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8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Josep Aguiló

El pasado día miércoles 14 de febrero de 2018, en la Universidad de Alicante, tuve la oportunidad de entrevistar a Josep Aguiló Regla (Palma de Mallorca, 1959).

DG4cYmf0_400x400.jpgJosep Aguiló es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante y profesor permanente en múltiples cursos de doctorado, maestrías y cursos tanto en Europa como en Latinoamérica. Es miembro del consejo de redacción de la prestigiosa revista Doxa. Y dentro de sus áreas de especialización y diferentes trabajos bibliográficos se encuentran temas como las fuentes del Derecho, la constitución en el Estado Constitucional, y la negociación y la mediación.

Aquellos que conocen a “Pep”, más allá del aula y de la difusión académica de sus conocimientos, no podrán negar su gran calidad humana. No por nada, hace ya algunos años, Jonxu Pérez Lledó se refirió a él en su tesis doctoral como una persona de elevada estatura (intelectual y humana, además de física). Precisamente, lo comentaba con una amiga española hace días, algo que nos llamaba la atención desde que fue nuestro maestro en el máster de Argumentación Jurídica, es que la mayor parte del tiempo el profesor Aguiló se encuentra sonriendo. Quizá no sepamos lo que está pensando, pero invariablemente refleja un gesto de alegría. Incluso, cuando le preguntábamos genuinamente en clase algo totalmente absurdo, o hacíamos un comentario fuera de lugar, Pep sonreía…, tal vez pensando que nuestra ignorancia rozaba niveles estratosféricos, pero acto seguido con una notable paciencia pedagógica intentaba respondernos develando su sensatez y compañerismo. Puede ser que me lo invento pero alguna vez escuché referirse a alguien a Pep como “el reducto racional” del seminario de los jueves. Probablemente sea una broma, pero, en definitiva, no es casualidad que antes que la confrontación, el choque, o la arrogancia (que, por lo general, suelen caracterizar a muchos espacios académicos), el profesor Aguiló sea un teórico de la mediación y la negociación, que, además, lo pone en práctica en el día a día.

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De verdad, no me parece algo menor, porque hasta en las discusiones más álgidas, en los escenarios más polarizados, Pep guarda cordura y su espíritu conciliador sale a flote. Justamente recuerdo una anécdota cuando el Madrid (el mejor equipo del mundo, o por lo menos del siglo pasado, aunque le pese), ganó la undécima copa de Europa, Pep (como apasionado culé), sabiendo de mi ferviente fanatismo por los de Chamartín, antes que ignorar o alegar unas cuestionables decisiones arbitrales, decidió acercarse conmigo y felicitarme por el triunfo de mi equipo.

Eso de que para ser un buen profesional, buen filósofo, hay que ser una buena persona, Pep lo lleva a la práctica diaria y la verdad es que da gusto poder contar con alguien como él en estos espacios.

Agradezco a Pep el apoyo y su amistad. Las comidas apostadas (más bien ganadas) en el “Don Jamón” cada clásico de nuestros equipos de fútbol, su entrañable relación con México (vale la pena mencionar, más allá de una simpática anécdota relacionada con un desacuerdo lingüístico con los tacos de canasta, que le tocó presenciar el último sismo del 19 de septiembre, evento que a cualquier extranjero lo hace merecedor de la carta de naturalización), su confianza y su tiempo.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más, a Josep Aguiló.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Josep Aguiló (JA): Alguien con problemas. Sólo se acude a un abogado si se está en problemas. Hay quien piensa que los abogados crean los problemas (y puede que algo de eso haya) pero, en realidad, solo se acude a ellos cuando se tienen problemas. La Administración de justicia y todos sus actores los tengo asociados a la idea de problema, de conflicto.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

JA: Atticus Finch.

3. Ya alguna vez has contado que los motivos por los que te involucraste el estudio teórico del Derecho, en concreto en la filosofía jurídica, obedecen a que te consideraron “inútil total” para el servicio militar, que entonces era obligatoria en España, pero ¿alguna vez pensaste ejercer como abogado?

JA: Tanto como el motivo, no, pero la circunstancia sí fue esa. La declaración de inutilidad para la mili generó la oportunidad de aceptar una invitación de Manuel Atienza; y allí empezó todo. Respecto de si alguna vez he pensado en ejercer de abogado, la respuesta es que no. Siempre he creído que hay algo en mi psicología que me impediría ser un buen abogado, y es una tendencia excesiva a ponerme en el lugar del otro; pero no en el sentido de mi cliente, sino en el de la otra parte. Es algo así como una inclinación a empatizar más con la otra parte que con mi cliente. En este sentido, creo que reúno mucho más las virtudes del mediador que las del abogado litigante.

4. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

JA: A favor.

¿Por qué?

JA: La toga se usa en los procesos jurisdiccionales y, en mi opinión, en ese ámbito está plenamente justificada. Un abogado puede seguir diferentes estrategias para promocionar los intereses de sus clientes. Puede negociar, conciliar, mediar, etc. Todos esos métodos son alternativos a la jurisdicción pero operan bajo su sombra. La entrada en la jurisdicción significa un cambio muy importante en relación con ellos: supone el tránsito de la no formalidad de la sociedad a la formalidad del Estado. Remarcar (con el rito de la toga) ese cambio me parece plenamente acertado. La negociación presenta una compatibilidad con la libertad de formas que no puede presentar la jurisdicción; y la “artificialidad” de la toga es una clara manifestación de ello.

5. ¿Cuál crees que debería ser el papel de los abogados en un estado constitucional de Derecho?

JA: La referencia a un estado constitucional de Derecho alude -imagino- a que el abogado en cuestión opera en el interior de un sistema jurídico que en su conjunto se considera que está justificado. Ello supone que excluimos los roles del abogado que actúa como un resistente frente a la opresión o como un infiltrado que trata de boicotear el sistema jurídico. En este contexto, en el de un sistema justificado, el papel del abogado está siempre pillado por dos principios: uno le otorga el papel de colaborador de la administración de justicia y otro, el de representante de los intereses de su cliente. El buen abogado se mueve siempre en un equilibrio entre esos roles; a veces puede pesar más uno que otro, pero ninguno de ellos puede ser completamente ignorado. Suele decirse que los procesos judiciales son un caso de justicia procesal imperfecta. Con ello se quiere decir que hay un resultado justo y que el proceso está especialmente diseñado para procurar alcanzarlo (justicia procesal), pero no asegura que se alcance (imperfecta). Si uno se percata de ello, resulta evidente que el papel del abogado es esencial; y que el buen abogado contribuye de manera definitiva a una correcta administración de justicia. Pensemos, por ejemplo, en lo más básico, en su papel de traductor del lenguaje social del conflicto al lenguaje jurídico del proceso. En el medio social, el conflicto suele adoptar tonos y formas actorales; mientras que el conflicto en el interior del proceso es necesariamente temático. Asume por tanto la traducción del lenguaje del conflicto porque, por ejemplo, una demanda no puede versar sobre lo que una persona es, sino sobre lo que esa persona hace o deja de hacer.

¿Qué debe hacer pues un abogado? Representar los intereses de su cliente frente a los de la contraparte pero en un contexto en el que lo que se ventila es cuál de los intereses en conflicto es el legítimo. Por ello su papel no es sólo representar a su cliente, sino mostrar que los intereses de su cliente son los legítimos. El proceso versa sobre la legitimidad, la corrección de los intereses en conflicto.

6. En alguno de tus recientes trabajos sobre argumentar dialogando escribes que el papel de traductor del lenguaje del conflicto, desde siempre, se le ha atribuido a los abogado en relación con su cliente. Pues, mientras el cliente (entendido como actor del conflicto), tiende a personalizar el problema, el abogado (como profesional del conflicto), debe tratar de despersonalizarlo, de objetivarlo. ¿No es esto incompatible con la pretensión de corrección que encierra el Derecho? O mejor dicho, ¿esto no crees que generaría un cierto tipo de abogados autómatas cuyos fines egoístas se limiten simplemente a velar por los intereses de sus clientes?

JA: Naturalmente, la empatía tiene que ser una de las virtudes del abogado; el abogado tiene que empatizar con su cliente. Ahora bien, una cosa es empatizar y otra confundirse con él. Siempre que hablo de estas cuestiones invoco el principio deontológico de la “independencia” del abogado. El deber de independencia del abogado alcanza también la relación con su cliente. Eso quiere decir que el abogado es quien define la estrategia de defensa y quien se hace responsable de ella. El cliente puede rechazar al abogado, pero no imponerle la estrategia de su defensa. El abogado en este sentido nunca puede parapetarse detrás de su cliente. Todo ello es muy importante porque marca los límites de la empatía del buen abogado frente al cliente. El abogado ofrece defensa, no connivencia. Ese es el drama que de los abogados de mafiosos: que la mafia no tolera su independencia; les impone la connivencia. Menos dramático, pero también problemático es el caso de los abogados militantes (ecologistas, creyentes, feministas, animalistas, etc.) que empatizan demasiado con sus clientes (o con sus causas). Si no mantienen las necesarias distancias acaban generando una nada recomendable continuidad entre el discurso propio del foro público (social) y el del foro jurídico. Y ello tiende a ser contraproducente tanto para la promoción de los intereses del cliente como para la contribución a la correcta administración de justicia.

7. Afirmas que un buen abogado no es simplemente alguien que conoce las leyes y las usa para resolver casos. Que el entender al Derecho como práctica, y no sólo como reglas y procedimientos, reclama el desarrollo de una cultura de las virtudes profesionales de los juristas. ¿Se te ocurren algunas herramientas o procesos para lograr dicho objetivo?

JA: La verdad es que no, no se me ocurre. Las virtudes se aprenden, pero no sé muy bien cómo se enseñan. Lo que sí tengo muy claro es que la cultura jurídica ha ignorado por completo este tipo de cuestiones.

Pero a qué te refieres específicamente, a la deontológica, al sistema en general, a la enseñanza a la ética, a una concepción…

JA: La tradición jurídica positivista ha tendido a reducir el Derecho a normas (Derecho sustantivo, estática jurídica, etc.) y a procedimientos (Derecho procesal, dinámica jurídica, etc.). Esta manera de objetivar el Derecho produjo el resultado de imponer una concepción del mismo en la que los juristas eran prácticamente irrelevantes (invisibles en el momento del estudio del Derecho e intercambiables en el momento de su aplicación). La concepción del Derecho como práctica (que consiste en ver el Derecho como reglas orientadas por valores) pone a los juristas necesariamente en el centro de las operaciones jurídicas. Todo el postpositivismo es en parte el resultado de haberse tomado en serio el desarrollo del llamado punto de vista interno a las reglas. Y ello conlleva también una lectura diferente de las profesiones jurídicas. Para determinar los deberes profesionales ya no es suficiente con recurrir a la noción de ilícito (lo prohibido), sino que es necesario reflexionar sobre lo mejor dentro de lo permitido. El “buen profesional” no es simplemente el que no comete ilícitos. La ética profesional bien entendida no es nada distinto que una reflexión profunda sobre la excelencia en el ejercicio de la profesión. Para afirmar que un fiscal (un procurador) no debe acusar al que sabe inocente, no hace falta ninguna ética profesional: para eso nos basta el Derecho. La ética profesional opera en el marco de lo que no está prohibido por el Derecho. Respecto de los abogados podríamos decir lo mismo: para concluir que los abogados no deben apropiarse de las provisiones de fondos de sus clientes no hace falta ninguna reflexión ética, nos basta el Derecho. Pero sí es necesaria para calibrar en un determinado caso el equilibrio entre la empatía con el cliente y la lealtad con la administración de justicia.

8. ¿Cuál crees que sea el principal reto que afronta la enseñanza del Derecho en nuestros días?

JA: Un buen jurista, da igual si es juez o abogado, debe ser fino; y la finura es el producto de la combinación dos capacidades intelectuales: una es la de distinguir y otra la de emitir juicios de relevancia. Las distinciones sin relevancia desembocan en la pura sutileza. De forma que un jurista fino es quien es capaz de detectar las propiedades que le permiten construir las distinciones relevantes. Formar buenos juristas es formar sujetos con esas dos habilidades en el marco de un sistema jurídico. Naturalmente junto a eso hace falta renovar el compromiso ético de la cultura jurídica con la paz, la libertad, la igualdad, la democracia y los derechos humanos.

A continuación, te diré una serie de nombres y conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

Negociación Acuerdo
Lionel Messi Un genio
México Complejo
Justicia Ideal racional
Objetivismo moral Problemático y dificultoso
Doxa Una gran revista
El patrón del mal La mejor serie que he visto
Técnica legislativa Una asignatura pendiente sobre la que tengo ideas relativamente claras.
Fuentes Un concepto más claro de lo que parece
“en pocas palabras” Un ideal regulativo de mi trabajo intelectual
Constitución Una idea en crisis
Servicio militar Algo que forma parte del pasado
Barca Una pasión
España Algo muy complicado
Disputa Algo que me genera aversión
Cristiano Ronaldo Un buen jugador
Musica clásica La música
Alicante Un lugar que nos permitió vivir en una burbuja intelectual
Palma de Mallorca Tierra de afectos de la que siempre siento nostalgia
Manuel Atienza Un gran amigo del que he aprendido mucho
Derecho Algo mucho más interesante y difícil de lo que generalmente se cree
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Un meme sobre Ronald Dworkin

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¿Qué piensa Manuel Atienza sobre lo sucedido ayer con Trump?

screen-shot-2016-11-09-at-6-21-16-pmDesde hace algunos días, el profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Alicante, Manuel Atienza se encuentra en Monterrey, Nuevo León, México. He tenido la fortuna de verlo seguido y de charlar sobre muchas cosas.

Ayer, martes 8, comentábamos lo absurdo y peligroso que sería un triunfo del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Hoy, miércoles 9, es toda una realidad.

A mi, sinceramente, todo esto me rebasa. Carlos Monsiváis decía que “o ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo“, pues algo así. Le pregunté a Manolo sus impresiones y esto me contestó, me limito a transcribirlas…


¿Qué piensas de lo sucedido ayer con el triunfo de Donald Trump?

Es un horror sin paliativos. Una muestra de lo mal que va el mundo. Todo lo que parecía que no podía ocurrir, está ocurriendo: el Brexit. El referéndum en Colombia, y ahora la victoria de Trump. Cabría pensar que hay un precedente: la elección de Berlusconi en Italia. Pero eso fue un fenómeno más bien local y que afectó casi exclusivamente a los italianos. Ahora, sin embargo, nos afecta a todos y, claro, de manera muy especial a los mexicanos. Es difícil saber qué se puede hacer cuando, además, tanta gente supuestamente de izquierda se deja arrastrar por el nacionalismo y el populismo.

¿Y en cuanto a la retórica de Trump, algo qué decir?

Yo tendría incluso dudas  en hablar aquí de retórica. Las mentiras, los insultos, las amenazas y la pura estupidez que caracterizan el discurso de Trump parecería pertenecer más bien a otro género. La retórica supone un nivel de sofisticación que está por encima de las capacidades de Trump. Pero la cosa terrible es que haya tantos millones de estadounidenses que lo avalan, o sea, tanta gente que, simplemente, no atiende a razones.

Definición (alternativa) de falacia

Todo mal, todo tarde, toda a última hora” “Todo mal, todo tarde, toda a última hora“, mi mantra predilecto, o mi futuro epitafio, da igual.

Hoy, en los últimos minutos del plazo establecido, terminé la tesina con la que concluye la quinta edición del Máster en Argumentación Jurídica por la Universidad de Alicante.

manoua1El saldo de haber elegido estudiar con los alicantinos, a todas luces, es positivo. No le pondría pero alguno. Sinceramente  recomendaría a cualquier persona el programa, bueno no es cierto, a cualquier operador jurídico, bueno no, no se crean, estaría muy bien también que periodistas, filósofos, políticos, humanistas en general, estudiaran argumentación y filosofía jurídica. Ahí está la clave, la verdad es que esos dos meses para los filósofos del derecho en la Universidad de Alicante sería parecido a ser musulmán y visitar la Meca en el mes sagrado. Y bueno del congreso el otro año, después escribo algo en concreto, pero tengo la sospecha que vendría a ser como que una especie de un gran festival de rock, de esos memorables que nadie olvida y que nadie se quiere perder, un Woodstock jurídico, un Coachella del derecho, y también, por qué no, al mismo tiempo vendría a representar una especie de golpe sobre la mesa, la cereza sobre el pastel, la joya de la corona, por parte de la Escuela Alicantina al erigirse como LA corriente dominante dentro de la filosofía del derecho contemporánea en el mundo latino. O no sé, al menos esa es mi impresión, habrá que ver qué pasa en los próximos años.

Decía que, sin dudarlo, recomiendo el Máster alicantino porque a pesar de que no estés convencido del giro argumentativo, o de que no creas en la argumentación jurídica (lamentable y tristemente), si le quieres saberle dos-tres al asunto, o por lo menos estar enterado, debes conocer sobre argumentación jurídica, y la propuesta que articula Atienza y secuaces (Pancho Villa y su Dorados, diría Macario Alemany), es bastante accesible y atractiva.

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He de confesar que yo iba bastante escéptico, y que al final no puedo decir que quedé cien por cien convencido, prefiero otras corrientes más bien críticas o un poquito más sociológicas, yo qué sé, pero, para bien o para mal (como ser positivista, hihi), también he de decir que después de esta experiencia me queda bastante claro la importancia de la argumentación en el derecho contemporáneo, (creo que) conozco (a grandes rasgos) las principales corrientes al respecto, y ando con cuidado para distinguir y poder denunciar cualquier tipo falacia que se me presente.

Falacias, todo un tema. Ah y cómo gustan a los abogados. Estoy pensando en un paper (que probablemente nunca escribiré) que se titule “¿Pueden, y deben, los abogados utilizar falacias?”, estoy seguro que sería todo un hit. La rompería en Academia.edu… Ok, no. Ni de chiste. Pero no sé, este tema llama muchísimo, pero muchísimo la atención entre el gremio. Tengo la sospecha que una perspectiva que se puede explorar al abordar la cuestión de las falacias es la moral, antes que una análisis formal, o meramente argumentativo, la delgada línea entre lo que se puede hacer y lo que se debe hacer, para el caso de los abogados, puede desmadrarse, y explotarse, fácilmente. Teorizar sobre la mentira en el derecho, en el ejercicio de la abogacía, tiene importantes potencialidades. De hecho, ahora que ya estoy escribiendo esto, recuerdo que allá en Alicante una de las conferencias que más triunfó entre los asistentes fue la de Luis Vega Reñón, digamos una de las principales referencias en el tema de las falacias. Para el profesor Vega, una falacia, en términos generales, sería: un mal argumento que, de entrada al menos, parece razonable o convincente, y en esa medida resulta especioso.

Su definición de falacia me parece acertada, para la categorización y desarrollo que después hace de las mismas. Ahora bien, que sea acertada no significa que sea la única, ni tampoco que sea la más mmm realista. A través del Twitter de @pulgarebelde (a quien recomiendo ampliamente darle folou) me encontré esta otra, que según me explica es de un diccionario titulado Mary Grottos And Lovers Illustrated Dictionary, y que realizó una extravagante poetisa de Colima.

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No creo que haga falta añadir nada más… Habrá que teorizar sobre falacias.

8 preguntas sobre abogados (y algo más) a Manuel Atienza

El pasado día jueves 16 de julio de 2015, en la Universidad de Alicante, tuve la oportunidad de entrevistar a Manuel Atienza (Oviedo, 1951).

La entrevista, en la que hablamos sobre derecho y literatura, argumentación, Jhering, enseñanza jurídica, el carácter regional de la filosofía del derecho, entre otras cosas, saldrá publicada en unos cuantos meses en una revista jurídica mexicana.

Captura-de-pantalla-2013-11-09-a-las-16.53.26Al terminar, aproveché la ocasión para comentarle a Atienza sobre este blog y el nuevo espacio de entrevistas que tendrá. Le propuse realizar 8 preguntas concretas sobre abogacía y un peculiar ejercicio respecto a diversos temas relacionados tanto con su persona como con el derecho en general. Manuel accedió gustoso y el resultado, además de fructífero, me parece que fue bien interesante.

Manuel Atienza (dudo que haya todavía alguien que no lo conozca, pero bueno…), es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Alicante, director de la revista Doxa y del máster de argumentación jurídica. Sin lugar a dudas, uno de los filósofos del derecho de mayor influencia en la actualidad.

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De hecho, tengo la sospecha de que Atienza, junto con Alexy, y Ferrajoli, es uno de los teóricos del derecho más citado en el mundo. No sé, habría que ver, pero lo que sí sé es que es el momento adecuado para relatar una anécdota que me sucedió el año pasado en un congreso sobre derecho y sociedad en Zaragoza. Después del evento, por azares del destinó terminé, junto a mi mejor amigo, en la cena de clausura. Al llegar tarde a la misma, casualmente el único par de lugares disponibles en la mesa eran al lado del gran Elías Díaz. Entre el buen ambiente de la cena, y después de varias (muchas) botellas de vino, en un determinado momento de la noche, tuve la osada ocurrencia de preguntarle a Elías sobre quién considera que es el mejor filósofo del derecho en España. Después de recorrer el claustro académico de bastantes Universidades, de mencionar una a una las virtudes de los juristas españoles, y de un preámbulo bastante educado de más de 7 minutos, Elías Díaz, como el gran maestro de maestros que es, finalizó su discurso diciendo que todos eran muy buenos. Excelentes todos. Después hizo una pausa, bebió agua, y dijo: “pero hay 2 que sobresalen. Uno es Paco Laporta y otro Manolo Atienza. De ellos, creo que Manolo ha sabido no solo exportar sus ideas de mejor manera fuera de España, sino también crear escuela, y eso es algo invaluable”. Ahí queda el relato para el anecdotario.

No me queda más que agradecer a Manuel Atienza por su confianza y, sobre todo, por su sinceridad y coherencia intelectual. Me siento muy afortunado de poder haber coincidido con él dentro de un salón de clases y de compartir durante mes y medio la experiencia alicantina. Como diría mi querido amigo Guillermo Garay, de haber sobrevivido, y con gusto, a esa tan afamada “clínica de desintoxicación positivista”.

A continuación las 8 preguntas sobre abogados, y algo más, a Manuel Atienza.


1. ¿Qué es lo primero que tienes en mente cuando escuchas la palabra abogado?

Manuel Atienza (MA): Por el hecho de que los 2 últimos años he dado clases en un master de acceso a la abogacía, el cual me ha causado una impresión mala, yo creo que lo primero que tengo en mente es falta de formación.

2. Menciona el primer abogado o abogada (no importando sean profesionales, profesores, políticos o bien personajes de literatura, series de televisión o cine) que se te venga en mente.

MA: Cicerón.

3. ¿Alguna vez pensaste ejercer como abogado?

MA: Sí, es algo que me habría gustado mucho. No dedicarme exclusivamente a la abogacía, pero sí defender de vez en cuando algún caso. Lamento no haber tenido esa oportunidad.

4. ¿Deben los abogado saber filosofía?

MA: Por supuesto. Pero no se trata simplemente de que deban saber filosofía por cuestiones, digamos, ornamentales, para ser un abogado culto, etc. Se trata de que, en mi opinión, no se puede ser un buen abogado si no se tiene cierta formación en filosofía y en teoría del Derecho. Por ejemplo, si lo que hace el abogado es, fundamentalmente, argumentar, parece bastante razonable pensar que quien sabe algo de teoría de la argumentación (lógica, teoría de la interpretación, etc.) va a estar en mejores condiciones para desempeñar su profesión. Un ejemplo bien importante es el de Genaro Carrió, a quien considero uno de mis maestros: el fue un gran abogado y un gran teórico del Derecho, y la teoría del Derecho sin duda contribuyó a que fuese tan buen abogado. Se puede ver esa influencia en un estupendo librito que escribió dando consejos a los abogados noveles.

 ¿Vaz Ferreria también ejerció como abogado, no es así?

MA: Sí, pero Vaz Ferreira muy poco. Y Vaz Ferreira siempre tuvo la preocupación de que la abogacía fuese una profesión intrínsecamente inmoral. Sobre esto escribió algunas páginas de gran interés, quizás un tanto ambiguas.

5. ¿Estás a favor o en contra del uso de la toga en la profesión?

MA: Creo que no es una cuestión importante. En principio, yo no movería un dedo ni a favor ni en contra, salvo que se diera algún contexto que cambiara las cosas. Me parece un tema parecido a la discusión sobre la República o la Monarquía, que en España fue un tema, por así decirlo, “candente” hace un par de años. Pero no me parece que las cuestiones decisivas de carácter político tengan que ver con eso: Suecia es una monarquía y las Juntas militares del cono sur, repúblicas.

6. ¿A qué crees que se deba el descuido por parte de la teoría estándar de la argumentación jurídica respecto a los abogados?

MA: Pues probablemente a que no hay teóricos del Derecho, o no hay muchos, que sean abogados. Seguramente se debe a que el ejercicio de la profesión es tan absorbente que no deja tiempo para hacer otra cosa. Pero es algo de lamentar. Una de las lagunas de la actual teoría de la argumentación jurídica es la poca atención que se presta al razonamiento de los abogados, en comparación con el de los jueces. Habría que animar a jóvenes abogados (o no tan jóvenes) a trabajaren ese campo, conjuntamente con filósofos del Derecho. Esa conjunción sería, yo creo, muy provechosa.

7. Robert Alexy afirma que la argumentación jurídica es un caso especial del discurso racional. ¿La de los abogados es un caso especial de discurso racional? ¿El abogado que argumenta bien, es el que sigue sus reglas?

MA: No, yo creo que eso es un error manifiesto de la teoría de Alexy. Error que fue detectado desde el comienzo, que no se ha corregido, y que muestra que la suya es una concepción de la argumentación excesivamente idealizada, a pesar de su manifiesta importancia.

Para construir una teoría de la argumentación, que de cuenta de todo lo que son nuestras prácticas argumentativas, no podemos quedarnos solo con la teoría del discurso. Existen muchos contextos de razonamiento jurídico en los que no se argumenta siguiendo estrictamente las reglas del discurso racional elaboradas por Alexy, y eso no tiene por qué verse como un defecto. La teoría de Alexy está pensada, podríamos decir, para las argumentaciones que llevan a cabo los jueces de las altas cortes o los dogmáticos del Derecho, pero deja fuera la de los abogados.

 Pero, dicho esto, creo que también es importante añadir que el hecho de que la argumentación de los abogados no pueda verse como un caso especial del discurso racional, no implica ningún desdoro para la profesión. O sea, no significa que nos encontramos frente a una profesión sucia (intrínsecamente inmoral), o algo por el estilo Se trata sencillamente de que, por razones institucionales, no se argumenta (no se puede, ni se debe) argumentar igual en todas las instancias jurídicas. Por lo demás, que no se sigan de manera estricta las reglas del discurso racional, no quiere decir que no jueguen ningún papel en la argumentación de los abogados.

8. Tu visión de la abogacía es que esta no es una profesión intrínsecamente inmoral, pero sí una profesión de riesgo moral. ¿Se te ocurren algunas herramientas o procesos para lograr dicha concepción?

MA: Los códigos deontológicos sin lugar a dudas pueden jugar un papel, pero quizás no sea el único instrumento. En una de las últimas cosas que he escrito sobre esto, aparece una propuesta (de un autor estadounidense) que me parece interesante: se trata de recurrir al diálogo como herramienta para abordar problemas éticos de la abogacía. El diálogo con el cliente que pretende llevar a cabo una actuación que plantea problemas éticos al abogado, o el diálogo entre los propios profesionales, los miembros de un despacho jurídico. Como digo, puede ser un buen instrumento para identificar dónde hay un problema ético y dónde hay que poner una línea roja, un límite que el abogado no debería traspasar por razones morales.

A continuación, te diré una serie de nombres conceptos y por asociación me gustaría que respondas lo primero que se te venga a la mente:

España España como problema
Rodrigo Rato Representativo de lo peor de España
Oviedo Vetusta
Alicia Florrick Un personaje que me resulta interesante: está dispuesta a arriesgar, a triunfar, pero no se olvida de que existen principios, límites
Latinoamérica El futuro
Juan Ramón Capella Un gran intelectual. Alguien del que he aprendido mucho y con el que me habría gustado tener una relación más próxima
Positivismo jurídico Algo que debemos dejar atrás
Jhering El sentido del derecho
Génova ¿Por qué habrá prendido ahí la filosofía analítica?
Dr. House Ayuda a pensar
México Modelo de grandes defectos y de grandes virtudes
Elías Díaz Una gran persona con las ideas claras, me parece que es lo que dijo él alguna vez de Renato Treves
Argentina La quintaesencia de la frustración: ¿por qué Buenos Aires no es la Atenas de América?
Constitucionalismo Una idea a desarrollar
Derecho Algo de lo que merece la pena ocuparse
Alicante Un lugar en busca de una identidad
Máster de argumentación jurídica El proyecto más exitoso en el que he participado