Además, disfruté estudiar derecho y trabajar primero como litigante y más tarde como proyectista en la Suprema Corte. Tuve buenos profesores, buenos jefes y muchas oportunidades. El derecho me ha dado mucho. Incluso es posible que sea mi herramienta más versátil en la literatura.

4.- Alguna vez se afirmó que “El arte tiene más verdad que la ciencia” ¿Qué opinión te merece esta idea? Y ¿Qué rol juega la creatividad en el ejercicio de la abogacía?

LRR: El arte tiene más verdad que la ciencia es una frase que tiene tanto espacio para la interpretación que se vuelve controvertida. Coincido en la medida en la que puedo reconocer que un derecho que no tiene a su favor la posibilidad de imaginar supuestos creativamente, tampoco puede ser justo en su aplicación, porque no es capaz de diferenciar. Sin creatividad no hay empatía y en esa medida “el arte tiene verdad”. No me atrevería a afirmar que tiene más que la ciencia, pero sí diría que la creatividad da flexibilidad, profundidad, perspectiva; promueve el respeto, la amplitud de criterio y acrecienta la esperanza.

5.- ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

LRR: Estoy a favor. Pensando, por ejemplo, en jueces, lo veo como un factor igualador entre voces que deben ser imparciales y tener el mismo peso.

6.- ¿Qué nos puede decir el Derecho sobre la literatura? ¿Crees que leer ficciones genera mejores abogados?

LRR: Claro. Leer es nutritivo para la creatividad jurídica de la que hablábamos.

7.- Aunque queda claro que siempre existirán excepciones, por lo general, es posible identificar una cierta aversión a los abogados desde la literatura, también existe un amplio repertorio de casos de abogados que abandonaron su oficio y terminaron siendo escritores, tú, por ejemplo, ¿por qué crees que sucede esto? ¿Qué reflexión puedes hacer al respecto?

LRR: Los procesos del derecho, a la hora de escribir ficción, resultan muy convenientes porque puedes contar una buena historia con una serie de planteamientos problemáticos y sus soluciones o su falta de soluciones. La literatura ya se encargará de que valga o no la pena, de que sea interesante, que esté bien escrito, que importe, etcétera.

8.- A pesar de que el Derecho es una disciplina masculinizada, al día de hoy, se podría afirmar que ninguna profesión dentro de este ámbito pertenece exclusivamente a los hombres. 

Sin embargo, al analizar diversos fenómenos culturales desde una perspectiva diacrónica es posible advertir que las mujeres, de manera irremediable, no solo quedan mal representadas en aquellos puestos en los que un mayor nivel de responsabilidad y de toma de decisiones son requeridos, sino que también es posible descubrir al propio Derecho como un fenómeno que se encarga de excluir la perspectiva femenina dentro de sus diferentes manifestaciones. ¿Qué se puede hacer ante este panorama?

LRR: Desde el lenguaje de las normas de derecho hasta las prácticas profesionales hay instancias de discriminación y exclusión.

Es un ejemplo facilón, pero explica cómo la cultura sexista afecta hasta la voluntad legislativa más bien intencionada de justicia: ( Ulpiano, Roma, hace como 220 años): “la constante y perpetua voluntad de darle a cada quien lo que le corresponde” a pesar de sus silencios (quién da, qué da quien da, cómo se decide, quién recibe y quién quita), sigue repitiéndose (constante y perpetuamente) en las aulas en las que se estudia el Derecho.

Hay algo romantizado en presuponer que sabemos una serie de cosas que derivan de tener la “constante y perpetua voluntad” de dar a cada quien lo que le corresponde. No quedan visibles los sujetos (¿las sujetas?) en la redacción. Lo colmamos con cultura. El arbitrio de quien da, se impone invariablemente sobre el que recibe (la que recibe, el lenguaje siempre en masculino como primera instancia de discriminación/exclusión). ¡Es un tema que amerita varios tomos!

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

ITAM Escuela
Sicomoro Mi editorial
Arde Josefina Primera Novela
Torreón Mi ciudad favorita
SCJN Mi último trabajo formal
Berkeley El mejor año de mi vida
Arturo Zaldivar Presidente de la Corte
Laura Restrepo Mi escritora favorita
Constitución Un documento abierto
Alondra de la Parra Mi mejor amiga
Los adioses Rosario Castellanos
Familia Refugio
Ciudad de México Mi hogar
Trabajo doméstico Hay que hacerlo
María Álvarez Cómplice
Feminismo Mi bandera
Cuarta transformación Una posibilidad
Literatura Mi pasión
Derecho Herramienta
Justicia Aspiración
México La arena de la batalla

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Iván de la Garza

El pasado día jueves 17 de enero de 2019, en una cantina en el casco antiguo de San Pedro Garza García, tuve la oportunidad de entrevistar a Gabriel Iván de la Garza Santos (Monterrey, Nuevo León, 1979).

NoticiaThumb.jpgIván es abogado por la Facultad Libre de Derecho de Monterrey (FLDM), Maestro en Gestión Pública y Gobernabilidad por el Instituto Universitario Ortega y Gasset y Maestro en Derecho Público por la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tec de Monterrey. Desde hace tiempo se encuentra realizando su tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en la cual investiga los temas del Juicio Político en México, responsabilidad de los servidores públicos y rendición de cuentas. Su actividad profesional siempre ha combinado la academia y la investigación con el ejercicio práctico de la abogacía, este último preponderantemente dentro de la procuración de justicia, fungiendo un rol preponderante en la implementación del sistema penal acusatorio así como el Modelo de Gestión para su operación y del proceso de reorganización institucional.

Comenzaré diciendo que Iván es mi mejor amigo y, por ende, a partir de ahí cualquier descripción que haga de su trabajo seguramente se encuentra alterada por eso. Sin embargo, a lo largo del tiempo (ya casi diez años de aquel fructífero encuentro en la ahora extinta Procuraduría de Nuevo León, a la que asistí a su oficina para que me aconsejara eligiendo tema de tesis de licenciatura), he podido ir descubriendo en su persona, precisamente, que el valor de una amistad no solo radica en compartir sino y sobre todo en la posibilidad de discrepar y de aprender y tolerar juntos.

En estos tiempos supuestamente tan álgidos y polarizados creo que sobre comentar aquella anécdota bochornosa en la que Iván, el maestro de la Garza, en substitución del maestro Gerardo Puertas, en aquel lejano tercer semestre de mi carrera, nos impartió una clase de derecho constitucional en pleno desafuero del, quién diría, actual presidente de la República. Unas sesiones que, en retrospectiva, valoro (aunque me haya terminado saliendo) y antes que nada me hace repensar los caminos que hemos seguido. Digamos los procesos de maduración, o quizá simple y sencillamente de envejecimiento, o transición hacia otras dimensiones, explorando opciones y decidiendo lo que, en definitiva constituye la vida. Decía un clásico poco recordado que “morir es cosa fácil, lo difícil es hacer vida”. Tal vez, pero solo tal vez, me doy cuenta que Iván además de ser alguien que aprecio, escucho, disiento, al final encuentro coincidencia en su persona al compartir una visión de este trayecto anclada en evitar ser aplastado por la realidad. De ahí, los amigos, el mezcal, la literatura, el buen cine, la inconformidad, por qué no el Derecho, la música, sobre todo la música. Puede ser que eso fue lo que al final nos terminó por descubrir… Aunque es sabido, no todos conocen que Iván toca el bajo y tuvo un mítico grupo de rock alternativo (en aquellos años todos tocábamos rock alternativo).

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Anécdotas sobran (gasolineras fantasmas, pantalones rotos, sesiones en el pepper, triunfos y derrotas en el patanegra, carnes asadas, bullying, mucho bullying), amigos suyos que ahora son mis amigos y viceversa, mezcales nos faltan, apodos abundan, proyectos inacabados que todavía estamos por planear, infinitas recomendaciones a seguir. Yo no tengo pena en decir que lo mejor de mi trabajo es trabajar con Iván, aunque cada vez coincidamos menos, y quizá ideológicamente (a mi pesar) concordemos más, es broma, o no. Tampoco miento cuando a cada generación de estudiantes los interrumpo para decirles que tienen en frente a uno de los mejores constitucionalistas de la región, que lo aprovechen, que no se salgan de su clase, o que si se salen, después lo intenten descubrir por otros medios.

Bolaño decía que Mario Santiago fue su mejor amigo, su mejor amigo lejos. Que era un ser rarísimo. Que en realidad parecía haber bajado de un ovni hacía un par de días. Estoy seguro, pero cien por ciento seguro, que en algunas ocasiones mi mejor amigo habrá pensado eso de mi. Lo que no sospecha Iván es que lo que yo he pensado de él, es que, en todo caso, él es el pinche ovni. El me ha abducido y presentado un sinfín de cosas que yo ni siquiera tenía en el radar. Por eso, con mi compadre, la deuda es infinitiva, por ser el primero que me puso sobre la mesa una libro de Abramovich y Courtis, una visión política de la Constitución, la idea de que el tequila toma con cerveza, compartirle una pasión tardía por los Tigres, ofrecerme una interesante relectura de Lasalle, Ferrajoli, Sartori, Bobbio, pero sobre todo Bolaño, Camus, Coetze, y Houellebecq.

A Iván le agradezco su tiempo, y su sinceridad. No ha habido un solo día que por más trabajo, pendientes, o apuros que tenga, me ha dejado de aconsejar, mandar un meme, ayudarme a poner un sobrenombre, recomendar lo que en definitiva se tiene que recomendar. Imagino eso, al final del día, es ser amigos. Ayudarse a sobrellevar lo absurda y difícil que muchas veces resulta compartir un mismo tiempo y espacio. Así, el fundamento de esta amistad no es otra que “la comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo”. O algo así, dijo Camus.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Iván de la Garza.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

IDLG: Lo primero que tengo en mente cuando escucho la palabra abogado es a mi papá.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

IDLG: También pienso en mi papá.

3. Si tuvieras la oportunidad de poder volver atrás en el tiempo volverías a estudiar Derecho?

IDLG: Sin duda. Es una carrera con la que he tenido algunos altibajos. Primero me enamoré por lo que veía en mi casa, por una idealización de la figura del abogado; luego con el paso del tiempo me desencanté, pero que una vez que pude ver más allá de las cuestiones formales y reconocí el carácter transformador que puede tener la profesión, logré una reconciliación plena. Así que la respuesta es que sí volvería a estudiar Derecho.

4. En tu concepción de lo que rige la profesión y el Derecho, ¿Ves alguna relación entre los abogados y los actuales modelos de Democracia Constitucional?

IDLG: Sí, me parece que los actuales modelos de democracia constitucional tienen características que sólo se pueden entender desde la teoría del Derecho y en esto los juristas son indispensables. Pensemos en los aportes que los abogados han hecho a la idea de la Constitución como un límite para el ejercicio del poder público, para la garantía de los derechos fundamentales, para la solución pacífica de los conflictos entre todas las opciones electas democráticamente. Sin la intervención o la mediación de los abogados no podríamos comprender los contenidos de los principios que permean a la democracia constitucional.

5. Una de tus áreas de especialización como jurista es el derecho constitucional sin embargo desde hace años ya sea como consultor abogado o bien como funcionario público haz dedicado tu carrera profesional al ejercicio del derecho penal ¿Cómo le sirve a los abogados el derecho constitucional al ejercer el derecho penal?,  o de manera más general, ¿qué tan bueno o qué tan malo es el derecho constitucional para el ejercicio práctico de la abogacía?

IDLG: Yo incursioné en el derecho penal por una casualidad primero en la licenciatura me gustó mucho el derecho constitucional luego entré más en el área de ciencia política y políticas públicas y por circunstancias entré a trabajar en la fiscalía y después de varios años de trabajar en la fiscalía empecé a trabajar en la implementación de la Reforma Penal. Ante una reforma tan importante como esta, me di cuenta es que sin ser penalista se podía entender su trascendencia cuando se piensa en clave constitucional. Es decir cuando tienes una reforma penal que lo que busca es evitar la concentración del poder, que tiene como eje rector el respeto, la protección y garantía de los derechos humanos, es mucho más sencilla entenderla desde el punto de vista del derecho constitucional.

6. Esta pregunta se la hago a todos a partir de la estética de la profesión ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión jurídica?

IDLG: Vamos a ver, creo que la pregunta puede tener distintas dimensiones a partir de las cuales se puede responder. Si se quiere responder nada más del punto de vista estético formalista es decir la toga como forma de disfrazar lo que está debajo de la toga, me parece que estoy en contra. Pero si se quiere pensar en la toga como una manera de igualar a todas partes que están en litigio pues me parece que es un ejercicio interesante democratizador.

7. Por lo general, el rol que realizan los abogados lo ejecutan en complicidad con el sistema en el que se desempeñan, perpetuando un sinfín de postulados empatados con la obediencia y la colaboración de las estructuras jurídicas, ¿están los abogados en una posición importante para poder impulsar la transformación social, o por el contrario su profesión se los impide?

IDLG: Yo creo que hay una vertiente en la formación de los abogados en donde los hace profundamente conservadores pero creo que también hay otra vertiente de los abogados que los puede hacer verdaderamente transformadores de la realidad a través del Derecho. Lo pienso desde el punto de vista, otra vez, con el ejemplo de la implementación de la Reforma Penal en donde quienes participamos en ella teníamos que llevar a cabo un proceso súper creativo, teníamos que imaginarnos reglas que, aunque podías tener un referente en otros países, tenías que pensar en cómo podía ser la regla para nuestro país, para México.

Cuando tenías que pensar en una forma nueva para hacer las cosas que tal vez nunca se habían hecho en el país y que a la mejor desde el punto de vista de los abogados más tradicionales te decían “oye eso que estás planteando nunca se va a poder” pero desde el punto de vista transformador el gremio de los abogados tenemos un compromiso de cambiar las cosas, de aportar para contar con un sistema de justicia que garatnice los derechos de las víctimas, imputados y demás involucrados en el proceso penal. Y aquí yo creo que hay un elemento bien importante que es pensar en el abogado, no necesariamente como un litigante sino como alguien que facilita esa relación entre el Derecho y la comunidad, si tú estás pensando en el abogado como un facilitador entre las reglas que conforman todo el régimen jurídico y la comunidad y no te piensas como alguien transformador del Derecho en realidad lo único que estás pensando es en cómo mantienes el estatus quo y no en realidad como lo puedes transformar para beneficio de todas las personas.

8. Como profesor de Derecho desde ya algunos años y sobretodo con los obstáculos que enfrentas al tratar transmitir el Derecho a las nuevas generaciones, ¿cuál crees que deba ser el perfil de los futuros abogados en nuestros días?

IDLG: El futuro abogado tiene que ser un abogado que piense más allá de estrictamente lo que tiene que ver con las reglas que le enseñan en la escuela creo que tiene que ser un abogado formado humanísticamente tiene que un abogado que le dedique tiempo a leer novelas, cuentos, filosofía. Tiene que ser un abogado enterado de la historia de su país, tiene que ser un abogado que está enterado de lo que está pasando en el mundo y yo creo que relacionándolo con la pregunta anterior tiene que ser un abogado que no pueda apostar a mantenerse en el estatus quo sino que tiene que pensar en qué le puede aportar a la comunidad , en cuál es su responsabilidad con las personas que tiene enfrente y no nada más frente al cliente.

A continuación, te diré una serie de nombres, conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente: 

Red Hot Chili Peppers Flea
Juicio Político Una tarea pendiente para México… Y para mí
Procuración de justicia Una función indispensable del estado para tener una sociedad en paz
Camus Mi referente filosófico, alguien que me ayuda a levantarme todas las mañanas
Facultad Libre de Derecho de Monterrey Mi casa
Garro Funk Mi pasado y ojalá también fuera mi futuro
Mezcal Doble, por favor
AMLO Esperanza
Teoría de la constitución Una forma de entender las cosas que pasan en el día a día
Roberto Bolaño Una felicidad compartida con mi mejor amigo
Nuevo Sistema de Justicia Penal Un pendiente para el país
Pedro Torres Maestro
Monterrey Un lugar que me costó trabajo querer, pero que con el paso del tiempo he aprendido a agarrarle cariño
Roma Pecho apachurrado
Constitución Mi objeto de estudio
Michael Núñez Alguien que me enseñó a entender la Constitución
Justicia Una aspiración que tienen todos los mexicanos y todas las personas que habitan este planeta y que los abogados tenemos un compromiso por ayudarlos a conseguirla
Derecho Creación súper ingeniosa del ser humano para no matarnos entre nosotros
México Mi patria

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Javier Martín Reyes

El pasado martes 28 de noviembre de 2018, en el Salón Covadonga, tuve la oportunidad de entrevistar a Javier Martín Reyes (Ciudad de México, 1986).

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Javier Martín es abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el CIDE, además cuenta con una maestría en la Universidad de Columbia, y es doctorante en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Actualmente se desempeña como Profesor Asociado en la División de Estudios Jurídicos y Coordinador de la Licenciatura en Derecho del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Sus principales líneas de investigación están relacionadas el derecho constitucional, la laicidad, los procesos electorales, así como con el estudio empírico de las cortes y los jueces.

En momentos en los que parecería que disentir no es bien visto. O más bien, en una coyuntura donde cuesta trabajo entender que la crítica, más allá de afinidades y simpatías, de filias y fobias, resulta fundamental para pensar mejor y construir mejores alternativas. Yo, sinceramente, agradezco tener la oportunidad de tener a alguien como Javier dentro del mismo ambiente profesional. De alguien, del que siempre aprendo y me ayuda a comprender mucho mejor diversos temas. Creo que, además de su desmedida generosidad y apremiante intensidad, Javier conjuga y entiende muy bien el Derecho desde una perspectiva mucho más amplia. Aunque a veces, creo que se le va de las manos lo de sus estadísticas (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con mi literatura), lo de creer mucho en el Derecho constitucional (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con la teoría del Derecho)y las referencias al sistema estadounidense (estoy seguro que en estos momentos está replicando que me pasa lo mismo con el sistema español), lo cierto es que, muy de vez en vez, me termina convenciendo…, igual esto no lo ha logrado con la elección popular de jueces, una idea distorsionada que tengo sobre el laicismo, y el uso de la corbata.

No puedo negar que Javi es uno de mis mejores amigos y que, por ende, escribo estas líneas desde el aprecio. Sin embargo, confieso que para mi Javier me resulta una de las mentes más brillantes de mi generación. Él y Estefanía Vela, como ya lo había escrito en su entrevista. Yo creo que perfiles como el de ellos son bien necesarios en la academia, en el país, cada uno a su estilo y en sus temas, pero en definitiva, cuando ahora abundan los expertos en cualquier tema, existen algunos que tuvieron la osadía de estudiar ciertos temas cuando nadie hablaba de ellos, que llevan literalmente años estudiando tanto las implicaciones técnicas como las coyunturas materiales de ciertos aspectos que hoy en día parece que son moneda de cambio. En lo personal me da gusto que Javier esté en la academia, que vaya formando cuadros de futuros profesionales del Derecho con el rigor y la generosidad que lo caracterizan, y claramente más gusto que sea desde el CIDE al lado de otros grandes profesores. Más allá de que en verdad creo que el ámbito idóneo para personas tan inteligentes como Javier es la academia, algo que refuerza mi argumento es que precisamente desde esta trinchera es donde se puede criticar. Difícilmente serán las instituciones. Recuerdo que cuando Javier estaba en Columbia, después de ser funcionario público en el Tribunal Electoral por varios años, y comenzó a armar todo lo de la #LeyDeCuates para evitar que se ampliara el mandato de 4 magistrados de Sala Superior, ciertos involucrados con una mente tan estrecha como las infografías que se manejan, se inconformaron y le reprocharon prudencia. Claramente no entendieron un carajo, no entendieron que esto no era un asunto personal, ni que, al final, lo que se pretendía era cuidar un poco la institución que ahora ellos mismos se han encargado de ensuciar. En fin, no tengo la menor duda que Javier tiene algo que decir y desde la academia su voz resonará con mucho más eco. Habrá que estar al pendiente.

Me quedo corto si contara anécdotas, que iniciaron desde uno pinches noodles en los suburbios neoyorkinos, pasando por la tercera sala, Garibaildi, Puebla, Parras, el Cova (en el que precisamente se realizó la entrevista que a continuación se relata y en el que también coincidimos con un próximo subgobernador del Banco de México), amistades en común, mezcales, vinos, debates, discusiones, hasta hace un par de semanas que acabamos de publicar un artículo en coautoría. Así que me limito a decir, ¡salud!, pocas cosas tan valiosas en esta profesión como compartirla con mi admirado y querido amigo, por muchas batallas, fallos (que no fallas), durante muchos años más.

A continuación, las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Javier Martín Reyes.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Javier Martín Reyes (JMR): Lo primero que pienso es fracaso. Cuando necesitas un abogado, cuando formalizas un problema, cuando llevas un litigio, es porque todas tus otras alternativas ya fracasaron. El litigio, los abogados, en parte son eso: la expresión de la falta de acuerdo, un conflicto no solucionado.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

JMR: Samuel del Villar.

3. Existe la idea bien arraigada en el imaginario de que si uno estudia para abogado es porque es malo para las matemáticas, o porque nos dan miedo los números. Contrario a eso, desde tu posgrado en Columbia, te has venido enfocando en realizar estudios empírico-analíticos respecto al fenómeno jurídico-político.

Recién leía una nota que afirmaba que 59% de alumnos de sexto de primaria durante el sexenio de Peña Nieto no cuentan con comprensión en matemáticas, y se me ocurría que quizá dicha cifra pueda, eventualmente, influir o encontrar correlación con la gran cantidad de personas prefieren las ciencias sociales frente a las ciencias exactas. ¿Qué nos puedes decir al respecto? ¿Están las humanidades peleadas con los conocimientos objetivos y verificables? ¿El Derecho peleado con las matemáticas?

JMR: Creo que habría que hacer distinciones importantes. Primero, a veces se repite una idea que, creo, está profundamente equivocada, relacionada con que “la ciencia” y “lo objetivo” necesariamente tiene que tener una base cuantificable. Es muy fácil hacer una asociación entre ciencias exactas o duras y la cuantificación, por un lado, y las ciencias sociales o las humanidades y lo cualitativo, por lo otro. Creo que eso es un error. Si nos tomamos en serio la idea de ciencia, lo relevante no es si puedes cuantificar o no puedes cuantificar, lo relevante es si puedes explicar los fenómenos en términos de causas y efectos. Uno de los problemas que hemos tenido en las ciencias sociales, al menos en ciertos espacios, es pensar que hacer algo cuantificable nos hace, per se, más objetivos, más exactos. Y así se nos olvida la relevancia de lo cualitativo para las ciencias sociales. Pienso, por ejemplo, en el caso de la etnografía. Algunas de las mejores explicaciones del fenómeno del crimen organizado, sobre todo a nivel local, no son los estudios estadísticos –que importan– sino las etnografías tratan de entender y explicar lo que pasa en el orden local.

Una segunda cuestión. Para mí, el problema más grande del derecho no es la falta de matemáticas o de métodos cuantitativos. El problema del derecho es su alejamiento de la realidad. Cuando dejas que el derecho se vuelva solo un sistema de normas abstractas que poco o nada se conectan con la realidad, creo que sí caes en uno de los peores vicios de nuestra cultura jurídica. Para mí el formalismo es eso: cerrar los ojos a lo que esta pasando más allá del expediente. Para entender la realidad creo que las matemáticas sirven, pero con ciertas limitantes. También tendríamos que tener otro tipo de estudios: de sociología del derecho, de antropología jurídica, estudios obviamente de política judicial.

Ahora, el problema de estar peleado con las matemáticas –y esto creo que ya es un tercer punto– no es un problema solo del derecho. Ese es un problema de la educación en México en general. Cuando tú puedes tener alumnos de primaria, secundaria y preparatoria que no pueden entender ni los conceptos más básicos de matemáticas, quien pierde no es el derecho, quien pierde es la sociedad. Hay muchas cosas –hasta de la vida diaria, si quieres– que sí tenemos que pensar en términos de lógica matemática, de probabilidad. Creo que aquí la culpa un es doble. Sí, hay un problema en el sistema educativo básico; sin duda hay un problema con la educación jurídica. Pero quizá también del lado de las matemáticas lo que ha faltado es micha labor como para hacernos ver que hay ciertas cosas que no son tan complejas como lo pensábamos.

Pienso, por ejemplo, en algo muy sencillo en materia electoral. Hay una cosa con un nombre espantoso: la fórmula del “cociente natural” y el “resto mayor”, que utilizas para hacer asignaciones de representación proporcional. Si tú ves cómo está redactada en muchas legislaciones –tanto en la LGIPE como las leyes locales– es un procedimiento que parece barroco, largo y enredado. Pero en el fondo es una regla de tres. No tiene ningún tipo de complejidad. Un alumno de secundaria tendría que poder hacerla. ¿Cuál es el problema? Que los términos en los cuales se plantea la fórmula y como está redactada, sumada a nuestro anumerismo, hace que muchos piensen que eso es física cuántica. Ahí hay algo que es muy paradójico. Los abogados de entrada no somos buenos para las matemáticas, y cuando le metemos fórmulas a problemas jurídicos los fraseamos de una manera tan complicada que lo único que hacemos es reforzar este estereotipo de que las matemáticas sí son bien difíciles. Y yo estoy convencido de que el nivel de matemáticas que necesita un abogado no va a ser ni de cerca el que requiere un físico o un economista. Pero sí necesitamos un entendimiento básico de conceptos fundamentales para poder operar con la realidad.

Para mí eso es lo trágico; no que haya pocos “papers” con números, gráficas y regresiones, sino que incluso en las cosas más básicas no veamos la utilidad o necesidad de la lógica matemática.

4. Una de tus áreas de especialización es el derecho electoral, una disciplina en donde se entroncan y conviven las cuestiones políticas con las jurídicas. Sin embargo, en tiempos recientes parecería que México invariable y burdamente prima la primera sobre la segunda. Casos como #LeyDeCuates, o el #Morenagate, develan una profunda politización de la justicia. ¿Cuál crees que debería ser el rol de los operadores jurídicos frente a este panorama?

JMR: Déjame ser aquí un poco pesimista. Creo que durante mucho tiempo pensamos –y no solo nuestra generación sino quizás sobre todo la generación anterior, la que hizo la transición– que la juridificación de la política y, sobre todo, la judicialización de la política y de las elecciones era un proceso lineal. Si leemos las obras canónicas de las reformas electorales, hay una idea de que todo fue un avance paulatino, con aciertos, con errores, con avances, con retrocesos, pero siempre parecía que una reforma electoral nos hacía avanzar en términos generales, y así llegamos al 97 o al 2000. Parecía que esa lógica de regular, de crear normas, de crear instituciones de garantía era la que nos llevaría al paraíso de la democracia. La justicia electoral fue un pilar fundamental de esa transición, y durante mucho tiempo pensamos que bastaba la construcción de un tribunal electoral a nivel federal y tribunales locales de las entidades federativas, que eso nos iba a garantizar esa separación entre derecho y política que no habíamos tenido por muchísimos años.

Lo que la realidad nos ha demostrado –y que además en su momento muchos lo advirtieron– es que estos procesos no son lineales. En cualquier órgano hay un riesgo de captura. Pienso en cualquier órgano regulador de competencia económica, de telecomunicaciones: ahí siempre hay un riesgo de captura porque tienes una concentración de facultades y de intereses que hace que los afectados tengan incentivos para capturar al regulador. En materia electoral el problema es doble: no solo tienes los incentivos para capturar, sino que además quienes son regulados son quienes designan a los reguladores, a los órganos de garantía. Lo que hemos visto, por desgracia es que –por lo menos en el caso de la justicia electoral– lo que ha sido paulatino a partir del 2006, 2007, y en adelante no ha sido esta consolidación de las instituciones y de las normas, sino la consolidación de la captura, sumada a un marco normativo con tremendos problemas. Y eso creo que ha sido un golpe con la realidad; un darnos cuenta en dónde estamos y qué se necesita.

¿Qué tienen que hacer los abogados frente a esto? Lo primero son los procesos de selección. Si el gremio de los abogados y la sociedad civil en general no ponen un énfasis muy importante en la designación, si no están dispuestos a invertir capital político para pelear por mejores procesos de designación, la cosa no va a funcionar. También creo que si algo nos demuestra todo el proceso que hemos visto durante los últimos años es que el mejor sistema normativo no aguanta malos operadores –y viceversa, tampoco los mejores operadores con un marco malo pueden funcionar–. Yo creo que la batalla es doble. Sí, hay que pelear por lo normativo, tenemos muchos problemas en ese orden, pero hoy la batalla debe ser más por tener a los perfiles idóneos en las posiciones clave. El gremio lo ha intentado, pero creo que se podría hacer muchísimo más. Las instituciones están hechas por personas y esa es realmente una contención insustituible.

5. A partir de tu formación como politólogo y abogado, ¿crees que los abogados deben saber más ciencia política o que, por el contrario, los politólogos deben conocer más Derecho?

JMR: Yo creo que las dos cosas. Pero déjame ser políticamente incorrecto. Hay una idea por ahí, instalada en muchas instituciones, sobre que lo interdisciplinario consiste en que los alumnos conozcan de todo un poquito. Es decir, los abogados deben tomar contabilidad y finanzas, como la toman los contadores y los financieros; economía como los economistas y psicología como los psicólogos. Y así nos seguimos con la lista de disciplinas. Yo creo que la formación en cualquier campo no es una colección de disciplinas. Un buen abogado no es alguien que sabe un poquito de contabilidad, un poquito de finanzas, y mucho de derecho; como un buen politólogo no es el que sabe un poquito de sociología, un poquito de psicología, y mucho de ciencia política.

Creo que hay la formación general que debe darse en las etapas previas. En la secundaria, en la preparatoria, necesitaríamos eso: un buen conocimiento de historia, un conocimiento básico sobre economía, etc. En la educación superior lo hay que buscar es la intersección de las disciplinas. Y creo que, por desgracia, la ciencia política y el derecho no son el mejor ejemplo de trabajo interdisciplinario. Quizás quienes mejor lo han hecho son quienes hacen derecho y economía o análisis económico del derecho. Ahí tienes una disciplina que requiere que tomes un poco de matemáticas, cálculo, microeconomía; y que tengas además bases de teoría del derecho, de contratos. Requieres conocimiento de ambas disciplinas, pero lo que estas haciendo ya en análisis económico del derecho es algo diferente, y el producto de ahí creo que es bastante más interesante de lo que podrías hacer con el conocimiento independiente de las dos materias.

Regresando a tu pregunta, para mí lo ideal sería, por ejemplo, si pensamos en materia electoral, constitucional, un trabajo que se tome el derecho en serio y, al mismo tiempo, que reconozca que el trabajo jurídico opera en un contexto político que te impone ciertas restricciones y ciertas posibilidades. Lo que hoy tenemos es, por ejemplo, muchos estudios de ciencia política que toman como objeto de estudio a los jueces y a los tribunales, pero que asumen que el derecho no importa, que asumen que se comportan igual que los legisladores y el presidente, que todo es un tema de preferencias ideológicas, políticas o partidistas. Ese trabajo creo que, con todo respeto, se queda muy lejos de reflejar la complejidad de los fenómenos jurídicos y judiciales. Y por el otro lado tienes trabajos desde el derecho en los cuales cualquier desviación de los cánones tradicionales de interpretación, se interpreta como una politización ¿Cuántas veces no escuchamos que este asunto no se resolvió conforme a derecho por “cuestiones políticas”? Pero apelar a las cuestiones políticas así, en genérico, sin poner nombre y apellido, sin poner actores, reglas, instituciones e incentivos, creo que también es el otro lado de la moneda en términos de la falta del acoplamiento de las dos disciplinas. Entonces lo que a mí me gustaría ver tanto en la ciencia política como en el derecho son trabajos que entiendan las restricciones de los actores políticos, con sus preferencias, que son importantes, pero que al mismo tiempo entiendan que el derecho cuenta y cuenta mucho. Si los abogados se dedican 4 o 5 años de su vida a estudiar derecho y además trabajan y se meten a despachos y acumulan conocimiento, no es por ocio, no es porque –perdóname la palabra– sean tontos, es porque el derecho tiene su propia lógica y porque el derecho sí limita. Eso es algo fundamental que a la ciencia política le hace falta entender. ¿Qué le hace falta al derecho? Entender que la política es algo que tiene sus propias reglas, que son diferentes, que operan con otra lógica. El reto sigue estando en acoplar las disciplinas. Quienes sí nos han enseñado que se puede es toda la disciplina del análisis económico del derecho.

6. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión jurídica?

JMR: En principio, en contra. Déjame ponerlo así. Si hoy estuviéramos pensando que lo que necesita México es un tribunal constitucional diferente a la SCJN a mí me parece que imponer la toga sería una cosa absurda. Si hoy la discusión fuese si ciertos tribunales o jueces que no usan toga deberían usarla, también se me parecería ridículo. En un contexto así, más que un símbolo, una solemnidad o un ritual, creo que lo que tendríamos sería un disfraz. Entiendo que, en ciertos contextos, por una cuestión de tradición, se utilice la toga; y ahí me parece que puede servir para reforzar cierto tipo de distancia, de imparcialidad, de igualdad. Creo que la toga, por ejemplo, en un órgano colegiado lo que puede hacer es eso: homologar, simbolizar que todos son iguales. Pero sí creo que cuando no tienes una tradición del uso, y de repente la implementas, honestamente terminas más bien haciendo una caricatura de lo que quieres hacer. Entonces, en el contexto mexicano, diría que no. No es lo importante; discutamos otras cosas que sí lo son.

7. No me cabe la menor duda de que tu libro sobre las reformas en justicia cotidiana vislumbra un sentimiento de insatisfacción generalizada respecto al papel que el sistema funge en la vida diaria de sus usuarios.

En lo personal, celebro que se llame la atención sobre la urgente necesidad de armonizar y centrarnos en las reformas, pero echo de menos el componente funcional, es decir, en específico el de los abogados. Digo por ahí encontré referencias a la colegiación y otras alternativas, pero no sé si durante años nos hemos enfocado exclusivamente en reformar las reglas, pero nunca en quienes las aplican y las utilizan. La pregunta en concreto es ¿cuál crees que debería ser la relación entre los abogados y los actuales modelos de democracia?

JMR: Yo creo que hay como tres cosas. Lo primero que dices es muy cierto, o sea, siempre se habla de este fetichismo por lo legal, por las reformas legales o constitucionales, por el poder desmedido de las leyes. A mí la impresión que me da es que a veces perdemos de vista lo siguiente. El problema no es necesariamente que los abogados o los legisladores tengan una idea de que la legislación es omnipotente y que todo lo va a resolver. Yo honestamente creo que ya casi nadie, estas alturas, lo piensa. Hay una cosa bastante más elemental, quizá más triste: las reformas son muy baratas. En muchos casos, hacer una reforma para los legisladores básicamente tiene un costo igual a cero. Y, en cambio, genera beneficios: les sirve para vender que están haciendo algo, resolviendo los problemas. Si vemos bastantes reformas no es porque los operadores sean particularmente naifs en los alcances que tendrán, sino porque es una manera barata de vender “soluciones”, pero que en el fondo lo que estas haciendo es simular.

La verdad, cuando escribí el libro de Reforma en materia de justicia cotidiana, me topé con que los artífices de las reformas tenían una preocupación muy genuina del estado de cosas. Los datos nos dicen que estamos no mal, sino muy mal, en términos de estado de derecho, de acceso a la justicia, de protección de derechos. Las escasas materias en las que estamos relativamente bien –por ejemplo, en transparencia– son áreas en donde los avances están en duda en el contexto actual. Por eso creo que las reformas eran importantes, necesarias.

Ahora, ¿cuál es el problema? Que éstas son reformas que, en su mayoría, se han quedado a medio camino. Hay una reforma constitucional que establece la facultad del Congreso de la Unión para legislar en x, y, z materias. Y olvídate de la implementación, de la operación y de lo funcional; no tenemos ni siquiera la legislación secundaria. Son reformas que de alguna manera son una mera posibilidad, Quizás algún día los legisladores hacen su trabajo; quizá entonces tendrán un impacto las reformas; pero quizá nunca ocurre. Este tipo de omisiones debilitan al derecho, a la Constitución y al procedimiento de reforma constitucional.

¿Qué más nos hace falta? ¿Hay un problema con los operadores? Sí, una de las cosas trágicas del proceso de reformas en materia de justicia cotidiana es que desde los primeros foros se enfatizó que había que hacer algo con la enseñanza del derecho y con la profesión jurídica en general. Y esas son reformas no se concretaron. Yo no sé si la mejor alternativa sea la colegiación. A mí me queda claro que una colegiación mal diseñada, mal regulada, lo único que puede hacer es privatizar aún más el ejercicio de la profesión; creo que se podrían generar costos considerables con pocos beneficios. Quizá la certificación podría ser la solución, pero de nuevo las preguntas son: ¿Qué certificación? ¿Quién certifica? ¿Cómo certifica? Ahí está lo fundamental.

Lo tercero es que somos muy malos en la implementación. Quienes trabajan en políticas públicas sí nos llevan una ventaja muy considerable, porque ellos ven la legislación y las reglas formales solo como un punto de partida. Entonces, ¿qué es lo que hace falta en materias de justicia cotidiana? Pues faltan buenas normas, faltan buenos operadores, buenos procedimientos, buenas evaluaciones; dicho de otro modo, nos hace falta todo. Y no nada más en materia de justicia cotidiana, el sistema penal es lo mismo. ¿Cuántas reformas no hemos hecho para tener, para bien o para mal, un sistema adversarial, con unos principios muy bellos que están en el artículo 20 constitucional, con un Código Nacional de Procedimientos Penales, con una Fiscalía teóricamente autónoma? Pues eso poco sirve si no capacitamos a jueces, si no capacitamos a los abogados defensores, si no capacitamos a los fiscales, si no trabajamos en la capacitación de la policía.

A veces creo que genuinamente la pregunta es: ¿cómo esto sigue “funcionando” a pesar de nuestras deficiencias en puntos fundamentales ¿Cómo con un sistema de justicia penal que sirve para poco sigues teniendo relativos niveles de orden social en ciertos espacios? Pero ese tipo de preguntas no son normativas, No las vamos a resolver analizando las normas constitucionales, legales, reglamentarias. Hay unos objetos de estudio que creo que no hemos terminado de entender. Y parece que el éxito de cualquier reforma, de cualquier política pública implica, que conozcas cuál es el contexto en el que estas operando. Me da la impresión de que ahí, en general, vamos todavía muy lento.

8. Como director de la carrera de Derecho de una de las instituciones más importantes del país, ¿cuál crees que deba ser el perfil de los futuros abogados en nuestros días?

JMR: Quizá estoy siendo un poco no sé si pesimista, si radical o quizá estoy exagerando mucho, pero creo que no solo en Derecho sino en muchas disciplinas, el papel de la universidad en general tiene que ser muy distinto. Creo que cuando tu y yo estudiamos y, sobre todo, cuando la generación anterior estudió, la universidad, las clases, los profesores lo que aportaban en buena medida y su principal función era transmitir información y conocimientos. El docente tenía un papel fundamental que era tomar un conjunto de datos, de información, de saberes, de teorías y transmitírselo a sus estudiantes. Y eso era importante porque había muchas menos fuentes de acceso. Creo que eso ha ido cambiando con el paso del tiempo. Yo no creo, por supuesto, que la universidad vaya a desaparecer y que, con internet, Jstor y Coursera todo vaya a cambiar, pero sí es cierto que hoy en día un alumno que quiere aprender cierto tipo de materias, de conocimientos y demás lo puede hacer de manera mucho más fácil, con extraordinarias fuentes de información. Esa capacidad de ser autodidacta es mucho mayor.

Creo que, si la universidad quiere ser, en general, relevante, si quiere adaptarse a los cambios, el papel fundamental de la universidad y del docente no se puede seguir siendo transmitir información. Y yo sí creo que hay dos cosas que ni las mujeres fuentes electrónicas ni los mejores cursos en línea te pueden solucionar. Uno, el desarrollo de habilidades, que implican trabajo constante, supervisado, con orientación, con pedagogía en todos los niveles –en argumentación, en interpretación, en métodos cuantitativos, en métodos cualitativos, en términos de derecho procesal–. Y dos, la dimensión ética, las convicciones, los valores, la convicción que tendría que tener cualquier abogado, sea de sector público, privado, social, academia, o lo que sea. No es algo que vas a aprender en un monitor, ni con los mejores libros, ni con los mejores videos, cursos, lecturas o actividades.

Entonces ¿cuál creo que debe ser el papel de las universidades? Esas dos cosas. Uno enfocarse en el desarrollo de habilidades, que sean relevantes para la profesión jurídica. Los alumnos tienen que aprender a operar y hacer cosas con el derecho, a entender la realidad y dar soluciones, a tener casos enfrente. Ahí sí creo que los docentes podemos hacer mucho. La otra es enfatizar la dimensión ética de la profesión, que en el caso del derecho no creo que sea una cuestión menor. Tenemos que seguir dando muy buenas clases, sí; tenemos que seguir reclutando a los mejores profesores; tenemos que seguir vinculando a los alumnos con espacios interesantes de incidencia. Pero también debemos entender que el papel de las universidades tiene que ser muy diferente al que tú y yo y las generaciones pasadas vivimos en su momento.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente: 

Juego de Tronos Un curso de ciencia política
Amazon Van a ser el mercado en el futuro
TEPJF Decepción
#LeyDeCuates La claudicación
CIDE Mi casa
Reguetón​ Igualitario, a veces
Café Combustible de todos los días
Constitución Más norma y menos aspiración
Vetusta Morla Mi grupo
Análisis cuantitativo Necesario, pero no suficiente
UNAM Mi otra casa
Justicia Cotidiana Algo que puede ser pero que todavía no es
Pedro Salazar Ética y técnica
SCOTUS Un derecho pragmático y serio
Joaquín Sabina Terapia
Sergio López Abogado todoterreno, pero no como los otros
Laicismo La batalla que habrá que dar
Justicia Derecho
Derecho Justicia
México Nuestra comunidad, de donde somos y a donde vamos a estar

 

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Leticia Bonifaz

El pasado martes 30 de octubre de 2018, en su oficina en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), tuve la oportunidad de entrevistar a Leticia Bonifaz Alfonzo (Comitán, Chiapas).

18813161_10155241169711877_3309618391984176385_nLeticia Bonifaz es licenciada y doctora en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, donde por más de treinta años se ha desempeñado como catedrática de Introducción al Estudio del Derecho y de Filosofía, en licenciatura, y de Teoría Jurídica Contemporánea y Epistemología Jurídica, en posgrado, en la Facultad de Derecho de dicha Universidad. Fue becaria del gobierno de Italia para realizar una investigación posdoctoral en la Universidad de Bolonia. Y, a lo largo de su carrera, ha ocupado distintos cargos, entre ellos como Directora de la Escuela Judicial del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, como Consejera Jurídica y de Servicios Legales del Gobierno del Distrito Federal y como Directora de la División de Estudios Jurídicos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Actualmente es la directora general de Estudios, Promoción y Desarrollo de los Derechos Humanosde la SCJN.

Conozco a la doctora Bonifaz, porque en México si eres abogado difícilmente no se puede no conocer a la doctora Bonifaz. Su incansable trabajo no es más que un reflejo de una vida profesional dedicada al Derecho. O más bien, a utilizar el Derecho como herramienta que pueda propulsar cambios sociales. Que realmente sirva, echando mano de un enfoque preocupado por su funcionalidad. Así, las múltiples reformas y propuestas que ha realizado e impulsado en su mandato como Consejera Jurídica del ahora extinto DF (en palabras de Loaeza, como la Ley de Extinción de Dominio, la Ley de Prevención y combate a la discriminación; la de Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia; la de Interrupción legal del embarazo; la del Matrimonio entre personas del mismo sexo; y la de Voluntad anticipada), no son más que una muestra de la importancia de la técnica jurídica en el ejercicio del poder público. Es decir, en definitiva, no se puede entender al Derecho como algo que venga después de cualquier política pública, o proyecto político. La importancia de tener un buen abogado resulta crucial para poder defender y sostener en la posteridad los cambios normativos que se aspiren a realizar.

Cuando parecería que ahora, lo importante no es “ver si jurídicamente algo se puede realizar”, resaltando el elemento previsor del Derecho, o demarcando claramente los límites de lo posible, el trabajo de la doctora Bonifaz nos recuerda que no todo se vale, que se puede decir que no a esa fatídica frase de que “habrá que hacerlo a como de lugar”. Y es que, habrá que decirlo, muchas veces el propio Derecho no es la herramienta más adecuada para encontrar soluciones o imaginar alternativas a problemáticas complejas. Eso, claramente, puede parecer un tanto pesimista o incluso aburrido, sin embargo, nos hará darnos cuenta que los verdaderos problemas, o más bien los que resulta urgente resolver, son aquellos de las personas que sistemáticamente nunca han tenido la oportunidad de acceder a la justicia. De ahí precisamente, que yo celebro la visión de Leticia Bonifaz en este espacio muchas veces tan hermético y tan alejado de quienes más necesitan una voz. Cámara, cuando me refiero a la visión de la doctora, no solo lo hago en sentido metafórico, sino también literal, de verdad, el ojo que tiene para capturar momentos a través de la fotografía resulta de otro nivel, vale la pena dejarles su Instagram: https://www.instagram.com/leticiabonifaz/

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En fin, decía que conocía a la doctora porque pues ajá. Pero después tuve la fortuna de conocer a varias de las personas que trabajan, o trabajaban con ella. En particular a mi Chema, queridísimo y perspicaz amigo, cuya gratitud alcanza el terrible pero ejemplar grado de posponer sus proyectos personales por entrometerse en causas de quienes han sufrido graves injusticias. Y eso, en definitiva, me hace creer y querer que si se conforman buenos equipos, o se conocen las personas adecuadas y se conjugan las circunstancias indicadas, es posible ir cambiando este entorno poco a poco.

Termino, citando uno de mis poemas favoritos de Rosario Castellanos que es Los Distraídos, y que, bajo mi lectura, creo puede ayudarnos a entender de mejor manera la imperiosa necesidad por despertar, abrir los ojos frente a tantas injusticias, y finalmente aceptar que no podemos seguir indiferentes, inconscientes, o ignorantes, a lo que sucede a nuestro alrededor.

Algunos lo ignoran.
Creían que la tierra era aún habitable.
No miraron la grieta
que es sismo abrió; no estaban cuando el cáncer
aparecía en el rostro espantado de un hombre.

Rieron en el instante
en que una manzana, en vez de caer,
voló y el universo fue declarado loco.

No presenciaron la degollación
del inocente. Nunca distinguieron
a un inocente del que no lo es.
(Por otra parte habían aprobado,
desde el principio, la pena de muerte.)

Continuaron llegando a los lugares,
exigiendo una silla más cómoda, un menú
más exquisito, un trato más correcto.

¡Querido, si te sirven sin gratitud, castígalos!

Y en los muros había un desorden peculiar
y en las mesas no había comida sino odio
y odio en el vino y odio en el mantel
y odio hasta en la madera y en los clavos.

Entre sí cuchicheaban los distraídos:
¿qué es lo que sucede? ¡Hay que quejarse!

Nadie escuchaba. Nadie podía detenerse.

Era el tiempo de las emigraciones.

Todo ardía: ciudades, bosques enteros, nubes.

Agradezco la disposición y generosidad de la doctora Bonifaz. Su compromiso por impulsar nuevas formas de pensar el Derecho, que, tal vez, puedan reivindicar las causas de tantas personas que el sistema les falló. Por creer en la docencia como una actividad transformadora pero, sobre todo, por su constancia, tenacidad, y paciencia, por su ejemplo. Por que, sinceramente, creo una persona como ella, no solo le hace bastante bien a las instituciones, sino a todo nuestro entorno.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Leticia Bonifaz.


 1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Leticia Bonifaz (LB): Conservadurismo.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

LB: Raúl Carranca (risas).

3. Si tuvieras la oportunidad de volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar Derecho?

LB: Sí, porque aunque no es la misma idea que tuve hace años respecto a la utilidad del Derecho, creo que sí es una herramienta bastante valiosa para transformar la realidad.

4. Existe un prototipo de operador del Derecho (bastante popular en nuestro entorno) que, ajeno a su realidad social, suele contar con una formación tradicional y funge como un autómata en la aplicación e interpretación del fenómeno jurídico.

En ese sentido, te pregunto, bajo las actuales condiciones de globalización y en donde parecería que las relaciones sociales valen más que las capacidades intelectuales y las habilidades profesionales, ¿tiene los abogados posibilidades para fungir como agentes de transformación social o, por el contrario, solo pueden limitarse a ser meros testigos de lo que ocurre, y ser cómplices del sistema?

LB: Definitivamente los abogados pueden ser agentes de transformación social, pero necesitan conocer más aspectos sociológicos del Derecho.

5. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

LB: No es el hábito lo que hace al monje.

6. Dentro tu amplia experiencia profesional, llama la atención un trabajo que desempeñaste entre 1994 y 1995, al estar involucrada en los procesos de negociación con el movimiento zapatista y el conflicto en Chiapas. Como abogada, ¿qué nos puedes decir al respecto de esta experiencia?¿Cambió tu perspectiva del Derecho este trabajo? En otras palabras, ¿crees que “el Sur” le tiene que decir algo al sistema normativo?

LB: Yo digo que sí… Cuando nos llamaron a los diálogos, fuimos con mucha ilusión de poder aportar ideas a partir de nuestro conocimiento del Derecho constitucional y del Derecho administrativo. Pero luego, nos dimos cuenta que cualquier solución jurídica, no era la mejor solución porque el Derecho tenía que entrar después de calmar las aguas, nuestra sensación fue que nos pidieron construir un puente cuando ya estaban las aguas desbordadas.

7. A pesar de que el Derecho es una disciplina masculinizada, al día de hoy, se podría afirmar que ninguna profesión dentro de este ámbito pertenece exclusivamente a los hombres. Sin embargo, al analizar diversos fenómenos culturales desde una perspectiva diacrónica es posible advertir que las mujeres, de manera irremediable, no solo quedan mal representadas en aquellos puestos en los que un mayor nivel de responsabilidad y de toma de decisiones son requeridos, sino que también es posible descubrir al propio Derecho como un fenómeno que se encarga de excluir la perspectiva femenina dentro de sus diferentes manifestaciones. ¿Qué se puede hacer ante este panorama?

LB: No cabe duda que el ejercicio del Derecho sí es una actividad que empezó siendo muy masculina pero, en definitiva, muchas discusiones han cambiado a partir de que las mujeres pudieron incidir en ciertos ámbitos, particularmente los derechos sexuales y reproductivos.

Lo cierto es que la batalla sigue y queda mucho por hacer y se puede hacer mucho porque, hasta el día de hoy, la misma visión patriarcal que se reproduce en el Derecho se refleja en la sociedad.

8. Al tiempo que te has desempeñado en diferentes áreas de ejercicio profesional en el campo jurídico, nunca has dejado de lado el ámbito académico, la docencia y la investigación. Y es que, según me entero, durante más de 30 años has sido profesora de Derecho, impartiendo múltiples asignaturas, algunas de ellas bastante teóricas… En un entorno en el que, muchas veces, parecería que existe un abismo entre el Derecho en los libros y el Derecho en acción… ¿Cómo haces compatible la teoría y la práctica?

LB: Ese ha sido mi reto desde que inicié solo con materias como Introducción al Estudio del Derecho, Teoría, Filosofía, Epistemología…, solo por excepción impartí dos semestres Derecho Constitucional en el CIDE, pero mis materias filosóficas tienen sentido porque explicas el por qué, el para qué, todos los problemas no solo ontológicos sino también epistemológicos sobre cómo se conoce el Derecho, pero fundamentalmente respecto a qué es el Derecho. Para mi, desde el punto de vista de los elementos que te otorga la Filosofía lo que puedes haces es reflexionar sobre la vida, en un sentido muy marxista y decir “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo ahora se trata de transformarlo”, entonces lo que hago es que en la clase doy muchos ejemplos prácticos para decir: a partir de esta teoría, aquí hay una aplicación práctica, y los hago ir y venir, porque sí me tocaron muchos maestros excesivamente teóricos y unos pues “codigueros” que solo buscaban un fin práctico.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Chiapas Belleza
Igualdad de género Reto
Inés y Valentina Injusticia
Dirección general de Estudios, Promoción y Desarrollo de los DDHH de la SCJN Acción
Sur Sueño
Jorge Witker Maestro
Mole de olla Riquísimo
Despenalización del aborto en el DF en 2007 Logro
Rosario Castellanos Mi gente
Comitán Mi cuna
UNAM Mi vida
División de poderes Gran tema
Ignacio Ramos Espinosa Impulsor
SCJN Garante de certeza
Fotografía Pasión
Pueblos indígenas Otro mundo
EZLN Curiosidad
Justicia Objetivo
Derecho Instrumento
México Corazón

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Tatiana Clouthier

El pasado viernes 28 de septiembre de 2018, en sus oficinas “Espacio Ciudadano”, en los linderos de Monterrey y San Pedro, tuve la oportunidad de entrevistar a Tatiana Clouthier Carrillo (Culiacán, Sinaloa, 1964).

Tatiana estudió la Licenciatura en Lengua Inglesa en el Tecnológico de Monterrey y tiene una maestría en Administración Pública por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Al ser hija de Leticia Carrillo y Manuel Clouthier —el mitológico “Maquío” (afamado líder político y ex candidato presidencial del Partido Acción Nacional (PAN) en las controvertidas elecciones de 1988), Tatiana no niega sus orígenes, desempeñándose durante los últimos años dentro de la política local del norte del país, como funcionaria y activista. Sin embargo, hace unos meses, se convirtió en la sensación nacional… Al ser coordinadora de campaña del candidato ganador de las últimas elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador, Tatiana terminó por ser una de las figuras claves en el triunfo electoral de MORENA, imprimiendo un estilo muy particular de ejercer sus labores que conectó con una gran parte de la ciudadanía. Después de rechazar el cargo en la Secretaría de Gobernación, como subsecretaria de Participación Ciudadana, Democracia Participativa y Organizaciones, Tatiana actualmente se desempeña como vicecoordinadora de la bancada de MORENA en la Cámara de Diputados.

Resulta tan extraño como simpático ese tierno fenómeno social que devela burdamente la forma en que nos vinculamos dentro de nuestro entorno más próximo. Así, cuando alguno de los personajes locales, de la noche a la mañana, saltan a la fama nacional e internacional, inevitablemente resulta que todos los conocemos y tenemos miles de anécdotas para compartir.

download-1.jpgQueda claro que Monterrey, Nuevo León en general, es una de las entidades de México más grandes, que la idea del anonimato aun resulta posible dentro de los más de tres millones de personas que compartimos el fervor por los 45º grados y la carne asada. Sin embargo, la verdad es que al mismo tiempo de proyectarnos como una gran ciudad, nos jactamos de ser un rancho grandote, un ranchototote. En ese sentido, me consta, haber escuchado a personas que juran que compartieron momentos inevitables con “Edgar se cae” antes de que se cayera, que fueron a la misma escuela de Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz y desde esos momentos vislumbraron su espíritu rebeldes y contestatario que terminaría decantando en grandes obras poéticas como “Pelo suelto” o “La papa sin cátsup”, que de niños jugaron cascaritas callejeras con Giovani y Jonathan Dos Santos, que eran vecinos de Miriam de La Academia, o que incluso una vez “el Pato” Zambrano les salvó la vida con una hebilla.

Hay de todo…, pero, en definitiva, sabemos de la existencia de grandes personas en el ámbito local, en el íntimo decoro, diría el poeta nacional, de ahí que cuando les llega su momento, cuando les toca brillar fuera del terruño, no queda de otra más que seguirles la estela y alegrarse por la exportación.

Screen Shot 2018-10-14 at 6.01.00 PM.pngNo es por nada, pero así con Tatiana Clouthier. Aunque no era propiamente la “tía Tatis”, ni la identificábamos con el proyecto de la cuarta transformación, en mayor o menor medida, todos la conocíamos… O, por lo menos, sabíamos de su activa presencia en la ciudad. De su espíritu crítico y de sus ganas de politizar espacios tan áridos (literal y metafóricamente hablando). Vamos, que alguien aunque no propiamente de Monterrey, aunque sí de ese místico territorio fronterizo denominado por los cartógrafos occidentales como “el norte”, ahora se encuentre en “el centro”, tanto del país como de la discusión, definitivamente reconforta y alienta a seguir expandiendo el talento local.

No se trata este espacio de realizar un perfil sobre la diputada, y menos recién publicado el gran artículo que escribió Rafa Cabrera en Gatopardo, sino simple y sencillamente de seguir compartiendo y difundiendo las ideas específicas de alguien que apreciamos y que da mucho gusto que su voz cada vez más se esté amplificando.

Agradezco a Tatiana su tiempo, su franqueza, y transparencia, su voz crítica dentro de estos espacios y sobre todo su valentía para tomarse en serio la política y tratar no solo de reivindicar el trabajo de tantas personas que nos han quedado a deber, sino, y sobre todo, de algunos otros que se han quedado en el camino, tratando de hacer de este lugar uno mucho mejor.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más, a Tatiana Clouthier.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

TC: Tribunal, juicio, discusión.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

TC: No sé cuál sea, pero te puedo decir que lo que me encanta ver es los programas norteamericanos de “Corte Abierta”, o de ese estilo. Desde muy pequeña disfrutaba ver los casos que se resuelven de forma muy interesante y breve, no más media hora. La verdad es que me apasionaba ver los procedimientos de los juicios orales.

3. En los últimos sexenios, se ha destacado un gran número de abogados que lideran la política y el gobierno en nuestro país. ¿Te hubiera gustado estudiar la licenciatura en Derecho?

TC: Fue mi sueño, mi primer intención había sido deportes y luego abogacía, y cuando vi para qué sirve en este país ser abogado…, decidí que mejor no.

4. En el mismo sentido que la pregunta anterior, ¿necesitamos más abogados en la administración pública, o por el contrario sería bueno que otros profesionistas, como en tu caso, conformen la misma?

TC: Yo creo que no es la profesión la que hace ni deja de hacer, sino es la variedad de perfiles que complementan puestos técnicos, hay lugares donde tienes que tener gente técnica y hay lugares donde desde cualquier profesión puedes sumar.  

5. ¿Crees que la literatura, el arte en general sirve para las cuestiones jurídico-políticas o es solo una vía de escape a las frustraciones diarias?

TC: Creo que la filosofía y el leer, te abre la mente para buscar la verdad, para buscar y profundizar y no aceptar todo como algo incuestionable, como algo fijo y estático. Estas disciplinas te ayudan a encontrar caminos nuevos y cuestionarte.

6. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión? ¿por qué?

TC: Ni a favor ni en contra, te voy a decir, creo que todas o algunas profesiones tienen rituales, tienen eso y es como si el ritual tiene sus propias y respetables solemnidades.

Te voy a confesar que me hiciste la pregunta el día equivocado. Ayer, precisamente, me invitaron a una graduación de una maestría en Derecho de la Academia de Derecho Internacional en el Colegio San Ildefonso…, entonces acabo de vivir todo el ritual y me pareció muy bello, me pareció muy bello en la manera en la que nos explicaron de dónde venía la academia, quiénes habían sido los primeros y todo lo demás. Y, la verdad, es que me gusto y me gusta mucho más cuando los rituales tienen su sentido y su momento. Pero ojo, eso no te define, pero te lleva a encontrar momentos para cada cosa.

7. En México hay 1,817 Escuelas de Derecho, en Nayarit hay más que en Canadá, en Guerrero más que en Alemania, en Nuevo León hay cerca de 70, la profesión parece que ha eclosionado desde finales de los noventas, creándose una nueva escuela de derecho por semana, en ese sentido, en el país existen muchísimos abogados pero parecería que la cultura jurídica se encuentra en un estado lamentable.

Aunado a la proliferación de escuelas de Derecho de mala calidad, existe una clara problemática de acceso a la justicia diferenciado por cuestiones de clase, el fenómeno de los “coyotes”, la insuficiencia de los defensores de oficio. Mientras parecería que se han realizado importantes reformas en múltiples campos, política, energética, del Estado, judicial, sin embargo, se disocia a las personas que se encargan de operarlas, es decir a los abogados mismos.

En concreto, te pregunto… ¿Qué se te ocurre para incrementar la calidad de los abogados en México?

TC: Desde que trabajé en la Secretaría de Educación del Estado, hace muchos años, veíamos que había un montón de profesiones, recuerdo en específico cuatro carreras en el Estado de Nuevo León que estaban sobrerrepresentadas, si así se pudiera decir, o que tenían demasiada demanda, y decíamos que normalmente luego venía una frustración de no encontrar el trabajo en donde escogiste y querías tener la profesión de tus sueños…, Una reflexión que me generas es si valdría la pena que el mercado se regulará a partir de esa información, de las áreas donde tienes perfiles, pero también de cuáles son las más demandadas, la pregunta aquí es cómo hacer para empatar oferta y demanda, sin limitar las decisiones de cada persona. Y si creo que en el sobreofertar, en todo, viene una baja calidad, no porque sobreofertes, sino porque no controlas; no por la sobreoferta, sino porque el Estado no a hecho lo que le corresponde para regular propiamente la demanda y existen escuelas patitos o semipatitos y no sé que tantas cosas más.

Creo que hemos denigrado, si así se pudiera decir, el papel de la Universidad y no hemos puesto, por decirlo de algún modo, centros educativos, que es diferente. No está bien ni está mal, solo es distinto y es que, hoy en día, creo que el conocimiento debería de tener otro valor, ser contemplado desde otra dimensión, más allá de un mero título. Eso es más menos lo que voy viendo que va sucediendo.

Esta gacho que pagues y te engañen, pero eso, también tiene que ver con un apendejamiento personal.

8. Me parece que tú has llamado mucho la atención por impulsar la participación ciudadana. Sin embargo, entre tanta desigualdad, en un sistema político-económico que explota profesionalmente y crea tantas condiciones agravadas para involucrarse en los asuntos públicos, ¿no? O por lo menos parecería una cuestión afectada por las cuestiones de clase. ¿Se te ocurren algunas soluciones para impulsar estos temas?

TC: No puede haber ciudadanos ni de primera, ni segunda. Sin embargo, uno no puede negar y te regresas a la pirámide de Maslow, una vez con las necesidades básicas resueltas, podemos entrar en otras dinámicas, entonces viene ahí de origen una democracia discriminatoria, por llamarlo de alguna manera. Porque si yo trabajo ocho o diez horas diarias para poder suplir lo básico y ni siquiera lo básico, sino lo súper básico, pues no me pidas que haga más, porque no tengo ni fuerza, ni nada para hacer más. Entonces de entrada me descalificas o me sacas del esquema de poder participar no porque no tenga el derecho sino porque no tengo el ánimo, ni las ganas, ni puedo, ni la cabeza para hacerlo porque estoy sobreexplotado en términos de trabajo. No obstante, eso no me limita el derecho, y ahí es donde entras a una discusión otra vez, por qué nos conviene como sociedad tener una clase media más gorda, no en términos de diabetes ni obesidad, sino en términos de que sea más amplia, más grande, por lo mismo, porque en la medida de que tengamos una clase social que tiene sus necesidades básicas resueltas se puede involucrar en otras cosas, pero en otras cosas desde el arte, otras cosas que le llenen la vida desde otra perspectiva, y no andar sobreviviendo.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Constitución Ley suprema
MORENA Movimiento regeneración nacional
Nuevo León Ciudad de las montañas
Manuel Clouthier Mi padre
Cantos gregorianos Relajación
Evolución mexicana Participación ciudadana
Andrés Manuel Presidente electo
Corrupción No la quiero
Rosaura Barahona Maravillosa
Comida mexicana Deliciosa
Culiacán Mi casa
Participación ciudadana Un obligado
PAN Se come
Beatriz Gutiérrez Müller Gran mujer
igualdad de género Un deseo
San Pedro Garza García Donde vivo
Hacer patria El actuar cotidiano
Millenials Entendiendo
Abre más los ojos Una necesidad
Familia Lo fundamental
Justicia Mi deseo máximo
Derecho Lo que todos tendríamos que tener
México El lugar más bello del mundo

 

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Josep Aguiló

El pasado día miércoles 14 de febrero de 2018, en la Universidad de Alicante, tuve la oportunidad de entrevistar a Josep Aguiló Regla (Palma de Mallorca, 1959).

DG4cYmf0_400x400.jpgJosep Aguiló es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante y profesor permanente en múltiples cursos de doctorado, maestrías y cursos tanto en Europa como en Latinoamérica. Es miembro del consejo de redacción de la prestigiosa revista Doxa. Y dentro de sus áreas de especialización y diferentes trabajos bibliográficos se encuentran temas como las fuentes del Derecho, la constitución en el Estado Constitucional, y la negociación y la mediación.

Aquellos que conocen a “Pep”, más allá del aula y de la difusión académica de sus conocimientos, no podrán negar su gran calidad humana. No por nada, hace ya algunos años, Jonxu Pérez Lledó se refirió a él en su tesis doctoral como una persona de elevada estatura (intelectual y humana, además de física). Precisamente, lo comentaba con una amiga española hace días, algo que nos llamaba la atención desde que fue nuestro maestro en el máster de Argumentación Jurídica, es que la mayor parte del tiempo el profesor Aguiló se encuentra sonriendo. Quizá no sepamos lo que está pensando, pero invariablemente refleja un gesto de alegría. Incluso, cuando le preguntábamos genuinamente en clase algo totalmente absurdo, o hacíamos un comentario fuera de lugar, Pep sonreía…, tal vez pensando que nuestra ignorancia rozaba niveles estratosféricos, pero acto seguido con una notable paciencia pedagógica intentaba respondernos develando su sensatez y compañerismo. Puede ser que me lo invento pero alguna vez escuché referirse a alguien a Pep como “el reducto racional” del seminario de los jueves. Probablemente sea una broma, pero, en definitiva, no es casualidad que antes que la confrontación, el choque, o la arrogancia (que, por lo general, suelen caracterizar a muchos espacios académicos), el profesor Aguiló sea un teórico de la mediación y la negociación, que, además, lo pone en práctica en el día a día.

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De verdad, no me parece algo menor, porque hasta en las discusiones más álgidas, en los escenarios más polarizados, Pep guarda cordura y su espíritu conciliador sale a flote. Justamente recuerdo una anécdota cuando el Madrid (el mejor equipo del mundo, o por lo menos del siglo pasado, aunque le pese), ganó la undécima copa de Europa, Pep (como apasionado culé), sabiendo de mi ferviente fanatismo por los de Chamartín, antes que ignorar o alegar unas cuestionables decisiones arbitrales, decidió acercarse conmigo y felicitarme por el triunfo de mi equipo.

Eso de que para ser un buen profesional, buen filósofo, hay que ser una buena persona, Pep lo lleva a la práctica diaria y la verdad es que da gusto poder contar con alguien como él en estos espacios.

Agradezco a Pep el apoyo y su amistad. Las comidas apostadas (más bien ganadas) en el “Don Jamón” cada clásico de nuestros equipos de fútbol, su entrañable relación con México (vale la pena mencionar, más allá de una simpática anécdota relacionada con un desacuerdo lingüístico con los tacos de canasta, que le tocó presenciar el último sismo del 19 de septiembre, evento que a cualquier extranjero lo hace merecedor de la carta de naturalización), su confianza y su tiempo.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más, a Josep Aguiló.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Josep Aguiló (JA): Alguien con problemas. Sólo se acude a un abogado si se está en problemas. Hay quien piensa que los abogados crean los problemas (y puede que algo de eso haya) pero, en realidad, solo se acude a ellos cuando se tienen problemas. La Administración de justicia y todos sus actores los tengo asociados a la idea de problema, de conflicto.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

JA: Atticus Finch.

3. Ya alguna vez has contado que los motivos por los que te involucraste el estudio teórico del Derecho, en concreto en la filosofía jurídica, obedecen a que te consideraron “inútil total” para el servicio militar, que entonces era obligatoria en España, pero ¿alguna vez pensaste ejercer como abogado?

JA: Tanto como el motivo, no, pero la circunstancia sí fue esa. La declaración de inutilidad para la mili generó la oportunidad de aceptar una invitación de Manuel Atienza; y allí empezó todo. Respecto de si alguna vez he pensado en ejercer de abogado, la respuesta es que no. Siempre he creído que hay algo en mi psicología que me impediría ser un buen abogado, y es una tendencia excesiva a ponerme en el lugar del otro; pero no en el sentido de mi cliente, sino en el de la otra parte. Es algo así como una inclinación a empatizar más con la otra parte que con mi cliente. En este sentido, creo que reúno mucho más las virtudes del mediador que las del abogado litigante.

4. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

JA: A favor.

¿Por qué?

JA: La toga se usa en los procesos jurisdiccionales y, en mi opinión, en ese ámbito está plenamente justificada. Un abogado puede seguir diferentes estrategias para promocionar los intereses de sus clientes. Puede negociar, conciliar, mediar, etc. Todos esos métodos son alternativos a la jurisdicción pero operan bajo su sombra. La entrada en la jurisdicción significa un cambio muy importante en relación con ellos: supone el tránsito de la no formalidad de la sociedad a la formalidad del Estado. Remarcar (con el rito de la toga) ese cambio me parece plenamente acertado. La negociación presenta una compatibilidad con la libertad de formas que no puede presentar la jurisdicción; y la “artificialidad” de la toga es una clara manifestación de ello.

5. ¿Cuál crees que debería ser el papel de los abogados en un estado constitucional de Derecho?

JA: La referencia a un estado constitucional de Derecho alude -imagino- a que el abogado en cuestión opera en el interior de un sistema jurídico que en su conjunto se considera que está justificado. Ello supone que excluimos los roles del abogado que actúa como un resistente frente a la opresión o como un infiltrado que trata de boicotear el sistema jurídico. En este contexto, en el de un sistema justificado, el papel del abogado está siempre pillado por dos principios: uno le otorga el papel de colaborador de la administración de justicia y otro, el de representante de los intereses de su cliente. El buen abogado se mueve siempre en un equilibrio entre esos roles; a veces puede pesar más uno que otro, pero ninguno de ellos puede ser completamente ignorado. Suele decirse que los procesos judiciales son un caso de justicia procesal imperfecta. Con ello se quiere decir que hay un resultado justo y que el proceso está especialmente diseñado para procurar alcanzarlo (justicia procesal), pero no asegura que se alcance (imperfecta). Si uno se percata de ello, resulta evidente que el papel del abogado es esencial; y que el buen abogado contribuye de manera definitiva a una correcta administración de justicia. Pensemos, por ejemplo, en lo más básico, en su papel de traductor del lenguaje social del conflicto al lenguaje jurídico del proceso. En el medio social, el conflicto suele adoptar tonos y formas actorales; mientras que el conflicto en el interior del proceso es necesariamente temático. Asume por tanto la traducción del lenguaje del conflicto porque, por ejemplo, una demanda no puede versar sobre lo que una persona es, sino sobre lo que esa persona hace o deja de hacer.

¿Qué debe hacer pues un abogado? Representar los intereses de su cliente frente a los de la contraparte pero en un contexto en el que lo que se ventila es cuál de los intereses en conflicto es el legítimo. Por ello su papel no es sólo representar a su cliente, sino mostrar que los intereses de su cliente son los legítimos. El proceso versa sobre la legitimidad, la corrección de los intereses en conflicto.

6. En alguno de tus recientes trabajos sobre argumentar dialogando escribes que el papel de traductor del lenguaje del conflicto, desde siempre, se le ha atribuido a los abogado en relación con su cliente. Pues, mientras el cliente (entendido como actor del conflicto), tiende a personalizar el problema, el abogado (como profesional del conflicto), debe tratar de despersonalizarlo, de objetivarlo. ¿No es esto incompatible con la pretensión de corrección que encierra el Derecho? O mejor dicho, ¿esto no crees que generaría un cierto tipo de abogados autómatas cuyos fines egoístas se limiten simplemente a velar por los intereses de sus clientes?

JA: Naturalmente, la empatía tiene que ser una de las virtudes del abogado; el abogado tiene que empatizar con su cliente. Ahora bien, una cosa es empatizar y otra confundirse con él. Siempre que hablo de estas cuestiones invoco el principio deontológico de la “independencia” del abogado. El deber de independencia del abogado alcanza también la relación con su cliente. Eso quiere decir que el abogado es quien define la estrategia de defensa y quien se hace responsable de ella. El cliente puede rechazar al abogado, pero no imponerle la estrategia de su defensa. El abogado en este sentido nunca puede parapetarse detrás de su cliente. Todo ello es muy importante porque marca los límites de la empatía del buen abogado frente al cliente. El abogado ofrece defensa, no connivencia. Ese es el drama que de los abogados de mafiosos: que la mafia no tolera su independencia; les impone la connivencia. Menos dramático, pero también problemático es el caso de los abogados militantes (ecologistas, creyentes, feministas, animalistas, etc.) que empatizan demasiado con sus clientes (o con sus causas). Si no mantienen las necesarias distancias acaban generando una nada recomendable continuidad entre el discurso propio del foro público (social) y el del foro jurídico. Y ello tiende a ser contraproducente tanto para la promoción de los intereses del cliente como para la contribución a la correcta administración de justicia.

7. Afirmas que un buen abogado no es simplemente alguien que conoce las leyes y las usa para resolver casos. Que el entender al Derecho como práctica, y no sólo como reglas y procedimientos, reclama el desarrollo de una cultura de las virtudes profesionales de los juristas. ¿Se te ocurren algunas herramientas o procesos para lograr dicho objetivo?

JA: La verdad es que no, no se me ocurre. Las virtudes se aprenden, pero no sé muy bien cómo se enseñan. Lo que sí tengo muy claro es que la cultura jurídica ha ignorado por completo este tipo de cuestiones.

Pero a qué te refieres específicamente, a la deontológica, al sistema en general, a la enseñanza a la ética, a una concepción…

JA: La tradición jurídica positivista ha tendido a reducir el Derecho a normas (Derecho sustantivo, estática jurídica, etc.) y a procedimientos (Derecho procesal, dinámica jurídica, etc.). Esta manera de objetivar el Derecho produjo el resultado de imponer una concepción del mismo en la que los juristas eran prácticamente irrelevantes (invisibles en el momento del estudio del Derecho e intercambiables en el momento de su aplicación). La concepción del Derecho como práctica (que consiste en ver el Derecho como reglas orientadas por valores) pone a los juristas necesariamente en el centro de las operaciones jurídicas. Todo el postpositivismo es en parte el resultado de haberse tomado en serio el desarrollo del llamado punto de vista interno a las reglas. Y ello conlleva también una lectura diferente de las profesiones jurídicas. Para determinar los deberes profesionales ya no es suficiente con recurrir a la noción de ilícito (lo prohibido), sino que es necesario reflexionar sobre lo mejor dentro de lo permitido. El “buen profesional” no es simplemente el que no comete ilícitos. La ética profesional bien entendida no es nada distinto que una reflexión profunda sobre la excelencia en el ejercicio de la profesión. Para afirmar que un fiscal (un procurador) no debe acusar al que sabe inocente, no hace falta ninguna ética profesional: para eso nos basta el Derecho. La ética profesional opera en el marco de lo que no está prohibido por el Derecho. Respecto de los abogados podríamos decir lo mismo: para concluir que los abogados no deben apropiarse de las provisiones de fondos de sus clientes no hace falta ninguna reflexión ética, nos basta el Derecho. Pero sí es necesaria para calibrar en un determinado caso el equilibrio entre la empatía con el cliente y la lealtad con la administración de justicia.

8. ¿Cuál crees que sea el principal reto que afronta la enseñanza del Derecho en nuestros días?

JA: Un buen jurista, da igual si es juez o abogado, debe ser fino; y la finura es el producto de la combinación dos capacidades intelectuales: una es la de distinguir y otra la de emitir juicios de relevancia. Las distinciones sin relevancia desembocan en la pura sutileza. De forma que un jurista fino es quien es capaz de detectar las propiedades que le permiten construir las distinciones relevantes. Formar buenos juristas es formar sujetos con esas dos habilidades en el marco de un sistema jurídico. Naturalmente junto a eso hace falta renovar el compromiso ético de la cultura jurídica con la paz, la libertad, la igualdad, la democracia y los derechos humanos.

A continuación, te diré una serie de nombres y conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Negociación Acuerdo
Lionel Messi Un genio
México Complejo
Justicia Ideal racional
Objetivismo moral Problemático y dificultoso
Doxa Una gran revista
El patrón del mal La mejor serie que he visto
Técnica legislativa Una asignatura pendiente sobre la que tengo ideas relativamente claras.
Fuentes Un concepto más claro de lo que parece
“en pocas palabras” Un ideal regulativo de mi trabajo intelectual
Constitución Una idea en crisis
Servicio militar Algo que forma parte del pasado
Barca Una pasión
España Algo muy complicado
Disputa Algo que me genera aversión
Cristiano Ronaldo Un buen jugador
Musica clásica La música
Alicante Un lugar que nos permitió vivir en una burbuja intelectual
Palma de Mallorca Tierra de afectos de la que siempre siento nostalgia
Manuel Atienza Un gran amigo del que he aprendido mucho
Derecho Algo mucho más interesante y difícil de lo que generalmente se cree

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Pedro Salazar

El pasado jueves 25 de enero de 2018, en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, tuve la oportunidad de entrevistar a Pedro Salazar Ugarte (Ciudad de México, México 1971).

Screen Shot 2018-07-28 at 6.20.30 PM.pngPedro Salazar es Licenciado en Derecho por el ITAM y Doctor en Filosofía Política por la Universidad de Turín, Italia. Desde hace 15 años es investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y tiene el nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente se desempeña como director del IIJ de la UNAM, profesor de la Facultad de Derecho y Conductor del programa Observatorio en TVUNAM.

En mayor o menor medida, a todos aquellos que nos tocó aprender Derecho en México a partir del cambio de siglo, el contenido visto en las aulas a través de la carrera resultó de una extraña mezcla entre anacrónicos textos que sirvieron de guía a nuestros profesores y la interpretación y recepción de teorías que (aunque no del todo nuevas) iban amoldándose a las exigencias de los tiempos contemporáneos.

Y es que, algunos dirán que difícilmente puede salir algo bueno de leer a Carpizo y Burgoa por la mañana y a Zagrebelsky o Ferrajoli por la noche. De seguir anclados a la  quinta época pero al mismo tiempo mirar hacia tribunales internacionales. Sin embargo, la experimentación, la prueba y el error, el cuestionar las jerarquías normativas, la emoción de ejercitar nuevos medios de control constitucional, de hacer valer el peso de los contrapesos, abrió por primera vez la posibilidad para discutir de manera abierta las intrincadas relaciones entre Derecho y poder en nuestro país.

Así, como cualquier otro campo social, aunque quizá con un mayor rezago que todos los demás, la academia jurídica nacional  comenzó a experimentar un cambió generacional, que dio voz, en aquellos años, a importantes y prominentes juristas (los cuales no es casual que actualmente funjan como cabezas de importantes instituciones de incidencia jurídico-política), que supieron ver más allá del texto normativo y pudieron llamar la atención sobre lo que estaba por venir. En ese sentido, no cabe duda que el trabajo académico de Salazar Ugarte se encuentra en sintonía con esa visión que posibilita no solo un mejor entendimiento de nuestro sistema sino también una genuina preocupación por equilibrar la teoría con la realidad social.

De ahí, precisamente, que Pedro Salazar además de su producción académica nunca haya dejado de escribir, de estar al pendiente de la vida pública nacional,  en general, de socializar el Derecho a partir de programas de televisión y  artículos de opinión en múltiples espacios divulgativos. Pero no me atrevería a decir divulgar por divulgar, o por el solo hecho de llamar la atención sino por congruencia con una academia comprometida con su entorno, no se olvida su renuncia como editorialista de uno de los periódicos de mayor tiraje en el país (por la tendenciosa cobertura al sistema anticorrupción), o también sus múltiples pronunciamientos en controvertidos temas de actualidad.

Agradezco a Pedro su tiempo y amabilidad para la entrevista, pero sobre todo por esa capacidad que tiene para propulsar el trabajo de los más jóvenes, creer en ellos, y sobre todo tratar de entenderlos, haciendo su trabajo a partir de las exigencias y necesidades que conllevan las transformaciones sociales.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Pedro Salazar.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?
Pedro Salazar (PS): Este… Normas jurídicas y una cuestión ambivalente entre conservación del statu quo o, cada vez más potencial transformador.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.
PS: No sé por qué se me vino a la mente Arturo Zaldívar.

3. ¿Alguna vez pensaste ejercer como abogado?
PS: No.

¿Por qué?
PS: Porque siempre tuve una vocación mucho más orientada hacia la aproximación teórica o política del Derecho. De hecho, mi experiencia lo que ha sido como jurista digamos en algún tiempo trabaje en administración pública, y el resto del tiempo, me he dedicado mucho más a el estudio del Derecho, pero desde la perspectiva de la academia.

4. ¿Ves alguna relación entre los abogados y nuestros actuales modelos de democracia constitucional?

PS: Yo creo que sí, llevo tiempo sosteniendo que hay una disputa por los derechos, una disputa por la concepción del Derecho en la cual lo que está en juego son distintas concepciones del ordenamiento jurídico, del Estado y de la relación entre poderes y derechos. Y sí, creo que hay una tradición de abogados, una tradición de juristas que es mucho más nacionalista, mucha más parroquial, mucha más conservadora, y mucho más formalista que otra, que es una tradición que se ha ido abriendo brecha que probablemente es menos cuantiosa desde el punto de las personas involucradas en la misma, pero que tiene una concepción mucho más universalista, mucho más comparativista, mucho más orientada hacia la interpretación abierta del Derecho. Y creo que sí, estas dos tradiciones contribuyen a consolidar distintas concepciones de Estado y distintas concepciones, vuelvo a decirlo, de relación entre el poder y los derechos.

5. De un tiempo para acá, mientras que los Poderes Judiciales, los jueces y las juezas en específico, se han fortalecido tanto en sus recursos humanos como materiales, existiendo cada vez mayores condiciones para ejercer sus labores bajo estándares de calidad, o por lo menos procurar escenarios en los que el ejercicio del Derecho resulte más eficiente, para el gremio de los abogados difícilmente se puede afirmar lo mismo… Proliferación de escuelas de Derecho de mala calidad, acceso a la justicia diferenciado por cuestiones de clase, el fenómeno de los “coyotes”, la insuficiencia de los defensores de oficio, incluso la mala fama de la profesión, ¿a qué crees que se deba esto?

PS: Son varios temas. Por ejemplo, tenemos que hablar de una discusión muy importante que es el tema de la colegiación. Yo soy de los que estoy a favor de la colegiación obligatoria, y de la certificación para el desempeño de la profesión jurídica. Entre otras razones porque, eso nos permitiría tener estándares de calidad de desempeño, no solamente desde el punto de vista técnico sino también desde el punto de vista ético, que me parece fundamental para el ejercicio de la profesión jurídica.

Entonces lo que hace falta es, en esa dirección o en otra —porque sé que hay una discusión alrededor del tema—, es una ley de la abogacía en México que ordene, una ley que establezca estándares mínimos para la formación y para el desempeño profesional, una ley que te permita decantar la calidad de las escuelas de Derecho. Es decir, mientras no tengas eso lo que tienes es un escenario en el cual hay de todo, digamos.

Y si, tienes razón yo creo el gremio de los abogados le está quedando a deber a los retos de su profesión. Y, por el otro lado tienes razón en el caso poderes judiciales, han hecho sus inversiones importantes de recursos, han más o menos sistematizado sus procesos de ingreso, selección y ascenso. En fin, hay más profesionalización de la del gremio de los abogados entendidos como los practicantes del Derecho.

6. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

PS: Yo estoy en contra incluso del uso de la corbata… Aunque sé que hay que usarla, pues no me queda duda de la importancia de las formas. Pero yo estaría en contra del uso de la toga porque, más allá de lo simbólico, no creo que contribuye en nada a mejorar el desempeño sustantivo de la abogacía.

7. Considerando que el potencial de la licenciatura en Derecho se encuentra relacionado con el hecho de que la economía y la política se rigen en términos jurídicos, qué opinas de que, por lo general, lo cuadros políticos de las clases dirigentes tradicionalmente se encuentran conformados por abogados.

 Es decir, ¿necesitamos más abogados en la administración pública, o por el contrario sería bueno que otros profesionistas conformen la misma?

PS: A ver, yo creo que es un elemento muy estudiado y muy, digamos, reflexionado en la teoría del Estado y en la conformación del Estado —por lo menos de Weber hacia delante—, de la relevancia de los juristas en la operación del aparato estatal. La relevancia de los juristas pues por su conocimiento técnico sobre el instrumental básico con el que se gestiona la cosa pública que es, precisamente, el instrumental normativo. En ese sentido, creo que los abogados son fundamentales para el servicio público, pero yo creo lo que debemos de hacer es imaginar otro perfil de abogados es decir, yo creo que la abogacía debe de seguir siendo lo que es, la disciplina, la ciencia jurídica, pero también las abogadas y abogados deben de tener mucha más conciencia de la interacción del Derecho con las otras esferas de la vida social. Es decir, de la interacción necesaria entre Derecho y política, Derecho y economía, Derecho y sociología, y, en ese sentido la profesión jurídica debería de ser menos autorreferente como es hasta ahora. Debería de ser más receptiva de otros saberes para que las personas que estudian Derecho y que luego van a practicar Derecho tengan una cultura más amplia que la exclusivamente legal.

8. Hace algunos meses en un Congreso en Guadalajara, mientras hablabas sobre enseñanza del derecho constitucional y la incorporación de los nuevos abogados al ámbito profesional, afirmaste que quizá lo que cualquier oficina debería hacer para contratar a nuevo personal es poner una placa que diga “Se buscan personas sin experiencia”, esto en relación con lo difícil que, muchas veces, resulta dentro del campo jurídico romper con atavismos y formalismos que no solo impiden que los futuros abogados sean creativos o intenten nuevas formar de ejercer y socializar sus labores, sino que también la propia dinámica de la profesión va moldeando sus hábitos conforme a sus superiores y dentro de los estrechos márgenes que exige el propio Derecho, generando cada vez más desigualdades entre operadores jurídicos y usuarios del sistema.

Como director de uno de los institutos de investigación con mayor incidencia dentro de nuestro entorno jurídico-político, ¿qué ideas se te ocurren para que las futuras generaciones de abogados puedan fungir como detonantes de cambios sociales?
PS: Bueno, yo creo que lo que ustedes llevan tiempo estudiando es fundamental. Es decir, deberíamos de transformar la manera en que formamos a los abogados, y no solamente estoy pensando en los contenidos de planes de estudio, temarios y demás, sino también en las dinámicas de razonamiento jurídico y en las maneras de aproximarse al Derecho. Yo creo que ahí hay un desafío muy grande y que la verdad el gremio es tan resistente que esas transformaciones se han dado con gotero.

Deberíamos entre otras cosas enseñar, por ejemplo, mucho más a razonar y argumentar jurídicamente que a aprender, patrones, procedimientos y normas de manera formal. Yo creo que es uno de los grandes retos.

Lo otro es que también deberíamos de tener una discusión en serio sobre para que queremos el Derecho, es decir para que sirve el instrumental jurídico en la sociedad , cual es la finalidad, porque, es muy distinto imaginar el Derecho desde la perspectiva de la organización del poder, de la administración del Estado y de la ejecución de las decisiones de los órganos políticos que, mirar al Derecho como un entramado normativo para fortalecer a las personas, para aumentar sus capacidades, y para contribuir a la participación en la adopción de las decisiones colectivas. Hay una diferencia que vale la pena tomar en cuenta, que es tanto como preguntarnos si queremos un derecho orientado hacia los poderes en plural, o un derecho orientado hacia los derechos y hacia las personas en lo particular.

Lo otro yo creo que tenemos que enseñar una aproximación mucho más práctica hacia el Derecho, eso también es algo fundamental. A mí me parece que la manera en que se debería enseñarse el Derecho, ustedes lo saben muy bien, no solo puede tener una función teórica fuerte sino también tendría estar muy vinculado al ejercicio práctico de la profesión jurídica, para entenderlo, aunque no lo vayas a ejercer. No hay manera de analizar bien sentencias constitucionales, por ejemplo, si no tienes una proximidad con la manera en la que se articula un litigio estratégico y yo creo que por ahí habría otra cuestión.

Otro elemento fundamental que deberíamos de tomarnos muy en serio es la dimensión axiológica de nuestra profesión, es decir el sustrato ético que debe de estar detrás del Derecho que no quiere decir confundir el Derecho con la moral ni vertientes iusnaturalistas. Simplemente quiere decir que el Derecho no puede verse como un ente aislado de una pretensión de corrección moral.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Norberto Bobbio Filósofo político
Italia Tercera casa
Liberalismo Igualitario Concepción de vida
UNAM Mi casa
Laicidad Principio fundamental para la convivencia
ITAM Centro de formación profesional
“Escuela de Turín” Una idea en formación
Mariano Otero Predecesor de Kelsen
Conferencia Mariano Otero CoMO Recuerdo de juventud
IIJ Mi casa
Rodolfo Vázquez Ejemplo
TEPJF Institución inestable
Democracia constitucional Modelo de organización política ideal
SCJN Tribunal Constitucional
Café (espresso) Todos los días
José Woldemberg Amigo y modelo
Justicia Pretensión constante
Michelangelo Bovero Tutor y formador
Derecho Instrumento de trabajo
Poder Derecho
México

Futuro

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Rodolfo Vázquez

El día viernes 26 de octubre de 2017, en un café en la Ciudad de México, tuve la oportunidad de entrevistar a Rodolfo Vázquez (Buenos Aires, Argentina 1956).

Constantemente relato una anécdota que me sucedió cuando estando fuera del país, estudiando el postgrado, un grupo de profesores de filosofía, me preguntaron que quién era el mejor filósofo del Derecho en México, y les respondí que un argentino… Pero un argentino que radica en nuestro país desde hace mucho tiempo. Además, aplicando el criterio de interpretación de Chavela Vargas, claramente, se puede afirmar que “los mexicanos nacemos donde nos da la gana”.

Rodolfo obtuvo en México el grado de Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), después de estudiar Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y Filosofía en la Universidad Iberoamericana (IBERO). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Oxford, Génova y Carlos III y, desde 1979, profesor de tiempo completo en el ITAM, institución que recientemente le otorgó el nombramiento de profesor emérito.

He de comenzar diciendo que no seré yo quien narre los logros intelectuales de Rodolfo, se atreva a compilar sus obras, o incluso pueda realizar un esbozo de su perfil para rendirle homenaje. Sinceramente no me puedo considerar su alumno, mucho menos su discípulo. Esta labor, sin lugar a dudas, corresponde a grandes maestros, juristas que en la actualidad se encuentran ejerciendo una importante labor dentro del Derecho. Sin embargo, en mayor o menor medida, puedo afirmar que muchas de mis ideas o de mis inclinaciones intelectuales se pueden retrotraer a Rodolfo Vázquez.

Esto porque gracias a él, a sus ediciones, a las colecciones que dirige, a sus seminarios, a la revista que fundó, pero sobre todo a la confianza que tiene con los jóvenes, su figura se ha convertido en un referente que trasciende generaciones y geografías, en un maestro indirecto de muchas personas que nunca ha tenido dentro del aula.

prof1050-e12-2016-08-09Alguna vez, charlando con Mica Alterio sobre la enseñanza de la filosofía jurídica en México, se refirió a Rodolfo como el gran y generoso pater familias que a su alrededor ha generado (quizá muchas veces sin querer) un grupo de personas comprometidas no propiamente con sus ideas pero, en definitiva, sí con una determinada concepción sobre el Derecho y la justicia. Y sí, totalmente. Creo que la analogía resulta adecuada porque en tiempos en los que todo es rápido, todo es acción, la obra de Rodolfo y, me atrevo a decir, Rodolfo en sí mismo, surge como una posibilidad y una alternativa. En este lugar que por costumbre llamamos México, en un país en el que primero se sobrevive y después se intenta vivir, la obra de Rodolfo resulta un oasis frente al patético desierto que evita la indispensable necesidad de pensar, una invitación a hacer de la vida un constante ejercicio de reflexión.

Alejado de controversias más nunca ajeno a la misma, Rodolfo Vázquez se erige como un maestro de maestros, como un role model no solo para los futuros filósofos del Derecho en México, sino también para cualquier profesor que aspire a hacer de este mundo algo mejor. Vamos sin prisa porque vamos lejos. Porque iremos más allá de cualquier reforma “estructural”, de cualquier político improvisado.., porque esa es, precisamente, la tarea del filósofo, del pensador, de alguien congruente con sus ideas y su vida.

En lo personal agradezco a Rodolfo su confianza y su tiempo para invariablemente siempre responder y estar atento tanto a mis dudas como a mis necedades. Rodolfo es alguien a quien admiro mucho, su humildad, su inteligencia, y su calma, son características que me hacen creer en que si la filosofía del Derecho tiene futuro, no me cabe duda que será por medio de su pensamiento.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Rodolfo Vázquez.


1. ¿Qué es lo primero que se te viene en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Rodolfo Vázquez (RV): Bueno, lo primero es la formación rigurosa en el conocimiento de la normatividad jurídica, que no debe en ningún sentido ser desplazada por algún tipo de interés estratégico. Cualquier disciplina que aspire a constituirse en un conocimiento científico debe comenzar por conocer su objeto, que en nuestro caso, son las normas y los ordenamientos jurídicos.

En segundo lugar, esperaría, que ese abogado tuviera una formación integral en el sentido de saber contextualizar las normas desde un punto de vista histórico, político y cultural, y se acompañe siempre de una teoría robusta de la justicia, digamos, con la responsabilidad propia de asumir un “sentido de justicia”. Hay que reconocer que nuestras escuelas de Derecho, deudoras de un estéril formalismo jurídico, han sido muy omisas con respecto a esa formación integral y a la interacción que correspondería al Derecho con las demás disciplinas sociales y humanísticas.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

RV: En México he tenido la fortuna de poder conocer algunos juristas ejemplares: Efraín González Morfín, Ulises Schmill; y a maestros que han sido determinantes en mi formación como Ernesto Garzón Valdés, Manuel Atienza, Ronald Dworkin, Luigi Ferrajoli, Jorge Malem, Paolo Coamanducci, y si bien, no personalmente –solo alcancé a conversar con él por teléfono en un par de ocasiones- Carlos Santiago Nino. Entre los discípulos de este último tengo mucha afinidad y admiración por mi querido amigo Roberto Gargarella.

¿Personajes del mundo político, literario o mediáticos? Es difícil seleccionar. Vuelvo una y otra vez a los clásicos de la literatura mundial. Recientemente, y acompañado de charlas y debates, y por consejo insistente de Ulises, he terminado de leer la obra completa de Shakespeare. Con la guía de un recordado amigo cinéfilo, Alberto Sauret, he disfrutado toda la obra de Tarkovski, y bueno, del realismo italiano. En series de televisión no nos perdemos con mi esposa ningún capítulo de Game of Thrones, y entre los políticos, invariablemente me inclino por aquellos que se instalan o se acercan a la socialdemocracia.

3. Conociendo tu trayectoria intelectual parece que siempre estuviste enfocado en estar dedicado por completo a la academia y además conociendo que tú antes que Derecho estudiaste Filosofía…, ¿alguna vez pensaste ejercer como abogado, propiamente como litigante?

RV: Sí pensé hacerlo, pero más por un sentimiento de culpa, que por una verdadera vocación al litigio, por ejemplo.

Sí, estoy consciente de que una buena práctica jurídica ayuda incluso para una buena teoría jurídica, pero si debo de ser muy franco, mi vocación ha sido siempre la enseñanza. Mi lugar natural es la universidad. No me concibo en otro contexto: ni político, ni en un despacho jurídico, ni como activista social. Ello no me ha impedido estar atento a la actividad de los actores jurídicos pero la formación teórica-filosófica me ha ganado siempre al momento de tener que ver algún tema jurídico, y el espacio que te da la Universidad es insustituible. No hay forma de que se pueda compensar con otros espacios.

4. Esta pregunta justo está relacionada con eso, y con lo que mencionabas al principio, sobre todo hablando de tu formación que fue eminentemente filosófica. De hecho, en algún foro Leticia Bonifaz decía que le gustaba escuchar mucho tus ideas, porque sobre todo en estas modas jurídicas que aparecen de tanto en tanto, existe un trasfondo filosófico que casi no se conoce y que resulta importante relacionarlo con el Derecho para comprenderlo, de hecho, hace ya algunos años en Alicante, cuando tuve la oportunidad de tenerte como profesor, presentabas un texto llamado “Jueces, derechos y filosofía” re-elaborando un poco las ideas de Dworkin en su artículo “Must our judges be philosophers? Can they be philosophers?”, la pregunta en concreto, y creo que se relaciona mucho con esto, es ¿los abogados litigantes, propiamente este tipo de abogado que ejerce en el foro, que acciona el sistema, debe saber filosofía?

RV: La pregunta es muy apropiada, y me la he preguntado muchas veces. En línea con el pensamiento de Dworkin diría que un buen litigante, en el momento de construir su litigio o su demanda; o un juez cuando reflexiona su argumentación; o un legislador cuando debe pensar su exposición de motivos; harían muy bien el saber, o tener nociones básicas de epistemología, o de ética, o de filosofía en general. Cuando digo nociones básicas estoy pensando en el a-b-c que dice Dworkin con respecto a estas áreas. No se necesita tampoco llegar a sutilezas de debates propias de filósofos pero sí un a-b-c que permita distinguir entre lo que es una visión deontológica de una consecuencialista; entre una metaética objetivista y una subjetivista; entre una concepción de filosofía política liberal, comunitarista o conservadora, por ejemplo. Es realmente decepcionante descubrir los vaivenes teóricos de nuestros jueces –un día resuelven bajo la luz de una teoría y al poco tiempo, bajo la luz de otra, diametralmente opuesta-, o bien, revisar amparos en donde el litigante reúne citas de filósofos disímiles sin tomar ninguna conciencia de su valor teórico. Pero más allá de estas “patologías”, estoy convencido, como le gusta decir a Manolo Atienza, que “la mejor práctica es una buena teoría”.

5. Esta la hago para todas las personas, sobre todo pensando en lo simbólico o muchas veces en las formas que impone la profesión, ¿estás a favor o en contra del uso de la toga dentro de la profesión?

RV: No soy muy partidario de ningún elemento identitario en las profesiones, ni en los países, es decir, todos los aspectos identitarios de una profesión, o los símbolos nacionalistas, me provocan un rechazo inicial inmediato. Entiendo que los aspectos protocolarios o ritualistas son, en el sentido de Hobbes, civilizatorios, y que cierta solemnidad en los actos es necesaria; pero puestos a elegir, prefiero la austeridad, la disciplina y el desempeño efectivo. Creo que lo demás distrae de lo esencial. Además, tienen un cierto tufo elitista que sacude mis esquemas igualitarios. Quizás estoy exagerando, y admito que mi rechazo a tales solemnidades tiene un componente visceral.

6. En México no se sabe a ciencia cierta cuántos abogados ejercen la profesión, quizá podemos saber más o menos a partir de un estimado de las cédulas profesionales pero la verdad es que el resultado es bastante difuso, esto a la par de otros temas, han generado un grave problema de desigualdad ante la ley propiciando diferentes tipos o más bien clases de abogados que dependen de las posibilidades económicas de los clientes.

Recientemente leía tu texto en el que citabas a Margalit, diciendo que una sociedad decente es aquella que no humilla a las personas, la pregunta en concreto es en relación con las relaciones que se establecen entre abogado y cliente, y sobre todo en este contexto tan desigual, ¿se te ocurren algunas formas para que que esta forma de humillar a través de la economía, de la justicia de clase, los abogados puedan tener puentes para generar un mejor acceso a la justicia?

RV: Sin duda, yo creo que tendría que haber una responsabilidad muy grande de todos los litigantes en términos de trabajo pro bono, en donde cada despacho tuviera una cuota muy clara de asuntos que responden a un sentido de justicia y de solidaridad con los menos aventajados.

Por otra parte, es muy importante que formemos muy bien a nuestros abogados de oficio, con un claro sentido social y con una remuneración digna. Es una asignatura pendiente que hemos descuidado por décadas, y más en nuestra región latinoamericana.

7. En cuestiones de ética me parece que el objetivismo es la concepción que destella mucho de tus ideas, o por lo menos quizá aquellas que bosquejas dentro de la teoría del derecho, si bien es cierto que muchas veces el objetivismo, malamente, se confunde con absolutismo, y también quedándome claro que esta visión se encuentra sujeta a modulaciones que dependen de la racionalidad, al momento de aterrizar esta concepción con la labor de los abogados, me parece complejo mantener una cierta congruencia o equilibrio, sobre todo por la faceta liberal, es la profesión liberal por excelencia, la más antigua, con el otro aspecto que es como agente coadyuvante del Estado, con responsabilidad social para su sector, en ese sentido muy relacionado con eso, ¿puede un abogado en concreto desplegar una visión objetivista del Derecho a través de sus labores?

RV: Sí, pienso que sí. A ver, como tú dijiste muy bien, el objetivismo tiene muchas aristas, y es necesario ir viendo cada una de ellas, pero una que a mí me parece fundamental es que, en el discurso de los diferentes actores jurídicos, no digamos entre los jueces, hay ciertos presupuestos que me parece que son importantes conocerlos y mantenerlos: siempre debería procurarse una imparcialidad, criterios de racionalidad y coherencia y, en general, para no abundar en ello, las condiciones señaladas por pensadores como Habermas, Alexy, Atienza y los deliberacionistas.

Si nos vamos más al aspecto sustantivo, yo diría que hay dos elementos que deben estar siempre presentes El primero, el litigante, por ejemplo, al momento de tocar algún tema delicado, por ejemplo en materia civil, no puede ir en contra del estado del arte de la ciencia. El litigante y el doctrinario, tienen que estar al tanto de qué es lo que está pasando en el ámbito científico, en materia de interrupción del embarazo, de reproducción asistida, de neurociencia, por ejemplo. En segundo lugar, el abogado tiene que tener en cuenta que existe un marco constitucional donde los derechos humanos juegan un papel fundamental. Los derechos humanos no están sujetos a ningún balance costo-beneficio, ni a ninguna subjetividad, ni a la idea de que yo puede balancear los derechos humanos a conveniencia del cliente. Este es un elemento de objetividad que el abogado tiene que tener siempre presente en cualquier análisis que haga del problema jurídico que le presentan.

Entonces, diría que si se cumple con estas condiciones que acabo de señalar –los aspectos formales del discurso, estar al tanto del estado del arte de la ciencia, y tener siempre como faro las precondiciones de cualquier discurso, que son los derechos humanos, me parece que ya estamos en una línea objetivista que no se compromete ni con el absolutismo moral, ni con una visión subjetivista.

8.- Durante años, has realizado labores de edición, me parece que una de las más importantes en México, respecto a obras relacionadas con ética, filosofía del derecho, y política, así como también intentando reanimar la lectura de ciertos autores y textos clásicos, sin embargo, me atrevería a decir que tu labor de edición, y acaso otros ejemplos concretos son excepcionales en estos contextos, en los que el cuidado y la publicación de textos jurídicos, políticos, de obras para abogados en general, depende, más bien, de criterios de mercado editorial, o de simples compromisos institucionales que a veces se confunden con el mero hecho de publicar por publicar.

Se habla mucho de la cantidad de escuelas de derecho en México, la falta de acceso a la justicia, abogados de oficio, escasa cultura por el respeto de las reglas, la pregunta en concreto es, ¿crees que tienen alguna responsabilidad social las casas editoriales, respecto a la formación de futuros abogados? ¿Cómo aumentar la calidad de los libros que se publican para los abogados?

RV: Bueno, creo que el elemento comercial no puede estar ajeno en una empresa editorial; obviamente no son instituciones altruistas, sino que van a querer también tener utilidades, y me parece muy legítimo.

Lo que tiene que tener cuidado una editorial es que, si va a crear una colección o va a publicar un libro, se practique el dictamen de doble ciego y se constituya un Consejo Editorial con gente experta, y si es posible remunerada, para no perder nunca la exigencia de calidad de los productos. Lo que ha sucedido y sucede con muchas editoriales es que terminan haciendo malas publicaciones por meros ánimos de lucro y pierden legitimidad. Entran a un círculo vicioso que tiene altos costos económicos, negativos. No, la idea es entrar en un círculo virtuoso que requiere de un gran esfuerzo inicial, pero que a larga redundará también en ganancias pecuniarias para los editores. Con un buen trabajo eficiente, por supuesto, se pueden abaratar costos para que los estudiantes puedan tener acceso a la compra de libros impresos o virtuales.

Pero insisto, el secreto es tener buenos Consejos Editoriales dentro de las casas editoriales para garantizar la calidad. Las colecciones que nosotros hemos sacado en una editorial mediana, como Fontamara, ha pasado por esos filtros en donde el criterio ha sido siempre la calidad, independientemente de la teoría que sustenten las y los autores.

A continuación, te diré una serie de nombres o conceptos y por asociación mental me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente, alguna palabra o algún concepto corto.

ITAM Exigencia académica
SCJN Formalismo judicial
Ernesto Garzón Valdés Maestro, amigo y filósofo integral
Liberalismo igualitario Concepción comprometida valores como la autonomía y dignidad, con un trasfondo de igualdad estructural
Isonomía Revista seria, plural y propositiva
Estado de Derecho Marco para cualquier decisión parlamentaria, judicial o litigiosa
Fernando Salmerón Gran docente y pilar de la filosofía analítica en México
Bioética Ciencia de frontera en los límites con la ética
UNAM Nuestra universidad pública por excelencia
Latinoamérica Complejidad y grandes oportunidades
Objetivismo moral Ni absolutismo, ni subjetivismo
Seminario “Eduardo García Maynez” Espacio de discusión incluyente, con gran vocación académica
Manuel Atienza Amigo fraternal y jurista ejemplar
Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política de editorial Fontamara Espacio de convocatoria para las propuestas teóricas, filosóficas y jurídicas contemporáneas
Argentina Cuna de grandes teóricos y filósofos de derecho con mucho impacto internacional
Marta Lamas Nuestra feminista liberal de orígenes socialistas. Ejemplo de militancia y amiga entrañable
Ulises Schmill Filósofo ortodoxo en la línea kelseniana, gran polemista, culto y maestro amigo.
Derecho Nada de los humano le es ajeno. Conocimiento apasionante y comprometedor
México País contrastante, hospitalario, que despierta odios e indignaciones para toda la vida.
Efraín González Morfín Primer jurista que conocí, modélico en su vida personal y como académico universitario
Justicia Ideal de todo jurista en el sentido más robusto y sustantivo de la expresión

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Nancy Onofre

El pasado día miércoles 5 de abril de 2017, en el Hospital Muguerza, tuve la oportunidad de entrevistar a Nancy Onofre Castillo (Torreón, Coahuila, México 1956).

Screen Shot 2017-10-15 at 12.05.36 AMNancy Onofre es abogada por la Universidad Autónoma de Nuevo León, con maestría en derecho laboral por esa misma Institución, también ha estudiado recursos humanos en la UCLA y estrategias para el desarrollo social en el Banco Mundial. Se ha desempeñado en el sector privado en una empresa de telecomunicaciones y también en el sector público en distintas instancias de Gobierno tanto en el orden municipal como estatal aquí en Nuevo León, preponderantemente en el área de educación y finanzas.

La Licenciada Onofre, o simple y sencillamente la “Lic.”, no puedo mentir, es mi mamá. Y como lo personal es político, y este blog, es tan personal como político, desde hace meses esbocé esta entrevista cuya realización no me quitó más de siete minutos, pero que llevo pensando, no es mentira, más de siete meses.

De mamá podría escribir una enciclopedia. Muchas y muchas páginas que relaten sus hazañas, sus consejos, sus recuerdos, sus risas, sus lágrimas y sus abrazos. Que narren todas esas veces que salió adelante y consiguió lo que se propuso, a pesar de todo, a pesar de todos… Terca como ella sola, puedo afirmar que en mi vida no he conocido a nadie tan perseverante, disciplinada, independiente e insistente como ella, para bien y para mal.

Anécdotas sobre mi madre abundan, he escuchado historias sobre su vehemente militancia en ese lúgubre partido político que un día la ilusionó por intentar ser oposición y años después la decepcionó, presentando su renuncia en congruencia con sus ideales, sobre su pasión por el fútbol, por ejemplo aquella vez que viajó sola al Distrito Federal para presenciar uno de los primeros campeonatos de los Tigres, de su obsesión y fanatismo por comprar lentes de sol, de cuando era la única mujer en un puesto directivo en una trasnacional, de cuando era maestra en la Facultad de Enfermería y se enamoró de uno de sus alumnos con el cual terminó casándose, teniendo un hijo y todavía al día de hoy compartiendo una vida, de sus múltiples operaciones y batallas libradas en hospitales, de aquella vez que me acompañó a mi primer concierto de rock  en una escandalosa plaza de toros abarrotada por pubertos, de cuando conoció a Schwarzenegger, o incluso cuando en Oaxaca tropezó y cayó por varias escaleras, quebrándose varios huesos, y aguantó estoicamente para evitar arruinar las vacaciones familiares.

De mi mamá podría escribir varias tesis, no lo hago porque sé que no me dejaría, entonces me limitó a dedicárselas. Me limito también a confesar, por medio de estas líneas, que estudié la licenciatura en derecho por su culpa. Que cuando más me aburre ser abogado, cuando me parece más patético esto de la ciencia jurídica, pienso en ella, como mi mayor ejemplo, como una persona plena y segura de sus decisiones.

De hecho, siempre que hago la segunda pregunta de este cuestionario, da igual sea el mejor académico, algún ministro, o alguien que admiro…, cuando le digo a mis entrevistados que me digan al primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se les venga en mente, yo trato de adelantarme a sus respuestas, pensando qué contestaría yo, e inevitablemente siempre pienso en mamá, como mi principal referencia personal y profesional.

Camus, alguna vez, dijo que “entre la justicia y mi madre prefiero a mi madre”. Pues eso.

Aunque mis abuelos no dejaron estudiar a mamá para ser antropóloga, teniéndose que conformarse con derecho, ella nunca ejerció la dulce y gustosa venganza con su hijo. De hecho, yo nunca me sentí presionado al elegir carrera, pues ella nunca me incitó a tomar esa decisión, ya he contado algunas veces que estaba entre estudiar para ser músico o abogado (¡muy bien orientado el muchacho!), solamente recuerdo que dijo que cualquier decisión que tomara me iba a apoyar al cien por ciento.

Y es que, si pudiera definir nuestra relación en una palabra, sería libertad (¡para la libertad!, cantaría Serrat los versos de Miguel Hernández), suena a tópico, pero mamá nunca me prohibió nada (igual por eso me da igual casi todo (menos obviamente mi madre)), nunca me dijo no (igual por eso soy tan chiflado), nunca me dijo que por tal o cual decisión me iba a arrepentir (igual por eso siempre intento ser feliz). Muchas veces me equivoqué, lo sigo haciendo, y ella distante, más nunca ausente, quizá pensando que me lo había advertido, me anima a continuar.

A ella, le agradezco todo lo que soy. Y, en definitiva, si algo soy es abogado. Pero antes que agradecerle por ser abogado, quizá lo que más le tengo que agradecer es que me haya inculcado la pasión por la lectura y la música.

Mamá y yo hemos establecido una cómplice relación a partir del arte, a partir de artistas, que se contraponen pero al mismo tiempo nos complementan.

En un temprano cumpleaños me regaló El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, y he de confesar que en esos momentos me cambió la vida. Las partes de las máscaras, de la chingada, del petróleo, me resultaron esclarecedoras para intentar explicar este difuso espacio en el que nos ha correspondido ser una familia. Para devolverle el favor, años después, y fuera de México un día le presenté a Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño.

De niño, mamá me hablaba de un catalán que no solo fungía como embajador de dios en la tierra, alguien perfecto cuyas canciones se transformaban en poemas. Así crecí, escuchando a Serrat y sus Cantares, su Penélope, su Mediterráneo, sus Locos Bajitos. Tiempo después me limité a presentarle la aguardientosa e irreverente voz de Sabina. Su reunión en 2007 vino a fusionar lo mejor de nuestros mundos.

Recuerdo cuando era niño muchas tardes en casa de mis abuelos, mientras iba apresurada a comer, que mamá leía sin falta la columna que Germán Dehesa publicaba diariamente en el periódico Reforma. Recuerdo su risa, carcajadas a todo volumen, al leer a su cronista preferido. Me llamaba la atención como era posible que la lectura le generara tanta alegría. De ahí que no me haya sorprendido que en mi último cumpleaños su regalo haya sido un poema de Miguel Hernández que decía:

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Más allá de cualquier complejo de Edipo o Electra que pueda distinguir Freud en estos párrafos, me parece bastante entendible que las personas escriban sobre sus padres. Me parece entendible porque al final tal vez, pero solo tal vez, no somos más que destellos de ellos mismos… En ese sentido, ojalá, algún día, pueda llegar a ser aunque se la mitad de valiente, consecuente, y amoroso que mi madre.

Si acaso sirven de algo estas desordenas líneas sobre mamá, sean para mostrar mi admiración y cariño. Aunque no sean nuestros días más libres, aunque en estos momentos nos limiten las paredes de un hospital, seguimos juntos, viéndonos y escuchándonos a diario. Seguimos juntos, leyendo y escribiendo, diciéndonos sin falta que nos queremos mucho. Seguimos, en resumidas cuentas, viviendo.

No por nada afirma Bolaño que: De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, solo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más. Que nos quiten todo, incluso la vida…, solo que nos dejen, las letras, la música, el arte, pues es ahí donde radica la verdadera vida.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más a Nancy Onofre.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Nancy Onofre (NO): Justicia.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

NO: Perry Mason.

3. Si tuvieras la oportunidad de volver atrás en el tiempo, ¿volverías a estudiar derecho?

NO: No, yo creo que ya no.

¿Por qué?

Porque, sinceramente, para comenzar lo que te enseñan no tiene nada que ver con la realidad. Luego la forma cómo se desempeñan la gran mayoría de los abogados, aprovechándose de la gente que los necesita, el ver cómo los jueces construyen sus sentencia dependiendo de los recursos económicos de los involucrados… No, la verdad es que no volvería a estudiar esta profesión.

Yo creo que se necesitaría un cambio realmente profundo para que el derecho fuera más accesible y entretenido. Para comenzar que existieran profesores que enseñaran derecho de otra forma, yo todavía me acuerdo de maestros que tuve, que lo único que hacían era darnos el código y nos ponían a leer, y a eso se limitaba su clase. Falta mucho incluir la cuestión valorativa, la cuestión de ver cómo es el entorno, no, yo no volvería a pasar cinco años de mi vida estudiando derecho.

4. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

NO: No estoy a favor. Creo que la toga es un obstáculo más que se interpone entre los que dizque saben derecho y los que no sabemos.

De hecho, aunque es otro tipo de toga pero creo que la anécdota tiene relación, todavía recuerdo cuando yo me gradué de abogada, de manera obligatoria unos días antes de la ceremonia final, nos dijeron que todos deberíamos usar toga para hacer el evento formal y solemne, y yo fui la única de toda la generación que no llevé, yo llevé mi vestido y no acepté usar la toga, porque pues qué te da, o para qué diferenciar, solo aparentar que eres más que alguien…, no, yo no estoy de acuerdo

5. En la abogacía es bastante común que exista una especie de herencia dentro de las familias por estudiar la misma carrera que los que te rodean, ¿sientes algún tipo de honor o sentimiento por que tu hijo haya decidido estudiar Derecho?

NO: Pues yo desde que me acuerdo, te dije que nunca estudiaras derecho. Yo te decía que tú tenías mucha capacidad para estudiar cualquier otra carrera pero menos derecho, al final te decidiste irte por esta carrera. Pero, yo creo que a ti además de la Facultad donde estudiaste, algo que te ayudó mucho, digo obvio por lo cual sí estoy muy orgullosa de que hayas estudiado eso, fue tanto el tiempo que te fuiste a la Sierra y cuando te involucraste en los temas de derechos humanos, logrando darle un enfoque diferente y propulsar una visión más amplia sobre el derecho y su forma de enseñarlo.

Ahora sí que estoy orgullosa de lo que has hecho pero a pesar del derecho. En fin, yo todavía sigo creyendo que pudiste ser un gran científico o artista pero bueno hahaha. 

Eres mi mamá, me ves con cariño…

NO: Siempre dices lo mismo pinche Juan.

6. Has ejercido la profesión en el ámbito privado, en el corporativo de una gran empresa trasnacional, y en el ámbito público, a través de distintas funciones en gobiernos municipales y estatales. ¿Dónde crees que se puede lograr una mayor incidencia social aprovechando las herramientas que proporciona el Derecho?

NO: Definitivamente en el ámbito público, porque las empresas ven solo para su propio beneficio y aunque hacen dos o tres acciones en beneficio de lo social, muchas veces es solo por cubrir el requisito y limpiar un tanto su imagen. En el ámbito público, hay áreas, como en la que estuve en Educación, en las que puedes palpar realmente los cambios y los beneficios, a favor de los niños con más necesidades, de escuelas rurales, que ahí, bien orientado y programado todo, yo creo que sí se puede apoyar más. Obviamente, siempre y cuando, seas parte de una administración honesta y ordenada, que busque el beneficio de la sociedad.

7. ¿Cómo mujer te ha sido difícil desarrollarte profesionalmente dentro de un ámbito tan masculinizado como el Derecho?

NO: Sí, sobre todo en los veinte años que trabajé en empresa privada, se notaba mucho las diferencias entre ser hombre y ser mujer. En el ámbito de los abogados, has de cuenta que, muchas veces, te subestiman, te dicen que analices, y que analices, pero las tomas de decisiones importantes siempre quedan en manos de los abogados hombres. A diferencia de eso en Gobierno, ahí sí no he sentido muchas diferencias entre abogados, porque estás en función de las tareas que realizas, pero en el ámbito privado, más que relegada, yo creo que a una no la ven con la capacidad de tomar decisiones importantes.

8. Actualmente te desempeñas dentro del esquema de la tesorería del Estado de Nuevo León, donde, preponderantemente lo que se tienen que analizar son números y dinero, o al menos eso creo. ¿Basta la formación jurídica para afrontar este tipo de retos?

NO: No. Se necesita más preparación sobre todo con las nuevas leyes que han salido de disciplina financiera y contabilidad gubernamental. Es bien importante tener la formación de abogado, pero se necesita más que una carrera adicional, capacitación en materia de contabilidad, de finanzas, que bueno, yo tuve la oportunidad de hacerlo, pero bueno, independientemente de eso, como desde hace tres o cuatro años para acá, el Gobierno Federal trató de evitar, o va a tratar de evitar que los Estados se sigan endeudando más, creando una serie de normativa que necesitas estar muy actualizado y conocer sobre todo la cuestión contable que un abogado saliendo de la Universidad difícilmente la tiene.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Torreón Infancia feliz
Germán Dehesa De los que más me han hecho reír en este mundo. Y reflexionar
Universidad Autónoma de Nuevo León Mi alma mater
Tesorería del Estado Control y austeridad
México Lo que pudo ser y no fue
Coyote Puro amor y felicidad. Puro cariño. Puras atenciones. Jugar a las comiditas con tierra
Monterrey La ciudad donde nació mi hijo
José “Pájaro” Martínez Me ayudó a desarrollarme profesionalmente, me dejó ser mamá en un tiempo en que las mamás no podías trabajar en la empresa privada. Sí porque ya me iban a correr y el abogó por mi. Muy codo también jaja
Derecho notarial Aburrido
Derecho laboral Es que… Cómo te digo… Corrupción
Harry Potter Londres. Ay. Quiero ir a Londres otra vez. Su música y pues su magia
Jack Bauer El salvador del mundo
Mole Mi comida favorita. Mi mamá. El rancho
Justicia Difícil en este país
Joan Manuel Serrat El amor de mi vida
Piano Me hicieron estudiarlo a fuerza, nunca fui buena
Miguel Bosé He vivido con sus canciones. Me gusta su forma de ser
Derecho Es como una gran esperanza de que algún día se logre
El Quijote Picaresco. Muy entretenido